martes, 25 de enero de 2011

Don Oso


Mi mejor amigo es un hombre de 85 años de edad. Se llama José Suárez Donoso, pero le decimos Pepe. Pepe Donoso, como su presunto primo, el famoso escritor. Con él he compartido la afición por la plática libre, ligera y cervecera. Lo he visitado a su librería-café al menos una vez cada semana de los últimos diecisiete años y hemos fumado toneladas de cigarros al amparo de la tranquila soledad de las mañanas, cuando las mesas del café están casi siempre vacías y los clientes llegan a buscar infructuosamente algún libro que casi nunca encuentran. El café se llama Teorema y funcionó 30 años en una esquina céntrica de la ciudad de Puebla, en Reforma y 7 Norte y hace dos años a cien metros de ahí, en la 2 Oriente 704.

En muy poco tiempo Pepe me hizo sentir como de la familia, conocí a Pía, a Paula, a Benito, a su esposa Tita, y me tocó el nacimiento de sus bisnietos Pía y Picopalo, que ahora ya han crecido. En este largo tiempo no he podido menos que aprender de él diciendo y escuchando cosas y reflexionando sobre asuntos a los que no hubiera llegado en otra parte. Embriagándonos con dulces cervezas que en algunos momentos también fueron amargas, tejiendo una red de risas y palabras hilvanadas con el humo de innumerables cigarros que fumamos con fruición, en tantos días soleados, a veces acallados por la manifestación de la 28 de Octubre, gritando hacia al zócalo. Con el tiempo formamos juntos una elástica agrupación cultural que terminó discutiendo formalmente temas del mundo y la cultura los sábados al mediodía, con Pepe como moderador.

Me había olvidado decirlo, Pepe es un poeta. No sé si es buena o mala su poesía pero sé que es poeta. Un poeta natural, silvestre, consecuente. Fue también militar del ejército de Chile, hasta el golpe de Pinochet; fue exiliado, profesor universitario, hombre de izquierda, orador, amante furtivo, viajero del mundo, promotor cultural, cantante de banqueta. Hasta que llegó a su mesa, como empresario de libros y cafés, y ahí ha estado los siguientes treinta años recibiendo amigos, escribiendo poesías, embriagándose a veces, fumando hasta el exceso, hablando, riendo, hablando y volviendo a reír, porque es un poeta que se ha tomado la vida a la ligera, que ha disfrutado los instantes, sin concebir ambiciosos planes a futuro, sino la vida aquí, hoy mismo, en este preciso momento en que “me haces el honor de venir a verme”. Y ha vivido feliz.

Hace seis días Pepe está internado en el Hospital Universitario, el pronóstico no es bueno. A su edad, los cansados órganos del cuerpo se encadenan uno con otro y organizan paros generales. Así lo ha decidido su corazón en un súbito paro, seguido por los riñones. No lo sé, la información es confusa, como ocurre casi siempre en estas circunstancias. Lo que sí sé es que Pepe ha vivido feliz sin haberlo planeado, aunque trabajó mucho en su momento. Pero es un hombre al que aman sus hijas y sus nietos y sus bisnietos; lo aman sus empleados, sus amigos y amigas, algunos de sus clientes extranjeros. Un hombre que ha vivido el amor como muy pocos y durante mucho tiempo, detalle que lo convierte en un ser enormemente rico, millonario, pues es tal vez el principal tesoro que es posible tener en la vida.

El sábado antepasado estuvimos juntos, él tomó tequila y se acabó todos mis cigarros, de acuerdo a su costumbre. Por primera vez lo vi con bastón, quejándose de un tratamiento para las piernas, pero bien. Lúcido, con su memoria elefántica y discutiendo las noticias. Sólo esperamos que se levante y retorne a su mesa de café. Ánimo.



2 comentarios:

  1. hola, soy una de las enfermeras que cuida al señor en el hospital y dejeme decirle que hoy en la mañana el sr me dio yo creo una pequeña degustacionde lo que el es, estoy impactada y al mismo tiempo orgullosa de trabajar para alguien como el, efectivamente llegue a ir al teorema por algun libro que no encontre y me imagino que en alguna ocasion llegue a coincidir con el sin imaginar que el destino iba a juntar nuestros caminos de esta forma . . .

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  2. Gracias por su comentario, le agradezco que lo cuide y que lo entienda. Es uno de los ancianos más avispados y lúcidos que conozco, se lo encargo mucho. Lo necesitamos.

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