Se festeja hoy el Día del Telegrafista mexicano para
conmemorar la huelga del 14 de febrero de 1933 cuando los telegrafistas
despertaron a la pesadilla de la modernidad. La tecnología del Maximato les
tenía una noticia: ya no eran necesarios, los ponían bajo las órdenes de los
empleados postales. Una humillación innecesaria para un gremio que fue de suma
importancia unos años antes, cuando el telégrafo vivió su época dorada, cuando
era imprescindible. De mi libro La raza de la
hebra, historia del telégrafo Morse,
revisado y aumentado, les presento este relato sobre los veinte años de
gloria del telégrafo Morse. Felicidades.
Si pudiera
hablarse de algo como la era del telégrafo tendría que ser esta década que va
de 1890 a 1900, la era dorada, el telégrafo fue la comunicación eléctrica
propiamente dicha, uno podría depositar sus telegramas en un buzón y el
servicio telegráfico se encargaba de hacerlo realidad en un mismo día. “Estaré
a las 8 como quedamos”, era casi una llamada telefónica”, “no podré ir a cenar
esta noche, lo siento”. El telégrafo estaba en todas las conversaciones porque
era la única comunicación más o menos expedita, aunque había una ineficiente y apatratosa telefonía desde 1878.
Los telégrafos
nacionales alcanzan a finales del siglo XIX, en pleno Porfiriato, su edad
adulta. Un sistema con cuarenta años sobreviviendo a condiciones políticas y
sociales muy difíciles, tenían su mayor mérito en haber sobrevivido a pesar de
todo. Llega a la década de 1890 como un instrumento eficaz e indispensable para
la comunicación, junto a su hermano mayor el ferrocarril, con el que tuvo un
parentesco de interdependencia, pues es difícil que el telégrafo hubiera
adelantado tanto sin el auge ferrocarrilero, pero es aún más difícil que los
ferrocarriles hubieran funcionado, como lo hicieron, sin la existencia del
telégrafo. Una relación que se ha observado apenas en la historia mexicana del
siglo XIX, donde los historiadores han dado la importancia que tuvo al
ferrocarril, mientras que apenas se han encargado del telégrafo.
De acuerdo con
la Ley relativa del 13 de mayo de 1891 se constituye la Secretaría de
Comunicaciones y Obras Públicas, quedando la de Fomento desvinculada de esos
rubros, la de Gobernación del ramo de Correos, la de Hacienda de los de
Comercio y Casas de Moneda y la de Instrucción Pública de las escuelas de
Ingenieros, de Agricultura y de Maquinistas.1
Como primer
secretario de la SCOP es nombrado Manuel González Cosío, en 1891, que se retira
al año para dejar el puesto al general Francisco Z. Mena, a quien toca
presenciar, e impulsar, una época brillante del telégrafo Morse, la más
brillante de cuantas haya conocido en su historia.
En los
siguientes veinte años fungieron como directores de telégrafos, sucesivamente,
José Ortíz (1888-1892), Saturnino Islas (1892-1896), Agustín Chávez (1896-1900)
y Camilo A. González, ingeniero como su antecesor, que terminó su
administración con el advenimiento de la Revolución en 1910.
Al llegar a la
Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, el general Francisco Z. Mena
organiza la Red Federal en veinte zonas, cada una a las "inmediatas
órdenes" de un inspector. A cada zona le correspondía, según su
importancia, un número determinado de oficinas que iban de ocho (la menor) a 24
(la mayor), haciendo un total de 280 oficinas con 31,800 kilómetros de líneas
instaladas.2
A raíz de la
crítica hecha en 1882 por el director Jesús de la Vega a propósito de "la
valorización de los mensajes oficiales", la Dirección de Telégrafos fue
desprovista de su oficina de contabilidad y estadística, por lo que el general
Mena, al momento de llegar, dijo que "como era natural, se pensó
inmediatamente en devolverle las funciones que le correspondían de derecho, y
así se creó el nuevo Departamento de Contabilidad y Glosa, que comenzó a
funcionar desde luego."3 Por tanto, la Dirección quedó
organizada en siete secciones (Construcción, Personal, Servicio, Almacén,
archivo y Contabilidad), dos Departamentos (Archivo General y Talleres) y una
Oficialía de Partes.
