En Puebla hemos vivido los últimos cinco años una paradójica realidad: un gobierno autoritario pero invisible, inaccesible. Todo empezó en el primer año como producto del escándalo mediático que enfrentó el gobierno de Mario Marín al aprehender ilegalmente a la periodista Lydia Cacho, que lo soterró el resto de su sexenio. A partir de este hecho Puebla ha venido dando tumbos en las distintas facetas de gobierno, perdiendo lugares nacionales, dejando pasar oportunidades, concibiendo el poder como una franquicia y no la gobernación de una importante entidad, como reto de un proyecto político que no existe en ninguno de los dos lados con posibilidades: el PRI y el PAN.
De acuerdo al estudio de Transparencia Internacional en 2007, Puebla es el 4º Estado más corrupto de México. El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey en el 2010 valora a las autoridades poblanas como el peor gobierno en eficiencia gubernamental. Y el Centro de Estudios Espinoza Yglesias considera a Puebla en el penúltimo lugar de la República Mexicana en transparencia gubernamental.
No hay ninguna razón para sentirse tan orgulloso por haber servido los últimos veinte años en un gobierno con estos resultados; o bien, el cinismo de pedirnos que ahora sí abramos los ojos cuando hace apenas seis años nos exigían que los cerráramos ante los efugios económicos de la Secretaría de Finanzas de Melquiades Morales con el dinero público. Ahora, ambas opciones nos ofrecen un gobierno eficaz y honesto, atención ciudadana, transparencia administrativa. Y se supone que ahora sí debemos creerles.
En los próximos días iré desgranando algunos nudos gordianos del Estado de Puebla actual, sus números en educación, en campo, en cultura. Ojalá sea para bien. Soy de los que anteponen el optimismo al abandono, la acción social a la desidia. O al menos eso me gustaría creer que creo. En Puebla y en el mundo las cosas tienen que cambiar. Y puede cambiar para bien, si se tiene información, si se provoca el debate. Si eso me hace un reformista que así sea, pero los seres humanos podemos llegar a acuerdos que son urgentes y que favorecerán a todos, como el tema del medio ambiente, la educación, las relaciones de los ciudadanos con el poder, el fenómeno urbano y la civilidad.
En Puebla se tienen grandes ventajas con una ciudad incomparable y unos habitantes felices de su poblanidad pues, a pesar de los números rojos en las acciones del gobierno, los poblanos disfrutan de la vida a través de sus abundantes canales de desfogue social como la comida, la artesanía, la vida familiar, la ciudad misma y su paisaje. ¿Por qué no intentar mejorarlo?
De acuerdo al estudio de Transparencia Internacional en 2007, Puebla es el 4º Estado más corrupto de México. El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey en el 2010 valora a las autoridades poblanas como el peor gobierno en eficiencia gubernamental. Y el Centro de Estudios Espinoza Yglesias considera a Puebla en el penúltimo lugar de la República Mexicana en transparencia gubernamental.
No hay ninguna razón para sentirse tan orgulloso por haber servido los últimos veinte años en un gobierno con estos resultados; o bien, el cinismo de pedirnos que ahora sí abramos los ojos cuando hace apenas seis años nos exigían que los cerráramos ante los efugios económicos de la Secretaría de Finanzas de Melquiades Morales con el dinero público. Ahora, ambas opciones nos ofrecen un gobierno eficaz y honesto, atención ciudadana, transparencia administrativa. Y se supone que ahora sí debemos creerles.
En los próximos días iré desgranando algunos nudos gordianos del Estado de Puebla actual, sus números en educación, en campo, en cultura. Ojalá sea para bien. Soy de los que anteponen el optimismo al abandono, la acción social a la desidia. O al menos eso me gustaría creer que creo. En Puebla y en el mundo las cosas tienen que cambiar. Y puede cambiar para bien, si se tiene información, si se provoca el debate. Si eso me hace un reformista que así sea, pero los seres humanos podemos llegar a acuerdos que son urgentes y que favorecerán a todos, como el tema del medio ambiente, la educación, las relaciones de los ciudadanos con el poder, el fenómeno urbano y la civilidad.
En Puebla se tienen grandes ventajas con una ciudad incomparable y unos habitantes felices de su poblanidad pues, a pesar de los números rojos en las acciones del gobierno, los poblanos disfrutan de la vida a través de sus abundantes canales de desfogue social como la comida, la artesanía, la vida familiar, la ciudad misma y su paisaje. ¿Por qué no intentar mejorarlo?
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