miércoles, 6 de junio de 2018

Te calzo las calzas



Crónica de un ligue es el concurso apócrifo donde presuntos lectores del blog escriben sobre un encuentro amoroso, una colección de amantes que nos ofrece una visión multifascética del amor, como este concursante que se anima por una pasión poco convencional. Como diría Francisco Umbral en su Tratado de las perversiones: mientras no dañe a nadie.


Te calzo las calzas
Por S.O.S.

No sé si deba escribir esto. No sé si se pueda publicar.  Tal vez sea un enfermo, pero no soy un criminal. Tampoco sé si esto es un ligue o una obsesión. Por favor, discúlpeme, el horizonte del amor no tiene claras fronteras y yo no me enamoro de personas; bueno, sí son personas, pero en realidad la persona, entera, no me interesa. A mí me gustan los pies. Me enamoro de ellos, me podría casar con un pie. ¿Acepta como esposo a este pie? Sí, por favor.

Lo único que me interesa son los pies y en verdad no podría precisar si se trata de pies de mujer o de hombre. Me encantan todos los pies. Aunque prefiero a las mujeres. Los pies, quiero decir. Son delgados y suaves, 30 centímetros de sensualidad, de olor, de felicidad. Me gusta cuando mis amigas llevan tacones, me hago el loco y cuando se distraen huelo sus zapatos, me excita en extremo.

Es una afición que tengo desde pequeño. Claro, todo comenzó con los pies de mi madre. Ahora lo que más disfruto es ir a la playa a ver los pies de las mujeres, me gustan los de mujeres grandes, porque los más grandes son mejores, grandes y anchos, aunque hay números más pequeños que también son anchos y tienen forma bonita. Los que no me gustan mucho son los pies finos y huesudos, es algo que no me seduce. Pero estaría dispuesto a discutirlo.

Me gusta olerlos, masajearlos, lamerlos y alcanzar el clímax encima de ellos, eso me gusta.  Y si se descalzan en el autobús o en una cafetería no puedo contenerme, soy capaz de cualquier imprudencia, simplemente no lo puedo soportar. Ver cómo se descalzan es el strip tease perfecto ¡y en público!

Bueno, la cosa es que una muchacha preciosa –creo que era bonita, aunque no le vi mucho la cara-, en pleno Paseo Bravo comenzó a descalzarse tímidamente. Hermosa.  No levantaba mucho los talones, llevaba sandalias y empezó a notar que se me iban los ojitos hacia sus talones y entonces empezó a descalzarse totalmente, a arquear sus plantas al máximo y a mirar de reojo a ver cómo estaba de cachondo.

Y al verme que estaba rojo como un tomate de la excitación, pues, creo que supo que había llegado al clímax. Yo estaba enamorado, extasiado. Y no sé si eso califique como un ligue, para que el editor de este concurso de Crónica de un ligue, publicar mi amor por esos pies que no tenían nombre, ni moral, ni creencias, ni nada. Pues eran solo pies. Aunque me casaría con ellos.



Pieza de barro Zacatecas del autor del blog

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