miércoles, 22 de septiembre de 2010

Novios por teléfono


A diferencia de nuestros tiempos, cuando las parejas de novios empiezan a acostarse a los quince años, a principios del siglo XX las jóvenes en ciudades como Puebla se veían impedidos a los más elementales intercambios sociales con la chica o el chico que les gustaba. Ocurrían casos inverosímiles, como el de una parientita del centro de México que sólo pudo ver a su novio a través de una reja de hierro forjado, que sin embargo no impidió para que la muchacha quedara embarazada. Hoy sería un caso de Ripley. En general, los novios de las primeras décadas del siglo XX apenas tenían intercambios entre sí, y en algunos casos, la suerte de tener un teléfono en casa. Doña Judith Cid de León me contó las difíciles condiciones en que se desarrolló su noviazgo en la lejana Puebla de año 1927.

De novios, sólo tres veces hablé con él, porque mi mamá decía que tenía que usar el teléfono, no me dejaban verlo porque decían que no, “que te va a dejar sin comer, que es muy pobre” No, mamá, decía yo, sí ya trabaja. Él me dijo: “yo gano siete pesos diarios”, así es de que, pues no. Pero como no me dejaban verlo. ¿Cómo lo veía yo? No lo podía ver, así es de que, aunque lo veía yo de lejos, nos veíamos nada más así. Pero vernos para platicar, no. “Por teléfono”, decía mi mamá. Si no es por el teléfono yo creo que no me caso. Y sí, nos hablábamos todos los días, que eran unos teléfonos de palo, unas cajas grandes así que “¡riiinnng!”

No me dejaban verlo, pues por eso me casé pronto, porque él dijo “no”. Tres veces entró a pedirme, una segunda y a la tercera me casé, porque dijo: “no, pues, si no la dejan ver...”.

“Te me pusiste difícil”; no es que me pusiera yo, no me dejaban. Y bueno, pues yo dije: me casaré. Si salía yo a la calle, me decía: pide permiso para ir sola.

“Mamá, voy a comprar unos encajes”. “Catalina, acompaña a la niña a los encajes.”
“Y por qué vienes acompañada” Pues por qué, por que me mandan acompañada.

Íbamos al cine, que entonces era el cine Reforma, y bueno, pues las dos grandes llevaban a los novios, la otra también, pero yo no, yo era la chica; yo no, así es de que María Luisa, sí.

Así que, chicas de hoy, no se quejen tanto, por favor.


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