La presencia de María Félix era imponente. "Tanta y tan intensa es su hermosura, que duele", afirmó Jean Cocteau cuando la conoció. Rómulo Gallegos le dedicó esta frase: "Agua clara del remanso donde los cielos se miran". Desde muy jovencita su belleza y su personalidad eran impresionantes. Su descubridor, el director de cine Fernando Palacios, la conoció mirando aparadores en Francisco I. Madero y le preguntó si le gustaría hacer cine. Se dice que María contestó: “¿Quién le dijo que yo quiero entrar en el cine? Si me da la gana, lo haré; pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande”. Acababa de entrar por la puerta grande. Luego de sus estelares en la trilogía (Enamorada, Río Escondido y Maclovia), bajo la dirección del Indio Fernández, María Félix se convierte en el personaje que buscaba ser desde joven: la divina garza en persona. A los cuarenta años la hermosa María estaba convertida ya en figura mítica del cine, entonces pudo darse el lujo de elegir sus propias cintas, directores y hasta co-estrellas. Cuando Rómulo Gallegos la conoció en un restaurante gritó: “¡Es ella! ¡Es mi Doña Bárbara!”. Con el propio laureado escritor de guionista, María hizo en Doña Bárbara uno de los grandes papeles de su vida. Hizo lo que quiso en el resto de sus 47 películas, actuó en Europa, en Francia, con Buñuel. Cuando se retira decide dedicarse a su pasión juvenil que eran los caballos. Posee cuadras y algunos de sus caballos obtuvieron premios internacionales. Casada con su pintor francés envejece con sabiduría y cuando enviuda estaba convertida ya en esa anciana guapa que todos conocimos en su vejez. Su único pecado fue grabar un disco espantoso, pues podía ser todo lo que quisiera, menos cantante. A la una de la mañana del día de su cumpleaños, el 8 de abril de 2002, María Félix muere mientras dormía a sus bien vividos 88 años de edad. Se reunió con su padre, Bernardo, descendiente de yaquis; con su madre, Josefina, hija de españoles; con su hijo Enrique. Fue una de las grandes bellezas del cine mundial. María bonita, María del alma.
Mito sin sustancia,efectivamente
ResponderEliminarSí, pues.
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