Podía uno dudar de si realmente Magno
bailara. Era un hombre tan serio, seco podría decirse; inexpresivo, en todo
caso. Él fue uno de los miles de jóvenes poblanos que bailaron en aquellas
décadas felices de los años cincuenta y sesenta. No había internet, menos había
Facebook, entonces lo que había eran bailes. No importaba quién fueras, podías
ser maestro, ferrocarrilero, empleado de correos o telégrafos. Los viernes
salías de tu trabajo y llegabas directamente a la regadera, te bañabas a
conciencia y lo que resultaba de aquella faena no era un hombre común y
corriente, era un dandie, un figurín impecable que no toleraba ni una arruguita
en su elegante traje casimir. Como cometas dejaban un halo detrás suyo de un
aroma envolvente y dulzón; el cabello corto de copete generoso con abundante
brillantina; mancuernillas doradas en los puños de la camisa que hacían juego
con el pisa-corbata en el centro del pecho. Y los zapatos cabalmente negros de
brillante charol. No imaginaba a Magno al iniciar este relato pero ahora sí. Lo
veo de cuerpo entero, con su piel morena arabesca y las negras ojeras
enmarcando sus ojos. Ojalá entonces fuera más expresivo, guapo quizás. A sus
setenta y cuatro años ya no le noto nada de eso. Como sea, esto fue lo que me
platicó.
“Cuando ya estábamos en edad de ir a
bailes y eso, íbamos al Casino, por el Carmen. Y el Pasapoga, que era un bar como
para parejas. Iba uno en forma cordial, a tomar algo, estudiantes o personas
mayores. También me tocaron los bailes del Carolino.
“Esos bailes los organizaba la Federación de la Juventud
Poblana, podían ser de Leyes, podían ser de Medicina, según ganara la
federación de una escuela o la otra. Y hacían su negocio los muchachos, porque
era un baile de blanco y negro, que era el baile de la federación.
“Los bailes eran para universitarios
y todo tipo de gente y usaban los tres patios del Carolino con varias orquestas:
Arcaraz, Beltrán Ruiz, Gonzalo Curiel, Pérez Prado, Agustín Lara; venían al
menos tres orquestas, una para cada patio del Carolino. El segundo patio ya tenía
prados, pero lo adaptaban para que se pudiera bailar.
“Eran bailes populares pero muy
elegantes, teníamos que llevar traje negro o smoking. El piso que recuerdo
estaba muy bien, se podía bailar bien, o en los pasillos, como son anchos,
también bailábamos ahí.
Con los bailes se hacían de recursos
para la federación, y una parte iba para la escuela, ya fuera leyes o medicina.
Aunque, como siempre, hubo algunos vivales que salieron ricos de ahí.”
Magno murió una semana después, ya
hace cuatro años.
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