El
doctor David Sánchez Rodríguez fue un médico radiólogo poblano que conducía en
nuestra estación un programa semanal llamado Caminos de Ayer; era la radiodifusora de Sergio Mastretta y sus
hermanos en la ciudad de Puebla, en la frecuencia del 105.1 FM. Yo era
productor. Cuando el programa arrancó fungí de patiño de David unos dos años,
antes de convencer al pediatra Luis Di Lauro para que fuera su patiño los
siguientes años. Porque era claro desde el principio que el programa de David
Sánchez iba a durar hasta que el cuerpo le aguantara, como ocurrió.
Durante
una hora, a las 8 de la noche, el doctor programaba boleros de su selecta
discoteca particular y hacía comentarios entre canción y canción. Y sabía
mucho, eso que ni qué: anécdotas de primera mano, datos raros sobre las
canciones o sus autores y más. El Doctor Sánchez tuvo algún momento de farándula
en su vida y conocía a gente del medio como Amparo Montes, que estuvo en el
programa, Carmela y Rafael con quienes compartimos una noche deliciosa, Chucho
Zarzoza y Pepe Jara, que en algún momento nos acompañaron.
Así fue
como un día se presentó don Manuel Esperón más puesto que un calcetín para
recibir un modesto homenaje de nuestra parte. Lo acompañaba su esposa y don
Manuel, con sus 83 años a cuestas, se había venido manejando él mismo desde la
ciudad de México.
Ataviado
con la boina vasca que tanto le gustaba, don Manuel era un anciano caluroso y
anecdótico. Se sentó en el micrófono, aceptó un té y nos congració con
historias del cine mexicano que había vivido en su larga carrera de 489 películas
del cine nacional; de su poblanidad, como hijo de una pianista académica de la
ciudad de Puebla, que fue el primer estímulo en su carrera musical; de cuando
fue pianista en las salas de cine mudo, hasta que le tocó musicalizar su
primera película, La mujer del puerto,
del director Arcady Boytler. Anécdotas de la farándula, de la carpa, de la radio
(fue director artístico de varias estaciones) y, desde luego, de los
entretelones del cine mexicano.
Don
Manuel Esperón estuvo, por ejemplo, en la dramática escena del incendio de la
carpintería de Pepe el Toro en Nosotros
los Pobres; después de la escena –nos platicó-, Pedro Infante se fue tras
bambalinas y lloró sin consuelo durante unos interminables minutos para desazón
del resto del elenco; “no podía parar de llorar”, nos dijo. O en otra ocasión, cuando
regrababan la voz de Pedro frente a la tumba de su abuela (Sara García), el brazo
del micrófono, que estaba mal, se fue bajando y bajando, pero Pedro nunca dejó
de cantar, también bajaba. Cantó la canción enterita, y muy bien, pero terminó
con un cachete a ras del suelo. Todos lo aplaudieron a rabiar.
Si Esperón
solo hubiera escrito canciones como: “Ay! Jalisco, no te rajes”, “Amorcito
Corazón”, “Flor de Azalea”, serían suficientes clásicos para hacerlo inmortal”,
pero resulta que también escribió “No Volveré” (te lo juro por dios que me
mira), “Serenata Tapatía”, “Cocula”, “La Mujer del Puerto”, “Traigo un Amor”,
“Noche Plateada”, “A la Orilla del Mar”, “Un Tequila con Limón”, “Arandas”, “Mi
Cariñito”, “Maldita sea mi Suerte”, “Yo Soy Mexicano”, “Maigualida,” “El
Apagón”, “Mía”, hasta completar alrededor de 500 canciones grabadas.
Y así
se pasó la hora de Caminos de Ayer volando. Desde esa noche escucho Flor de Azalea (la vida en tu torrente
te arrancó) con distinta óptica, pues nos contó cómo fue que la hizo. Don
Manuel murió en 2011 a los 99 años de edad.
Fotos del Instituto Mexicano de Cinematografía,
Imcine
.
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