Si alguien me preguntara a bote pronto por los tres libros
más importantes de mi vida tal vez podría trastabillar, pero sin duda un santo
nombre acudiría en mi auxilio y me daría la luz para sacar una respuesta rápida
y cierta: Gore Vidal. Es decir, no que sea difícil recordar tres títulos
importantes en las lecturas de la vida, pero los tres libros “que marcaron mi
vida” sí merece una reflexión algo más mesurada. Como probablemente te habrá ocurrido a ti después del desliz del
candidato, he pensado en algunas respuestas a esa pregunta. Creo que una de
ellas tendría que considerar las distintas edades del lector que soy, pues Pregúntale a Alicia fue un libro muy
importante a mis 14 años y El Lobo
Estepario lo fue a los 16; o tendría que partir por las modas temporales,
los países de los autores, las selecciones marcadas por las diferentes
aficiones que llegan a nuestra vida y se van; una vez me leí la historia de la
danza en México porque me gustaba una bailarina. Más que tres libros podría tratarse de países
o autores que forman unidades temáticas o genéricas, como la novela.
Mi llegada al DF en el 76 fue marcada por la lectura de
Nietzsche, la etapa universitaria por Eco (El Nombre de la Rosa) y mi larga
etapa postestudiantil por este autor que me ocupa hoy y que el día de ayer pasó
a formar parte de los grandes escritores muertos: Gore Vidal, un autor que me
marcó una línea de pensamiento y distintos métodos de reflexión; como nunca, al
leerlo pude ligar la vida contemporánea con la historia, la historia con la
literatura, el pensamiento humano con el arte de escribir, la ficción y la
realidad en que se halla inmersa la vida de los hombres, o al menos la mía. No
es la historia un testimonio verídico ni la novela una invención, Vidal me hizo
entender que podría ser exactamente al revés.
Por otra parte, decir que conoce uno la obra de un autor tan
prolífico como Vidal no deja de ser, al menos en mi caso, una ingenua reclamación.
Nunca leí ninguno de sus veintitrés libros de ensayos, ninguna de sus siete
obras teatrales, y de sus veinticinco novelas leí a instancias de mi hermano
Antonio media docena: Burr, 1776 (que me marcó), Lincoln, Washington, DC, La ciudad y el pilar de sal
y Creación (que también me marcó), más o
menos en ese orden, además de dos de sus libros de Memorias. Es decir, apenas
lo conozco, lo que le da mayor relevancia al grado en que Gore Vidal ha
influido en mi vida.
Omito la expresión común para el que muere “que descanse en
paz”, pues Gore Vida parece nunca haber sabido descansar y la paz no fue
precisamente su estado de ánimo predilecto; su vida fue un torbellino de
placeres profundos y prohibidos, chisme y abundancia. Supo combinar sabiamente
- y llevarlas al extremo- las posibilidades del cerebro y las del cuerpo. Y hasta
ayer vivió 86 largos años para contarlo.
Yo sí he leido algunos de sus ensayos y más o menos las mismas novelas que listas. Con todo y que vivió bien y largo, se le va a extrañar.
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