lunes, 9 de mayo de 2011

Subterfugios fecundos



El 9 de mayo de 1809 muere atado con grilletes en una celda de San Juan de Ulúa el
Fraile mercedario peruano Fray Melchor de Talamantes, llegado de aquellas tierras del sur una década antes a los 33 años de edad, en tránsito a España, pero el ambiente liberal que comulgaba con sus ideas y que privaba en los círculos intelectuales de la Nueva España lo convencieron de quedarse. No lo sabía, por supuesto, pero su estancia alcanzaría el resto de su vida.

Fray Melchor de Talamantes es considerado precursor de la Independencia de México y no sin razón, aunque a decir verdad su participación en tangencial y obedece a haber apostado al bando equivocado, el del virrey José de Iturrigaray, que en el momento de la invasión francesa a la metrópoli española no pudo, no quiso o simplemente equivocó sus movimientos anticipando su defenestración. Fray Melchor estaba en medio, primero como destacado orador de las audiencias y luego como el más incidido escritor de cuantos rodeaban al malhadado gobernante, que pretendía una suerte de independencia de la colonia, no tanto de España y mucho menos del rey, sino de las juntas que se organizaron allá con motivo de la invasión napoleónica.

Un rasgo muy interesante de fray Melchor de Talamantes fue una visión sobre el prolongado norte de la Nueva España, derivada de una tarea que el propio Iturrigaray le encomendó para fijar los límites fronterizos con los avorazados yanquis recientemente independizados de Inglaterra que se fortalecían en Norteamérica. Talamantes escribió el Plan de límites de Texas y demás dominios de Su Majestad en la América septentrional española, donde con una prospectiva iluminada se adelanta cuarenta años a los acontecimientos y pronostica (en realidad advierte) la pérdida de la provincia de Texas a manos de esos vecinos “inquietos y turbulentos” que avanzaban a sangre y fuego.

Los escritos de Talamantes que reflejaban las ideas propias pero, sobre todo, las de un importante grupo político de la Nueva España, fueron su ruina. Tras un juicio de seis meses el tribunal mixto de la Inquisición lo encuentra culpable, no tanto de ser inteligente y de escribir tan bien las ideas liberales, sino de “discolo, insubordinado y escandaloso; turbado y fecundo en subterfugios”. En espera de ser trasladado a España, atado a grilletes y en condiciones lamentables, el fraile muere este día de fiebre amarilla a los 44 años de edad.



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