La cultura en una entidad tan antigua y rica como Puebla puede ser discutida desde numerosos tópicos, pues hay una temática cultural en cada resquicio de su historia, de sus objetos cotidianos, de sus tradiciones, sus usos y costumbres. Lo que salta a la vista es una pobre visión cultural de parte del gobierno del Estado que busca compensar con acontecimientos anuales estrambóticos, costosos y de relumbrón, su “obra social” más significativa en el rubro de la cultura. La excepción en la Secretaría de Cultura ha sido la presencia de Helio Huesca en la coordinación musical, que es una garantía de seriedad. Sacó adelante los festivales con severas limitaciones financieras y publicó una colección de música regional poblana, del maestro Tomás Stanford, que por sí sola vale seis años de trabajo. Fuera del ámbito de Helio, la cultura oficial se mantuvo extraviada en los alrededores, desvinculada de la cultura popular que sin embargo se mueve en el seno de la tradición cultural de los poblanos, que se efectúa más allá de las indecisiones de un gobierno ausente.
La cultura popular se mueve. Cada mes es posible asistir a cinco o seis presentaciones de libros, charlas; encuentros gastronómicos, teatreros, escolares; bailables, conciertos, exposiciones; existen cine clubes, que con el video se han multiplicado. Y toda la oferta académica universitaria que incluye multitud de pláticas y cátedras, seminarios y simposium que están ahí permanentemente. Lo que se podría pedir a una secretaría de cultura es que se subiera al barco de la cultura local, que intervenga en algunos de los sectores más desprotegidos de la cultura poblana.
Uno muy llamativo es el abandono de los numerosos gremios de artesanos, que han tenido que sobrevivir por su cuenta. La miseria cultural en el Estado la vemos en el abandono de esos importantes gremios de artesanos en los que algunos están desapareciendo, basta con dar una vuelta por la Casa del Artesano Poblano para entender esa decadencia, ese descuido, pues la riqueza mundialmente reconocida de su artesanía está representada en este sitio por una docena de señoras que venden chambritas en unas jaulas metálicas de penosa presentación. El hermoso patio del siglo XVII se ve reducido a amontonamiento de jaulas, los arcos copados de mercancías, el piso de lozeta de piedra invisible ante la multitud. Esta casa del artesano poblano debería ser el punto de partida a un itinerario estatal de intercambio de artesanía y turismo combinados; los turistas deberían de tener un panorama de la riqueza artesanal de las siete regiones
A excepción de los dulces tradicionales, que de forma privada se exponen en la 6 Oriente, brillan por su ausencia en los aparadores culturales: el damasquinado, el labrado de alabastro poblano, la talla de madera y el estofado; el papel picado, la pirotecnia, la alfarería vidriada, el bordado y las aplicaciones de chaquira, así como el tallado de hueso y concha. Tampoco están los fabricantes de papel amate, las cerámicas negras y rojas, los textiles de algodón, los bordados, los talladores de madera, los de tejidos de palma, de otate y los tocados de pluma. La jarcería, la herrería, los vinos, la talabartería, etcétera.
Es urgente, hablando de cultura popular, tener ideas atrevidas para impulsar la descuidada industria del arte tradicional poblano. Reformular la Casa del Artesano Poblano, ofreciendo su apoyo y los espacios dignamente adecuados a circunstancias más diversas que muestren, de alguna forma didáctica, comercial o al menos turística, la riquezas de artesanía. Ya entrados en gastos la secretaría de cultura podría utilizar mejor la Comisión de planeación y apoyo a la creación popular (CACREP), que reúne a todas las instancias sociales del Estado, para que sea un verdadero órgano de decisión y no sólo un organismo decorativo. El simple hecho de que existan más opiniones en las decisiones culturales ya sería una ganancia. Es urgente la creación y ampliación de centros de cultura juvenil en las Casas de Cultura Municipales y en el Instituto Cultural Poblano, tristemente desaprovechados. Reproyección del Festival Internacional de Puebla para que no se resuelva sólo con conciertos musicales. La habilitación de concursos periódicos de actividades artísticas para que el mayor número de niños y jóvenes puedan proyectar su quehacer cultural. Habría que afinar la idea pero me imagino un festival cultural de Puebla permanente, a lo largo del año, con una comunicación social eficiente, infraestructura para actos culturales, carpas, sillas, telones. Detonar un programa cultural junto al sistema educativo para que cada día del año se efectúe un evento cultural con el patrocinio, o al menos intervención, conocimiento, de la secretaría de cultura.
