La
leyenda de los chiles en nogada tal vez no sea propiamente una leyenda sino historia, simplemente, puesto que no hay nada excepcional excepto el talento y el
arte culinario depositados en ellos. Viene al caso porque ha
iniciado en Puebla la esperada temporada de chiles en nogada, una tradición
excelsa y exquisita que me ha contado para un proyecto llamado preventivamente Leyendas poblanas vueltas a contar, Ernestina
Madrid Cáceres.
La
historia de los chiles en nogada no comienza en un convento, sino en una casa
de la ciudad de Puebla que pertenecía a tres señoritas hermanas que tenían gran
amistad con las religiosas. Ellas llevaban noviazgos formales con tres oficiales
del ejército trigarante, que en esos días de 1821 había entrado triunfal a la
ciudad de México.
Un día
de principios del mes de agosto, los novios de las señoritas les preguntaron de
qué forma podrían recibir en Puebla al generalísimo Iturbide, pues tenía
planeado visitar la ciudad; que en opinión de ellas cuál sería el manjar más
indicado que pudiera complacer los gustos de don Agustín, de quien se sabía que
disfrutaba enormemente de los platillos regionales que tuvieran productos
frescos de cada estación. Y lo más complicado, que fuera un platillo que
tuviera los tres colores que representaban las tres garantías del ejército de
Iturbide: verde por la esperanza, blanco por la religión y rojo por la sangre
derramada. Se pusieron a trabajar de inmediato en la idea, pero pronto se
dieron cuenta de que sus conocimientos no iban a tener ningún buen resultado,
el mole no se llevaba con ninguno de esos colores, el verde del pipián era
demasiado pálido y no se imaginaban cómo podían incluir los frutos de la
temporada que en agosto son variados y de todos colores. Acudieron entonces con
sus amigas las monjas de Santa Mónica, que se pintaban solas para eso de la
creatividad y las delicias.
A las
monjitas les llevó muy pocos días dar con la solución. Sor Engracia reunió a
las cocineras y a las entusiastas en el huerto y ahí reflexionaron a la sombra
de los nogales y las granadas que en ese momento se desparramaban de dulzura y
color.
De la
hortaliza recogieron los mejores chiles poblanos, grandes y gordos, jugosos y
verdes, que rellenaron con un guiso que llevaba carne picada de res, duraznos,
manzanitas, nueces y otras delicias; con la nuez hicieron una crema blanca
moliéndola muy bien en el molcajete para bañar los chiles y con la granada
adornaron la salsa y agregaron el color rojo de la bandera. Desde el principio
advirtieron que la salsa blanca tapaba el color verde de los chiles, por lo que
le agregaron una ramita de perejil para que desde el primer impacto el platillo
exhibiera los tres colores requeridos.
Sobra
decir que el 28 de agosto de 1821, cuando don Agustín de Iturbide llegó a
Puebla en visita oficial, el platillo de Chiles en Nogada fue de su completo
agrado, convirtiéndolo desde ese momento en una institución y en una tradición
que todos los poblanos respetamos hasta la fecha. Los meses de agosto y
septiembre de cada año, las familias poblanas, siempre ceremoniosas y
tradicionales, elaboran en familia los numerosos pasos que hay que seguir en la
receta de los chiles en nogada, una delicia inimitable e inolvidable.
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