Puebla, miércoles 16 de julio de 1930. Poco después del mediodía del 15 de julio los empleados y clientes del Hotel El Centenario del centro de esta ciudad, tras escuchar una detonación, vieron a un hombre desnudo salir de la habitación número 27 al tiempo que gritaba: “se ha suicidado, se ha suicidado, llamen a la policía...”
A los
pocos minutos, paramédicos de la Cruz Roja encontraron a una hermosa joven
tirada sobre un charco de sangre, tenía un balazo en el estómago y la sangre
también le salía por la boca. Estaba viva, pero en muy malas condiciones. Murió
en la sala de operaciones sin haber podido pronunciar palabra.
Al
cuarto 27 también llegó el agente Francisco Rocha, quien pudo observar que el
balazo había penetrado por el lado izquierdo del estómago, que la pistola
escuadra calibre 38 Browning había caído también hacia su lado izquierdo y que
era raro en un suicida se aplicara el balazo en esa zona, en lugar del pecho o
la cabeza.
Su
acompañante resultó ser Francisco Carlín, agente de las Comisiones de
Seguridad, quien declaró que la mujer era Natalia Ramos, de 17 años de edad,
con quien mantenía relaciones hacía tiempo. Ella era mesera de un elegante
hotel de la Ciudad de México y desde cuatro días antes lo acompañaba en el
hotel. Carlín informó que luego de una juerga la noche del lunes, ese martes se
habían levantado tarde. Ella le trajo una palangana de agua para su aseo y,
mientras se enjabonaba la cara, escuchó la detonación. Cuando corrió a ver qué
pasaba, todavía pudo ver a Natalia caer sobre la cama, ensangrentada.
En los
días siguientes el agente Rocha llegó a conclusiones que eliminaban el
suicidio. La Inspección de Policía informó que la Oficina de Dactiloscopía
dictaminó que el arma utilizada carecía de huellas digitales, pero además se
enteró de que la víctima no era zurda, por lo que el impacto en el lado
izquierdo del estómago, y el arma tirada hacia ese mismo lado, hacían
improbable que ella se hubiera disparado. Pero además se enteró que la actitud
del agente Carlín distaba mucho de ser la de una persona sensata, pues la madre
de Natalia declaró que el agente se presentaba en su casa disparando su pistola
y actuando mal, que Naty no quería salir con él un día antes del crimen, por lo
que él se la llevó a la fuerza, amenazando de paso a su madre con que “tal vez
no la volvería a ver”. Así ocurrió.
El
agente Rocha, con el acopio de sus pruebas, consiguió una orden de aprehensión
por asesinato de Natividad contra Francisco Carlín, que aunque nunca confesó
haberle disparado fue declarado culpable del crimen y condenado a una larga
temporada en prisión. Los hechos fueron registrados en los expedientes criminales
de las historias ocultas de Puebla.
Paráfrasis de una nota aparecida en La
Opinión, el gran diario de oriente. Dirigido por J. Ojeda González, Puebla, Pue.
La Opinión, el gran diario de oriente
Puebla,
Pue. Julio-septiembre
de 1930
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