Los presidentes mexicanos se acompañaron casi siempre de un personaje que operaba detrás de la silla presidencial en un papel de contención, de concentración y de la toma de decisiones claves en las administraciones. Era el hombre fuerte detrás del presidente a quien los secretarios y gobernadores acudían con la certeza de estar hablando “casi” con el presidente, pues eran portadores de un poder tangible y una capacidad de resolución sin discusión.
Uno de los más singulares hombres fuertes del presidente fue el que estuvo detrás del general Lázaro Cárdenas (1934-40), Francisco J. Mújica, cuyo poder no tuvo más límite que el propio Tata y que al final de su sexenio cultivó la fantasía de sucederlo en el trono presidencial. Fue el encargado de la Ley de Expropiación que sería fundamento de la expropiación petrolera entre muchas otras tareas importantes y sí, de veras parecía ser el sucesor ideal del general Cárdenas, pues además de su amigo personal era un hombre inteligente, general de división él mismo, con fuerte carácter y, por si fuera poco, su paisano. Mújica representaba la consolidación de las reformas cardenistas, pero también el riesgo de que la oposición conservadora creciera frente a un candidato demasiado rojo. El Tata se decidió por el caballeroso Manuel Ávila Camacho, hombre religioso, derechoso y bonachón, en tanto que Mújica no tuvo más remedio que agregarse a su campaña.
La estrella política de este talentoso militar, que nació el 4 de septiembre de 1884 en Tinguindín, Michoacán, empezó a declinar vertiginosamente. Fue enviado de gobernador al más lejano punto de la geografía política, el territorio de Baja California Sur, en donde trabajó con disciplina y discreción. Muere en 1954 a los 69 años de edad.
Uno de los más singulares hombres fuertes del presidente fue el que estuvo detrás del general Lázaro Cárdenas (1934-40), Francisco J. Mújica, cuyo poder no tuvo más límite que el propio Tata y que al final de su sexenio cultivó la fantasía de sucederlo en el trono presidencial. Fue el encargado de la Ley de Expropiación que sería fundamento de la expropiación petrolera entre muchas otras tareas importantes y sí, de veras parecía ser el sucesor ideal del general Cárdenas, pues además de su amigo personal era un hombre inteligente, general de división él mismo, con fuerte carácter y, por si fuera poco, su paisano. Mújica representaba la consolidación de las reformas cardenistas, pero también el riesgo de que la oposición conservadora creciera frente a un candidato demasiado rojo. El Tata se decidió por el caballeroso Manuel Ávila Camacho, hombre religioso, derechoso y bonachón, en tanto que Mújica no tuvo más remedio que agregarse a su campaña.
La estrella política de este talentoso militar, que nació el 4 de septiembre de 1884 en Tinguindín, Michoacán, empezó a declinar vertiginosamente. Fue enviado de gobernador al más lejano punto de la geografía política, el territorio de Baja California Sur, en donde trabajó con disciplina y discreción. Muere en 1954 a los 69 años de edad.
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