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Puebla en 1900




1ª Parte de 2
La ciudad de Puebla en 1900 se componía de 391 manzanas regulares que contenían 2,619 edificios con valor histórico construidos entre los siglos XVI y XIX, y de los cuales 61 fueron destinados, en alguna época, al culto religioso. Hoy, 71 inmuebles han sido destinados a fines educativos y servicios asistenciales, así como para el uso de actividades civiles y militares. Los 2,487 edificios restantes son inmuebles civiles de uso particular. Esta zona centro contiene, asimismo, 27 plazas y jardines históricos. (1)

Uno de los lugares más entrañables para los poblanos es el zócalo, desde su origen hasta la actualidad, es el centro neurálgico de la vida urbana de la ciudad; lugar de encuentros, de política, de economía, de manifestaciones, de cultura popular y de cultura elitista. Un corazón latente por el que ha paseado toda forma de felicidad y de desdicha, del suave beso de los novios a la picota criminal.

“Hacia 1900 la ciudad era muy pequeña, era tan pequeña como el tamaño del centro histórico actual. Eso era la ciudad completa, y todos los servicios y los equipamientos estuvieron siempre concentrados en las calles principales. ¿Cuáles eran las calles principales? aquellas que tenían relación con los caminos nacionales, llamados caminos reales en tiempos remotos, y que a su vez eran aquellos que comunicaban con poblaciones importantes, son caminos de tránsito, por ahí se hacía la movilidad de la población, de la producción y otros asuntos de tipo económico. Entonces la movilidad es corta, los tramos que se recorren son muy cortos, pequeños, no hay periferia. En 1900 todavía no hay elementos periféricos”. (Carlos Montero Pantoja)

Sabemos por Hugo Leicht en Las calles de Puebla, publicado en 1934, que los  poblanos estaban satisfechos con su plaza central desde el 9 de julio de 1537, cuando los vecinos no aceptaron una forma rectangular y propusieron una cuadrada, como la que conocemos.

En el cabildo se dijo: “que las plazas es una de las cosas que han de estar puestas en razón a cuadra, porque en general, e que haciendo los portales (del ayuntamiento) en la plaza queda la plaza fea, por estar trazada sorrongada, e que por esta causa es justo que se hagan dentro del los solares del Consejo”. La llamamos zócalo por tradición, pero ha tenido otros nombres como Jardín Principal, Jardín Central, Parque Central; en 1919 se llamó Parque Juárez. Le llamamos Zócalo hace más de cien años, pues, de acuerdo con Leicht, con este nombre aparece por primera vez en el almanaque de Mendizábal de 1905: “Parque central, vulgarmente del zócalo”. (2)

Hasta 1854 este lugar se empleó como mercado, plaza de toros, escenario teatral; además de que la Audiencia de México dictaba aquí sus sentencias, por lo que existió la picota, donde martirizaron a algunos de nuestros parientes, retirada en 1535, pero sustituida por la horca, finalmente quemada en un motín popular en 1729. (3) Para la felicidad y para el dolor, todos los caminos conducían al zócalo.

“De Atlixco a Puebla venimos dos veces en burro. Ponía mi papá un huacal de un lado y otro del otro. Ponía dos huacales, y ahí nos traían, a mis hermanos y a mí. Fuimos muchos, y entonces nos acomodaban en huacales. Todo el día de viaje, parábamos a comer en Los Frailes, que era una estación como de paso, cerca de Los Molinos. Ahí comíamos. Llevaba mi mamá huevos cocidos, cosas secas. Comíamos ahí. Luego de Los Frailes nos seguíamos hasta aquí, hasta Puebla. Llegábamos al zócalo. Se usaban los tranvías, todavía habían tranvías en la ciudad. Los jalaban unas mulitas. Aquí, mis tías vivían en la 2 Poniente. Y ahí parábamos con la familia, llegábamos con la familia. Veníamos huyendo de la Revolución”. (María  Santillana López)

Por la plaza se podían ver caminando innumerables hombres ataviados con calzón y camisa blancos y mujeres de faldones oscuros, rebozo y trenzas; cargados de bultos, deambulaban por todas las calles de la ciudad. Eran el elemento popular y, sin ninguna duda, la mayoría. Mestizos e indígenas aculturados que con suerte habían aprendido las letras en una precaria instrucción, eran la mano de obra para casi todos los quehaceres, los oficios, las edificaciones. Permanentes corre-ve-y-dile y acarreadoras de toda clase de productos de las tiendas a la casa del patrón. Sirvientas, marchantas y comerciantes del mercado. En muchos de los casos ambulantes. Ellos, los señores, eran los constructores de la ciudad: albañiles, artesanos y artistas que construyeron piedra por piedra los suntuosos edificios y posteriormente las colonias, las ornamentaciones interiores y exteriores; cargadores, obreros textiles, ferrocarrileros. Y, por supuesto, los clientes impetuosos de las pulquerías.

“Entonces, esas pulquerías se nutrían de la gente de los mercados, de los obreros que había alrededor de esos rumbos, porque ahí había muchas fábricas textiles como La Tatiana, La Leonesa, Angélica, La Moderna, muchas fábricas textiles que daban mucho trabajo a mucha gente y por eso ahí se reunían las gentes a descansar un rato y, claro, como siempre, había quien se excedía, pero entonces no había “wine”, no había alcoholes de otro tipo mas que había pulque. Había una cosa que se llamaba el caliente, había una vinatería que se llamaba La Industria, y ahí vendían un alcohol al que revolvían con una piedra llamada alumbre, y eso hacía que la persona que lo consumía se le hincharan sus pies. Por eso, entre la gente pobre de nosotros, le llamábamos a esa cantina El cementerio de los elefantes. Esa estaba en la 16 poniente y 5 norte. Apenas hace poco tiempo la acaban de quitar, todavía existía. Había otra que se llamaba la Cámara de Gases. Esos eran los nombrecitos folclóricos que salían del pueblo, no salían de nadie más”. (Juan López Cervantes)


Citas
1) La renovación urbana, de Carlos Montero Pantoja, BUAP, 2003, p. 152
2) Hugo Leicht, Las calles de Puebla, 1934, reimpreso en 1992 en Quinta edición por el Municipio de Puebla, p. 483
3) Fuente: http://www.turismopuebla.com/wiki/index.php/Puebla_Municipio
 

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