viernes, 8 de octubre de 2010

Laboratorio


El 8 de octubre de 1988 terminan las hostilidades y comienza el acuerdo irano-iraquí sobre la retirada de tropas de las fronteras de su larga guerra nunca declarada; se establece un plazo de 15 días para intercambiar prisioneros.

Durante ocho largos años los lectores de periódicos del mundo fuimos testigos de un laboratorio bélico donde las potencias del mundo experimentaron toda clase de armamentos ligeros y pesados. Los científicos encargados (Jomeini y Saddam Hussein) eran los gobernantes de esos países y los ratones del laboratorio, bueno, como siempre los ratones eran ciudadanos iraníes e iraquíes en edad de morir.

Iraq usó armas de origen soviético como fusiles AK-47 y AKM, ametralladoras RPK y PKM, rifles semiautomáticos SVD, lanza granadas antitanque RPG-7, lanzacohetes Katiusha, cañones D-30 y tanques T-54 y T-55; también aviones de propulsión Mirage franceses y varias armas químicas como el gas mostaza y el gas sarín.

Irán usó fusiles de asalto Heckler & Koch G3 alemán y Tipo 56 chino (versión del AK-47), así como carabinas semiautomáticas SKS hechas también en China, fusiles de asalto Galil y subfusiles Uzi israelíes, que el propio presidente Reagan vendía subrepticiamente, en contra su propio bloqueo, para financiar su guerrilla contra los sandinistas en Nicaragua.

Por absurdo que pueda parecer, la cruenta guerra nunca fue declarada, por lo que oficialmente no existió sino un desacuerdo fronterizo que los mantuvo intercambiando fuego durante casi una década, de 1980 a 1988, inspirados más bien en una antiquísima antipatía entre los árabes y los persas. Murieron 60 mil personas.



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