En 1979 la UAM-Xochimilco era una
unidad recién inaugurada, quedaba en las márgenes de Xochimilco justo en los
límites de Chimalhuacán, frente al canal de Chalco que va y desemboca en
Cuemanco. Todavía está ahí, claro, pero ahora la urbanización ocupa todo, antes
estaba vacío, el campus estaba apartado, no tenía las colonias encima como
ocurre hoy.
El sistema modular de educación de
la carrera de Diseño Gráfico de la Comunicación, como se llamaba, me decepcionó
desde los primeros días, pues se trataba de enfocar nuestras carreras a la
sociología, cuando lo que yo esperaba era dibujar sin fin sobre papeles en un
restirador. Lo hicimos muy parcialmente, pues estuvimos tirando líneas
verticales sobre cartulinas en una materia de dibujo, mientras que las otras
cinco consistían en leer un volumen de historia y sociología bastante bien
hecho, pero insuficiente para interesar a aquellos estudiantes en esos temas,
pues tenían, incluidos los maestros, mentalidad de ingenieros, muy técnicos y
poco preparados para la ciencia social.
Pero mal que bien yo traía tres años de historia y sociología marxista
de la UNAM, donde cursé la carrera de Estudios Latinoamericanos en Filosofía y
Letras, por lo que resulté el tuerto en la tierra de los ciegos.
Como seguramente había pocos
maestros, eran los propios arquitectos y diseñadores los encargados de darnos
las materias de sociología. Al menos uno de ellos me agarró de su changuito y
me puso a dar las clases de historia y de sociología. A mí me resultaba
divertido, pero a mis pobres compañeros no.
De la UAM saqué en limpio un mejor
pulso para dibujar con ese ejercicio que repetimos todo un año y un poco de
práctica para mi futuro empleo de profesor. Calificación 10.
Tuve que abandonar mis estudios por
un infortunado accidente automovilístico que me dejó sin vehículo y sin
trabajo, pues entonces vivía en Tlalmanalco, hogar de mi hermano Jaime, un
antiguo pueblo situado entre Chalco y Amecameca, y trabajaba en la compañía
Dupresa, fábrica de durmientes de concreto para ferrocarril, que estaba en
Santa Catarina Yecahuizotl,
junto a la autopista a Puebla, en el límite sur de la ciudad de México,
mientras que estudiaba en Xochimilco.
Una cosa estaba ligada a la otra
y, al prescindir de automóvil, me fue
imposible sostener mis otras dos actividades. Sin trabajo no podía pagar la
colegiatura, que no era precisamente barata, y sin carro no podía llegar a la
escuela.
Como querer es poder, pienso ahora
que pude seguir estudiando, pero en realidad la principal causa del abandono
fue mi decepción de la academia de Diseño Gráfico de la Comunicación en la UAM,
que me pareció mediocre, no le di chance a la carrera de mostrar sus bondades, como
supe después que las tenía, me aceleré y la deseché con olímpico y juvenil desprecio.
Caro lo habría de pagar, pues me hubiera gustado acabar siendo diseñador, pero
la vida es así. Y tienes que comprenderla.
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