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Barbie


Las barbies llegaron a mi vida muy tarde, a pesar de haber nacido dos años después que yo. Para ser sincero no las conocí antes de 1992, cuando compramos la primera Barbie para el segundo cumpleaños de Luces.

Con el tiempo y la llegada de nuestra segunda hija las barbies crecieron en número y modelos. La compra de las barbies era casi automática. O en todo caso obligatoria. No había duda ni negociación, era menester adquirir la Barbie de ese año, ahora ataviada de doctora, de ingeniera, de Jazmín, de veterinaria, de cualquier cosa que se te ocurra.

Con el paso de los años, previsiblemente, las barbies se multiplicaron. Del cajón de las barbies asomaban en plástica orgía/carnicería delgados brazos y piernas, muchos de ellos descoyuntados, dos o tres cabezas sin su cuerpo y en un rincón del amplio cajón montones de vestiditos y adminículos increíblemente detallados: teléfonos celulares, estetoscopios de doctora, botas de todo tipo, sombreros y más.

El 9 de marzo de 1959 nace la primera Barbie y a sus cincuenta y dos años sigue luciendo hoy una piel firme y tersa, sin una sola arruga y con una descendencia de admirable variedad. Las niñas del mundo sueñan con ser ella; las secretarias copian sus modos y costumbres, los papás pagan sus extravagancias. Es Barbie, creación de Ruth Handler que tomó el nombre de su hija Bárbara y que hoy, sin ninguna duda, es la muñeca más famosa del mundo.



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