Se encontró a su
llegada con una total inexactitud en el registro de la instalación de líneas
que difería en miles de kilómetros, de acuerdo con los distintos funcionarios;
"contenía numerosos errores y solo daba una idea vaga del
desarrollo", por lo que fue necesario reunir datos y aprovechar informes
para presentar por fin en 1898 su "carta general administrativa, que
demuestra el número de hilos conductores con que se cuenta y la localización de
todos los circuitos."4
Debido al alto
costo que implicaba imprimir el material telegráfico en imprentas privadas, se
montó un taller de impresión que comenzó a funcionar en diciembre de 1897.
Pronto se vio la necesidad de contar, además, con un departamento de
encuadernación y otro de litografía, quedando terminados un años después. El
costo general
fue de treinta mil pesos, reportando para su primer año de funciones una
utilidad de cinco mil pesos.
Una nueva
organización escalafonaria era necesaria en la creciente planta de trabajadores
telegráficos, que ahora estará conformada por veintidós puestos administrativos
y técnicos en los que, ahora sí, queda clara la situación de los telegrafistas
operarios, situados en el quinceavo puesto de importancia y divididos de
telegrafistas de Segunda a Telegrafistas de Undécima clase. De entre los 593
telegrafistas operarios que Mena menciona en sus memorias de 1899-1900, 291
pertenecían a la décima clase en tanto que solo dos pertenecían a la segunda.
Se formaron así mismo cinco clases de celadores y nueve de mensajeros, siendo
también evidente su mayor número en las clases inferiores.
Respecto al
presupuesto, Francisco Z. Mena no cometió el error del director de la Vega al
solicitar que los mensajes oficiales fuesen pagados a la Dirección de
Telégrafos. Más diplomático, hizo su resumen numérico de los productos
federales del ramo, que ascendieron a $1,255,378.08, teniendo un déficit
"aparente" de $299,572.22, y apurándose a afirmar; "Considero solo
aparente el déficit... porque siguiendo la práctica establecida desde la fundación
de este importante servicio, no se ha incluido en la estimación de sus
productos el importe de los mensajes oficiales transmitidos durante el mismo
periodo."5
Para justificar
la serie de reformas al sistema telegráfico, Francisco Z. Mena prologa con una
sincera autocrítica sus Memorias correspondientes a 1896-1899: "De buena
fe se creía, aun por las mismas personas encargadas de administrarla, que
nuestra Red Telegráfica nada podía envidiar ya a las mejores del mundo en punto
a servicio y administración.
"Natural
era esta creencia. Restricciones que tenían su origen en añejas costumbres,
alejaban al comercio del Telégrafo Federal y limitaban el uso de éste a las
relaciones de familia, y como no había modo de establecer puntos de
comparación, no se tenía idea exacta del papel que deben desempeñar las
comunicaciones eléctricas en la vida activa de las sociedades modernas, y por otra parte,
imperaba el concepto erróneo de que siento oficiales nuestras líneas, debían
por fuerza ocuparse de preferencia en el despacho del servicio del Gobierno,
nada se les exigía fuera de ciertas horas y determinada labor, y de allí que
sus deficiencias pasaran inadvertidas."6
A partir de
entonces, se produjeron las reformas.
Era costumbre
que un empleado de la Dirección con el carácter de "habilitado",
hiciese el pago de los sueldos del personal de su oficina, mientras el Jefe de
la Central manejara el fondo destinado a la reparación de líneas, la
concentración de los depósitos y la recaudación de la misma Oficina Central.
"Todo esto es irregular" –expuso el ministro–, para remediarlo dispuso
que se crease un Departamento especial de Caja, dependiente de la Sección
Cuarta de la Secretaría, que se encargaría, en lo sucesivo, de la
administración de fondos para cualquier asunto de la Dirección. Sin embargo,
era difícil que un departamento de Caja, instalado en la Capital de la
República, pudiera suministrar fondos a una oficina del norte o sur del país
para el pago de su personal, para reparación de líneas y otros pagos suplementarios,
pues además de la obligada morosidad de los envíos, estaba el riesgo de
perderlos por asaltos o por simple mala administración, pues el medio millar de
oficinas instaladas en la República requería de fondos por lo menos cada mes.
Hubo que hacerse una de las modificaciones más trascendentales que
permitió augurar larga vida al sistema
telegráfico, una reforma que apenas hoy ha podido ser sustituida por los sistemas
bancarios de depósito: el giro telegráfico.
