A mi marido lo conocí
porque no vivía aquí y nunca coincidíamos. Francamente no coincidíamos. Y “te
vamos a presentar a mi hermano, te vamos a presentar a mi hermano” y yo nunca
acababa de conocer al hermano de mis amigas que vivían en la 5 Sur. “Pero te
advertimos que es muy enamorado, si te llega a hablar no le hagas caso porque
tiene muchas novias, es muy enamorado. Y tiene mucha suerte porque las
muchachas le hablan mucho”. Y luego a veces me decían: “espéranos tantito,
nomás nos acabamos de arreglar y nos vamos, ya tenemos permiso”. Bueno. “Por
ahí contesta el teléfono”.
¡Ring! era una amiguita:
- ¿No
está Rafael...?
- No.
- ¿A
qué horas llega?
- Pues
no, no le doy razón. Ahorita no hay quien conteste, yo no sé.
“Pues son sus
amigas, te digo que lo buscan mucho. No le vayas a hacer caso.” Total que
pasaron como seis meses para que conociera yo al hermano. Yo decía “pues quién
sabe cómo será el hermano”.
Y ya, cuando lo
vi, pensé: “pues sí, está muy bien el hermano, pero ya me dijeron que es muy
noviero. No, para nada.” Y así nos pasamos mucho tiempo. “¿Quieres que te vaya
a dejar mi hermano?” No, no, mejor me espero a que vengan por mí. Ya, iba mi
mamá, o a veces los domingos mi hermano iba por mí. Adiós, adiós. Así nos la
pasamos como un par de años, para conocernos.
Luego de ahí,
pues ya, nos casamos. No dilatamos mucho de novios, como unos once meses y
luego ya nos casamos.
Mi mamá me regañaba
mucho, me decía: “que pena, qué vergüenza que digan que nada más a eso fuiste,
a estar ahí para que salieras de novia con este muchacho”.
- ¿Y
en qué trabaja?”
Y ya empezaba
el interrogatorio.
- No,
pues ahorita no tiene trabajo, está estudiando.
Total ni él
acabó de estudiar ni yo de trabajar porque pues ya nos urgía casarnos. Ya no era
posible, por eso nos casamos.
Testimonio
de doña Viviana Palma, hacia 1940 en la ciudad de Puebla.
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