En 1847, tras una derrota
inexplicable –porque podrían haber hecho un mejor papel- de los mexicanos en
Padierna, Distrito Federal, ante las tropas invasoras yanquis, son tomados
prisioneros cientos de mexicanos e irlandeses del Batallón de San Patricio que
se habían pasado al lado mexicano. La siguiente escala era el fuerte de
Churubusco.
Para la defensa de Churubusco,
el presidente Santa Anna eligió a un experimentado general que había
participado en los movimientos de Independencia de los países centroamericanos
y había apoyado el Plan de Iguala de 1924, aún cuando era hijo de españoles
peninsulares: Pedro María Anaya, famoso ahora por haber recibido al General Zacarías
Scott, jefe de los invasores, con una sorprendente declaración: “si hubiera
parque no estaría usted aquí…”. Pero no había parque y todo mundo lo sabía,
razón de más para que el general yanqui estuviera ahí, y en unos días más iría
por el resto del pastel: el castillo de Chapultepec y la ciudad de México.
Como sea, el general Scott
perdonó la vida al general Ayala y al cabo de dos meses consintió que fuera
nombrado presidente de la república ocupada, cargo que detentó de noviembre de
1847 a enero del siguiente año, y un año después, resultó gobernador del
Distrito Federal. Tal vez nadie recordaría al general Anaya de no haber
pronunciado tan célebres palabras, irónicas a la vez que fatalistas. Tal vez
pudo haber dicho también: si ustedes no fueran nuestros vecinos tampoco
estarían aquí. O alguna otra ocurrencia parecida a ese refrán que cada vez se
escucha menos en México, pero que hace pocos años utilizamos a discreción: si
mi abuelita tuviera ruedas… ¡sería una bicicleta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario