El lago Lleulleu es enorme y tiene la forma de un corredor
humano sin cabeza, es decir, un tronco de donde salen dos brazos y dos piernas
extendidas, cuyo espejo de agua se explaya por 4,300 hectáreas en las faldas de
la cordillera de Nahulebuta. Nuestro campamento queda ubicado en el “hombro”
derecho desde donde se nos permite ver un fragmento del “brazo” y la profunda
extensión de su “pecho”. Esta forma la vi después en Google Earth, por el
momento era imposible percibir nada excepto su grandeza. El Lleulleu se dice
que es el poseedor de las aguas más vírgenes de Chile y presumiblemente el lago
más limpio de América Latina. Y sí, pudimos constatarlo.
En el camping fuimos recibidos por su joven propietario
Felipe Meñaco, hijo del activista mapuche Domingo Meñaco, que estuvo preso en
el fragor de alguna de las numerosas luchas que este pueblo ha entablado con
toda clase de invasores, desde los españoles del siglo XVI. A la luz y el calor
de nuestra fogata Felipe nos platica que el camping es “territorio recuperado”
por el pueblo mapuche y que es mantenido por su familia en trabajo Mingako, que es trabajo comunitario; el tequio de ellos. El enorme lago está circundado
por caseríos cuyas lucecitas vemos a lo lejos, que a veces llegan a formar
incipientes aldeas, la mayoría dedicadas a servicios turísticos.
En la noche tuvimos la primera prueba de la resistencia al
frío de parte de nuestros amigos chilenos, pues mientras nosotros tiritábamos
abrigados con nuestra chamarritas, ellos andaban con camisetas y shorts. Y
algunos de los muchachos descalzos. Estuvimos tres apacibles días con sus
noches en el Lleulleu, es difícil describir tanta quietud debajo de un enorme
sauce llorón, al borde de un lago apacible que solo en las noches desataba
cierta actividad de olas y el ruido de su hipnótico vaivén. Uno de esos días lo
aprovechamos para ir a la ciudad de Tirúa a entrevistar, gracias a las
gestiones de Cris, a su alcalde mapuche, el primer munícipe indígena de los 15
que hoy tiene la república presidencialista (llamada así porque no existen
regiones o estados autónomos, sino que la presidencia designa gobernadores,
llamados intendentes, que gobiernan y aplican los recursos de las 15 regiones
que componen el país). En el camino tuvimos que pasar por Quidico, una bonita
playa atiborrada de paseantes en donde las olas advertían de un mar muy picado,
vacío de bañistas que permanecían reunidos en la arena. No sé en realidad si se
trataba de arena, vimos la playa de lejos, porque nunca vi arena en mi contacto
con el mar del sur chileno. Son playas y lagos de piedras, de piedritas,
millones de piezas alisadas por la erosión del viento y el agua por las que en
ocasiones es difícil caminar. Y claro, la tentación de recoger piedritas es
enorme, de forma tal que caminar sobre ellas es un asunto sumamente dilatado.
Cruzamos el puente del río Tirúa para entrar a la ciudad, una municipalidad
costera con calles amplias medio vacías en un mediodía de viento frío y sol
opaco.
El alcalde Adolfo Millabur Ñancuil, de unos 45 años, nos
recibió en su despacho. Me interesaba conocer su versión sobre algunas inquietantes
noticias que había leído sobre los pueblos mapuches en el Chile de hoy. En
concreto, la aplicación de la ley antiterrorista casi exclusivamente para ellos
y la situación de la Machi Francisca Linconao, autoridad mapuche, que fue
acusada junto con 10 comuneros mapuche de un ataque incendiario que originó la
muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay en 2013, y que este año de 2017 se puso
en huelga de hambre contra la acusación de terrorismo que a sus 81 años es evidentemente
insostenible. El caso de la Machi Linconao volvió a poner en el banquillo a la
Ley Antiterrorista creada por Pinochet para encarcelar opositores e
inexplicablemente mantenida por la democracia, entre sus efectos perniciosos
dobla las penas en casos de incendio, homicidio y secuestro; permite el uso de
testigos protegidos y extiende los períodos de prisión preventiva.
La guía espiritual cumplió nueve meses en prisión
preventiva en medio de un gran debate nacional, en enero fue trasladada al
Hospital Intercultural de Nueva Imperial y entre muchas protestas publicó un
video dirigido a la presidenta Bachelet en el que le expresaba estas palabras:
"Le exijo que venga a verme, yo tomé la huelga de
hambre, estoy sufriendo y usted entenderá, como mujer y doctora. Usted tiene
que apoyar a la mujer, soy inocente del caso Luchsinger-Mackay, injustamente
llevo encarcelada nueve meses, usted tiene que hacer algo."
La presión de diversos organismos de derechos humanos y
parlamentarios provocó que la Machi dejará atrás los nueve meses de encierro y
los 14 días de huelga de hambre para un arresto domiciliario mientras se
resuelve el caso.1
El alcalde Millabur, que es un político formado, me
respondió con inusitada sinceridad todas mis preguntas. El conflicto mapuche no
tiene similitud con el fenómeno étnico de nuestro país, donde los pueblos
originarios han sido doblegados en prácticamente todos los casos; allá los
mapuche siguen en pie de guerra, no se reconocen como chilenos “más que
formalmente” y tienen claro que su lucha es por recuperar lo que alguna vez fue
suyo y que les ha sido arrancado por los españoles, chilenos, alemanes, italianos
y cuanto extranjero ambicioso ha pisado su territorio. Sobre nuestro
campamento, nos platicó:
“Cuando yo era niño pasaron cosas muy terribles, desde que
tomaban a la gente, la subían a un helicóptero y los metían en botes en el lago
LLeulleu, los amarraban y los metían al lago para que dijeran quiénes eran los
que estaban ahí dirigiendo y quiénes estaban contra de gobierno.”
La entrevista se publicará por ahí, seguramente el blog “de
antropología mexicana” lo pondrá a tu disposición. De regreso al Lleulleu vimos
en la carretera dos mensajes: “Territorio río Mapuche” en una madera y “No a la
minera” en la pared exterior de una parada de bus, por cierto ampliamente
utilizadas para esos efectos.
A los tres días, adiós Bío Bío, partimos de la Región de La
Araucanía para sumergirnos más al sur, con vistas espectaculares como la que se
aprecia del mar desde Marihuen. Comenzamos a circular por tramos más o menos
largos de terracerías en buen estado, pues ha sido larga la sequía, atravesando
hermosos e impresionantes ríos como el Imperial, de al menos 150 metros de
ancho; polvosas serranías pobladas de tupidos arbustos y, de pronto, el océano Pacífico,
como nos ocurrió antes de llegar a Hueñalihuen. Las paradas de los autobús (“buses”)
en la carretera son pequeñas y graciosas cabañas de 4 X 2.5 metros cuadrados.
Nos detuvimos a comer en Carahue, un pueblo grande de viejas
casas de madera que mezclan lo mejor de las culturas huilliche, la rama austral
del pueblo mapuche, y española, revestidas de tejuela. Una farmacia del Dr.
Simi en una céntrica esquina (sin consultorio, por cierto) y una amplia plaza
central con un pequeño mercado de puestos de artesanías. Comimos en el “Restaurante
Histórico”, así se llama, contra esquina de la plaza, merluza con papas a la
francesa y una salsa de chile (aquí “ají”, por favor) muy cocinada y sabrosa.
Al salir de Carahue atravesamos sus barrios de madera.
Llama mi atención una pequeña parabólica en una casa marca “Telmex” y una serie
de anuncios pulcramente elaborados por alguna autoridad que hacían indicaciones
en lenguaje inusual para ese mexicano extraviado: “No virar izquierda” o “Arriendo
sitio”. Y en alguna pared, con ignorante autoridad: “No botar vasura”, la
primera falta ortográfica de muchas que me habría de encontrar en el trayecto,
pues percibí que en este renglón los chilenos no son muy fijados.
Pasamos por la histórica Nueva Imperial, donde se firmó el
Pacto de Negrete (Paz de Quilín) en 1641. Y en Temuco, pueblo arbolado, volvimos
a tener una muestra de la arquitectura maderosa en agraciadas casas con techos
de dos aguas y multifamiliares del mismo material, muy distintos, diversos y
bonitos, construidos para seres humanos y no para palomas, como los de acá.
En esta zona de carreteras principales se multiplicaron los
viajeros “a dedo”, es decir, mochileros, como también les llaman. En Osorno nos
despedimos del territorio mapuche para entrar a una suerte de Sajonia chilena.
A esta región llegaron sucesivas migraciones de alemanes desde finales del
siglo XIX con infinidad de implicaciones para la flora, la fauna y el paisaje
circundante. Hoy es la zona ganadera con los mejores pastos de Chile y rápidamente
reconocí el fino ganado “cara blanca” pastando en la llanura, que proporcionan las
mejores carnes y los mejores quesos con su leche selecta.
- Debe
haber buena leche aquí –le dije a Frank, que manejaba extasiado.
- ¿Leche?,
aquí está toda la leche de Chile –respondió.
Íbamos veloces, la idea era llegar al lago Rupanco antes de
que cayera la noche.
Las fotos, cortesía de Malú Méndez Lavielle.
Cita:
1 El Mostrador, por Catalina Barrios, 7 enero 2017
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