En recuerdo de Ruth, a 29 años de su partida
Las historias de monjas en la ciudad de
Puebla son cuantiosas, en algunas crean platillos históricos o bebidas espirituosas,
en otras cumplen roles de muchachas rebeldes que fueron enclaustradas en algún
convento para reconvenirlas en enderezar sus vidas. Y otras historias en las
que esas monjitas se han convertido en espectros espeluznantes que nos amenazan
debajo de sus raídos hábitos. Esta es una leyenda moderna que proviene de una
escuela secundaria de la localidad.
En la
Escuela Técnica Uno había muchas historias porque era un edificio muy viejo.
Estaba en la 22 oriente 1402, por la Fuente de los Muñecos, entre Xonaca y
Xanenetla. Ahí está todavía la Técnica Uno, que entonces era el edificio de un
convento que convirtieron en escuela, primero fue la Pre-vocacional Uno y
después fue la secundaria. Era una casona vieja tipo convento, con patios, arcos
y muros muy gruesos, los veladores contaban muchas historias de lo que ellos
veían o les habían contado que ocurría ahí. En la parte alta se impartían talleres,
pero junto había una parte que ya no se usaba -por seguridad más que nada-,
estaba abandonada.
El
piso de duela de algunas partes ya se había levantado y lo que había abajo era
el piso original. Se veían huecos enormes también en los muros. Como era
convento, se decía que muchas familias nobles de la época de la colonia y hasta
del siglo XIX, metían ahí a sus hijas cuando resultaban embarazadas o algo les
resultaba mal; se decía que ahí, en esas paredes, las monjas emparedaban a los
niños recién nacidos, también emparedaban a algunas monjas que se morían, y que
ahí los dejaron, y que en una de las partes que se cayó se podían ver los
bultitos.
Otra
historia de la secundaria Técnica Uno era la de una muchacha, que había una
muchacha que no quería casarse con quien le decían sus papás, se negó durante
un tiempo hasta que la metieron al convento; la joven iba muy triste y en la
primera oportunidad que tuvo se ahorcó; se decía que en las noches se aparecía
esa muchacha. Por eso los veladores no iban de noche a esa zona, porque se veía
la sombra de la muchacha colgada. Todo había sucedido en la época colonial. (Carmina
Conde)
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