Por último, la idea de vincular la alta cultura que tan pródigamente se ha producido y sigue produciéndose en el Estado, con la industria del turismo, creando vertientes de cultura turística para mercados específicos relacionados a los importantes acervos arquitectónicos y documentales que existen en Puebla, con atención especial a universidades e instituciones extranjeras y nacionales, a públicos específicos como los de la tercera edad que deben venir a disfrutar de nuestras maravillas culturales, aprovechando las ventajas de una ciudad hermosa y amable, un clima como pocos y una infraestructura turística a la altura de las principales ciudades del mundo.
Son sólo ideas.
La cultura popular se mueve. Cada mes es posible asistir a cinco o seis presentaciones de libros, charlas; encuentros gastronómicos, teatreros, escolares; bailables, conciertos, exposiciones; existen cine clubes, que con el video se han multiplicado. Y toda la oferta académica universitaria que incluye multitud de pláticas y cátedras, seminarios y simposium que están ahí permanentemente. Lo que se podría pedir a una secretaría de cultura es que se subiera al barco de la cultura local, que intervenga en algunos de los sectores más desprotegidos de la cultura poblana.
Uno muy llamativo es el abandono de los numerosos gremios de artesanos, que han tenido que sobrevivir por su cuenta. La miseria cultural en el Estado la vemos en el abandono de esos importantes gremios de artesanos en los que algunos están desapareciendo, basta con dar una vuelta por la Casa del Artesano Poblano para entender esa decadencia, ese descuido, pues la riqueza mundialmente reconocida de su artesanía está representada en este sitio por una docena de señoras que venden chambritas en unas jaulas metálicas de penosa presentación. El hermoso patio del siglo XVII se ve reducido a amontonamiento de jaulas, los arcos copados de mercancías, el piso de lozeta de piedra invisible ante la multitud. Esta casa del artesano poblano debería ser el punto de partida a un itinerario estatal de intercambio de artesanía y turismo combinados; los turistas deberían de tener un panorama de la riqueza artesanal de las siete regiones
A excepción de los dulces tradicionales, que de forma privada se exponen en la 6 Oriente, brillan por su ausencia en los aparadores culturales: el damasquinado, el labrado de alabastro poblano, la talla de madera y el estofado; el papel picado, la pirotecnia, la alfarería vidriada, el bordado y las aplicaciones de chaquira, así como el tallado de hueso y concha. Tampoco están los fabricantes de papel amate, las cerámicas negras y rojas, los textiles de algodón, los bordados, los talladores de madera, los de tejidos de palma, de otate y los tocados de pluma. La jarcería, la herrería, los vinos, la talabartería, etcétera.
Es urgente, hablando de cultura popular, tener ideas atrevidas para impulsar la descuidada industria del arte tradicional poblano. Reformular la Casa del Artesano Poblano, ofreciendo su apoyo y los espacios dignamente adecuados a circunstancias más diversas que muestren, de alguna forma didáctica, comercial o al menos turística, la riquezas de artesanía. Ya entrados en gastos la secretaría de cultura podría utilizar mejor la Comisión de planeación y apoyo a la creación popular (CACREP), que reúne a todas las instancias sociales del Estado, para que sea un verdadero órgano de decisión y no sólo un organismo decorativo. El simple hecho de que existan más opiniones en las decisiones culturales ya sería una ganancia. Es urgente la creación y ampliación de centros de cultura juvenil en las Casas de Cultura Municipales y en el Instituto Cultural Poblano, tristemente desaprovechados. Reproyección del Festival Internacional de Puebla para que no se resuelva sólo con conciertos musicales. La habilitación de concursos periódicos de actividades artísticas para que el mayor número de niños y jóvenes puedan proyectar su quehacer cultural. Habría que afinar la idea pero me imagino un festival cultural de Puebla permanente, a lo largo del año, con una comunicación social eficiente, infraestructura para actos culturales, carpas, sillas, telones. Detonar un programa cultural junto al sistema educativo para que cada día del año se efectúe un evento cultural con el patrocinio, o al menos intervención, conocimiento, de la secretaría de cultura.
Por último, la idea de vincular la alta cultura que tan pródigamente se ha producido y sigue produciéndose en el Estado, con la industria del turismo, creando vertientes de cultura turística para mercados específicos relacionados a los importantes acervos arquitectónicos y documentales que existen en Puebla, con atención especial a universidades e instituciones extranjeras y nacionales, a públicos específicos como los de la tercera edad que deben venir a disfrutar de nuestras maravillas culturales, aprovechando las ventajas de una ciudad hermosa y amable, un clima como pocos y una infraestructura turística a la altura de las principales ciudades del mundo.
Son sólo ideas.
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