"Estudiando
este asunto con detenimiento –dijo el ministro Mena–, se vio que podía hacerse
el servicio en varias oficinas, a bajo precio y sin el menor inconveniente para
la correspondencia. En tal virtud, establecióse el 1o. de abril de 1898, siendo
luego favorablemente acogido por el público y facilitando desde entonces a la
Dirección General la derrama de fondos en las oficinas de la Red para el pago
mensual de los sueldos y gastos del Ramo."7
Pronto surgieron
problemas técnicos respecto a la acumulación de dinero que en algunas plazas
importantes empezó a darse; se implementó un "plan general de
concentración", que consistió en reunir los capitales de las oficinas
pequeñas en las más grandes que tuvieran cerca, estableciéndose un tope de
acumulación que permitiera a la zona una autosuficiencia de recursos, luego del
cual se destinarían los remanentes a la Dirección General ubicada en la Cd. de
México. Para tener una idea de su aceptación, durante el primer año de
funcionar el giro telegráfico, se transfirieron fondos de un lugar a otro de la
República por un valor de $640,000 pesos, obteniendo la Dirección como producto
del servicio de $2,156.568
Las reformas no
pararon ahí, las tarifas del servicio, "aunque basadas en un buen
sistema", dijo el ministro, "por el simple transcurso del tiempo
adolecían ya de numerosos errores que hacían imposible la depuración de las
cuentas." Para remediarlo, se procedió a una revisión general de dichas
tarifas concluida en 1898.9 En noviembre de 1899, se publicó un
volumen de las tarifas "federales y no federales",10 y en
marzo de 1903 otro, "refundiendo en ella todos los datos ya expurgados de
la anterior."11
El deseo de
simplificar las operaciones de canje de los telegramas y de introducir
economías en el personal de las oficinas foráneas, había hecho que se redujesen
solo en la Cd. de México los puntos de entronque que, conforme a la ley,
deberían tener las líneas federales con las del Cable para la correspondencia
destinada al extranjero, o que de él se recibiese para el interior de la
República. Este arreglo, si bien económico para el gobierno, era altamente
perjudicial para el público porque hacía más dilatado el curso de los
telegramas. En consecuencia, se indicó a la Compañía del Cable la necesidad de
modificarlo en el sentido en que se considerasen como de canje todas las
oficinas que tuviese establecidas. La empresa, debido a la cantidad de cambios
que resultarían con esta reforma, no se conformó por lo pronto, "pero
habiendo insistido el Gobierno, quedaron ultimados los arreglos y en vigor la
medida desde el 16 de noviembre de 1896."12
En favor de la
actividad del comercio y la industria, el Ministerio de Comunicaciones acordó
que se permitiera a todas las casas de comercio, fincas de campo y
establecimientos industriales "de cualquier género establecidas en el
país", a enlazarse con la Red Federal ya fuera por medio de hilos
telegráficos o telefónicos, "sujetándose a determinadas condiciones",
consistentes en no comercializar de ninguna forma el acceso a la Red.13
El 9 de enero de
1892, El Universal hace una crítica al gobierno por una reciente medida tomada
respecto a la "contestación pagada", que fue prohibida por el
gobierno. "En Francia –dijo el diario–, nació la idea de que se pagasen
los mensajes en el lugar de recibo, porque se comprendió que ningún negociante
podría distraer sus fondos teniendo en muchas poblaciones a gentes pagadas para
transmitirles noticias oportunas"; el periódico hacía notar también las
deficiencias que esto causaría para las corresponsalías de los propios diarios,
pues habría de "privarse de las ventajas que resultan a la prensa cubrir
el precio de los mensajes en la dirección", y pidiéndole al Secretario,
"muy respetuosamente", derogar "la determinación que
aludimos".14
El 26 de ese
mismo mes, el Universal informa que "se admiten nuevamente los mensajes
telegráficos de contestación pagada. Entre los requisitos –dice–, está que se
establezca claramente el número de palabras que el remitente pagó
previamente."15
Correspondiendo
a los llamados de los diarios capitalinos, también fue establecido "el
servicio de avisos telegráficos a Casas Editoras y Suscripciones a la
prensa", en condiciones "tan favorables para el público, que se
esperan buenos resultados".16 Y así fue, para 1902 había
acreditados corresponsales de periódicos en ciento sesenta y tres ciudades del
