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El 21 de Mayo de 1920 llega la hora de don Venustiano.
La madrugada de hoy, negra y lluviosa en Tlaxcalantongo, Puebla, las balas penetraron las endebles paredes de una casucha que acogía a la delegación constitucionalista.
El viejo, sabio a final de cuentas, murió en paz, como si lo esperara. Sus ayudantes gritaban: “no disparen, el presidente está herido”, pero las balas, ciegas como la lluvia, agujerearon al Primer Jefe con ánimo exterminador.
La madrugada de hoy, negra y lluviosa en Tlaxcalantongo, Puebla, las balas penetraron las endebles paredes de una casucha que acogía a la delegación constitucionalista.
El viejo, sabio a final de cuentas, murió en paz, como si lo esperara. Sus ayudantes gritaban: “no disparen, el presidente está herido”, pero las balas, ciegas como la lluvia, agujerearon al Primer Jefe con ánimo exterminador.
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