domingo, 2 de enero de 2011

El fin de las etiopías


El 2 de enero de 1939 los estudiantes de ingeniería de la ESIME regresábamos de un prolongado trabajo de campo en Coahuila, si mal no recuerdo. Al llegar a las alturas de San Luis Potosí el autobús fue detenido por soldados y estuvimos ahí parados varias horas. ¿Qué pasa?, preguntábamos nosotros con cierta desesperación, ansiosos de llegar a nuestras casas en la ciudad de México. “Mataron al general Cedillo”, fue la versión no oficial que corría por entre los nopales. Adelante se veía mucho polvo y mucho movimiento de tropas. Después de varias horas de espera nos dejaron pasar.

Conocí personalmente al general Saturnino Cedillo un día que lo visitamos en su despacho de la secretaría de Agricultura y Fomento del gobierno de Lázaro Cárdenas, puesto que, por cierto, tenía desde la presidencia de Abelardo Rodríguez. Los estudiantes de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, nuestra querida ESIME, hicimos un plan un poco idealista que permitiría, según nosotros, incrementar la productividad del campo de forma impresionante. La verdad no recuerdo los detalles del plan, pero sí la mirada ladina del general Cedillo detrás de su escritorio, que apenas nos dejó hablar unas cuantas palabras, se levantó con aspavientos y nos dijo una frase inolvidable:

- No, muchachos, no me vengan con etiopías, porque esto y esto otro…

Nos echó un discurso largo y detallado sobre las verdaderas dificultades del campo mexicano, que nosotros apenas si escuchamos, pues a final de cuentas éramos estudiantes de ingeniería eléctrica, no de agricultura y rápidamente comprendimos que había sido un error ir a visitarlo, pero se me quedó grabada aquella frase de las “etiopías”. Después Cedillo se levantó en armas contra su jefe, Lázaro Cárdenas, y lo dejó tan encabritado que él mismo fue a San Luis Potosí a dirigir las acciones contra su subordinado, hasta que ese día lograron matarlo.

Por eso, cuando por fin logramos pasar bordeando los alrededores de San Luis, la frase que nos salió natural a todos aquellos muchachos fue: “ahora sí se acabaron las etiopías…”

Este recuerdo me fue contado por el ingeniero Tomás Guzmán Cantú en 1981 en la Oficina de Investigaciones Históricas y Museo de las Telecomunicaciones.



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