Rosita Gastelum me recibió gracias a su hija Rosa que hizo el contacto y nos reunió en la cocina de su casa en el barrio de San Antonio. Ahora se ha rebelado contra la opresión, pero a sus más de ochenta años tal vez sea demasiado tarde. Hoy nadie la reprime ni la explota, tiene tanta libertad que hasta es capaz de recordar su historia sin rencor… Bueno, sin mucho rencor. Este testimonio forma parte de mi último libro llamado El Club de los recuerdos , una alegoría sobre la memoria poblana que muy pronto verá la luz. Fui una niña muy obediente, muy bien portada y muy babosa. Ahora comprendo –demasiado tarde–, que debía yo de haberme rebelado, haber protestado porque aparte de eso, de ser sirvienta de mis tíos, el maltrato que me daban. Me refugiaba en la religión, que me dio el consuelo de decir hay un Dios que me ayuda. Yo tuve muchos problemas. Sobre todo porque yo había salido del Colegio Salesiano, donde estuve dos años, y yo, según mi mamá, iba a seguir estudiando, y...