domingo, 29 de agosto de 2010

Donato y Evelina


Mis abuelitos de Zacatecas son, por desgracia, dos grandes desconocidos para mí. Los vi en dos ocasiones, muy pequeño, y no sé si los recuerdo a ellos o a las fotografías que siempre tuvimos a la vista en Cuauhtémoc.

En esta foto de aproximadamente 1917 aparecen mis abuelos paternos, Donato Noyola y Evelina Cerda francamente elegantes el día de su boda en Río Grande, Zacatecas. Si acaso existe alguna discusión sobre antecedentes indígenas en la familia con esta evidencia me parece ociosa. La foto es preciosa, como el vestido de mi abuela Evelina. Me encanta que entre tanta solemnidad y elegancia el final del tapete muestre las piedras vivas probablemente del río o del agreste sitio en donde estaba instalada la cámara fotográfica y el telón de fondo con cortinas y brocados.

Mi abuelo Donato Noyola Ugarte nació en Río Grande en 1892, en tanto que mi abuela Evelina Cerda Cerrillo en 1896 probablemente en la ciudad de México, donde vivió de niña. Ella era hija de Jesús Cerda y María Dolores Cerrillo, mientras que Donato lo era de Jesús Noyola y Francisca Ugarte; esos nombres son lo único que conservo de mis bisabuelos. Lo que recuerdo de mi visita a Río Grande en 1961 es a dos ancianitos muy pequeños y blanditos. Al besar la mejilla de mi abuelita se me hundió la cara en una suave masa de piel profunda y perfumada.

La noche de nuestra llegada mis papás cometieron un error: dejarme encargado con mi abuelita e ir a visitar unos amigos de la infancia. Escenifiqué a capela el concierto de llanto más largo de mi vida, creo que fueron tres horas seguidas donde berreé sin consuelo ante la desesperación de mi pobre abuelita, que sólo acataba a abrazarme, ofrecerme cosas y decirme una repetitiva frase que consiguió echarle más leña al fuego: “No llore mi´jito, su mamá ya no dilata…”. Veinte años después esa noche era aún recordada por algunos de sus sobrevivientes. Yo, a mis cuatro años, la recuerdo como si fuera ayer. Tal vez fue muy breve mi convivencia con mis abuelitos zacatecanos, pero nadie me podría regatear su intensidad.

Mis abuelos murieron relativamente pronto, yo seguía siendo niño.



1 comentario:

  1. Fabulosa foto (no la conocía), y muy buena anécdota. Que buenos pulmones debes haber tenido.

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