Un 15 de octubre de 1521, el emperador Cuauhtémoc y Tletlepanquétzal, señor de Tlacotalpan, son atormentados por los conquistadores españoles para que confiesen dónde se encuentra el tesoro azteca.
Julián de Alderete aplica aceite hirviendo a los pies de ambos, tormento que Cuauhtémoc soporta estoicamente y, ante los apremios de su compañero, le expresa aquella famosa frase:
“¿Acaso crees que yo estoy en un lecho de rosas?”, que los mexicanos esgrimimos contra la ingratitud.
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