país "comunicadas por las líneas de la Red Federal", entre las
principales: Guadalajara con 25 corresponsales, Veracruz con 20, San Luis
Potosí con 18, Mérida y Monterrey con 17, Chihuahua con 16, Culiacán, Toluca y
Zacatecas con 13 y Hermosillo y Morelia con 12 cada una.17
Se dispuso que
22 de las principales oficinas de la Red permaneciesen abiertas durante la
noche, cobrándose la mitad de la tarifa reglamentaria a los telegramas
depositados después de las 22 horas.18 Esta mejora, establecida en
1896, fue pronto solicitada en otras ciudades por lo que, hacia 1898, eran 36
las oficinas del Ramo expidiesen recibos de todos los telegramas que se los
confiasen para su transmisión", medida que, según el ministro, "ha
sido generalmente apreciada y ha dado los mejores resultados."19
Se organizó para
el Distrito Federal un servicio de buzones y tarjetas-telegramas, comenzando a funcionar
en diciembre de 1896, estableciéndose sesenta buzones distribuidos en las
calles de la Capital.20
Para servicio de
las operaciones mercantiles de ciudades del interior de la República se creó
con fecha del 2 de enero de 1897 el Servicio de Cotizaciones, una transmisión
diaria de un mensaje con las noticias de los cambios y valores de la plaza de
México, “por la módica retribución de cinco pesos al mes, cualquiera que sea el
lugar donde se encuentre el suscriptor."21
Debido a una
nueva organización que se dio de 1897 al servicio de avisos telegráficos sobre
movimiento marítimo, se tuvo en la capital durante las primeras horas de la
mañana, "la noticia exacta de las embarcaciones nacionales y extranjeras
que durante las veinticuatro horas precedentes entraron a todos los puertos de
la República", o salieron de ellos.22
Telégrafos
prestaba de tiempo atrás un servicio diario al Observatorio Meteorológico
Central con el envío de noticias desde diferentes puntos del país, que
"era noble- -dice el ministro-, aunque deficiente e inexacto". Se
proveyó entonces de instrumentos a 32 oficinas telegráficas distribuidas en el
territorio nacional, lo que permitió enviar la Carta Diaria del tiempo, que
además de contar con las observaciones de los técnicos mexicanos, era asesorada
cotidianamente por la institución científica norteamericana "Weather
Bureau", "cuya valiosa
cooperación fue ofrecida al gobierno de México, fue ofrecida al gobierno de
México desde que se proyectaba esta empresa."23
Gracias a estas
Cartas del Tiempo, dice el ministro un año después, "es posible a esta
fecha pronosticar los “nortes” del Golfo de México por lo menos con un día de
anticipación. En los puertos –abunda el general Mena–, se avisa del Norte por medio
de una bandera especial que se manda izar en el faro cercano."24
Apunta el
ministro que la Dirección General de Telégrafos carecía de libros de consulta,
"tan necesarios para el servicio en todas las oficinas públicas", por
lo que se comenzó a formar la Biblioteca del Ramo "con las obras más
apropiadas a su objeto, principalmente aquellas que tratan de
electricidad."25 Para reafirmar lo dicho, el secretario mandó
traducir el libro "Lecciones de Electricidad", de Sylvanus P.
Thompson, que fue impreso en edición especial por la Secretaría.
Por otro lado,
para "educar convenientemente desde sus principios" a los empleados
prácticos del Ramo, y formar el personal técnico necesario, se fundó en enero
de 1898 un establecimiento de enseñanza "teórico-práctica" de
telegrafía, dependiente de la Dirección de Telégrafos, con un plan de estudios
"provisional", en tanto la experiencia "demuestra lo que más
convenga al mejor éxito de dicha institución", según el ministro de Comunicaciones. Una de las características
de la escuela, mencionó, es que "tiene cabida la mujer, cuyos servicios la
Secretaría a mi cargo ha tenido empeño en utilizar."26
Sin embargo, un
año después se muestra un poco desilusionado, pues "aún no es tiempo de
que la escuela de telégrafos dé todos los resultados que deben esperarse de
ella, pues todavía atraviesa por un periodo de modificaciones en su programa de
estudios, inevitables en una institución como ésta, enteramente nueva en el
país."27 Fue la secretaría de Guerra la que aprovechó la
existencia de personal apto para capacitar, consiguiendo que la Dirección
adiestrase en el manejo de heliógrafos a varios telegrafistas militares, pues
no se sabía “qué día serían necesarios sus servicios para cualquier
emergencia".28
Finalmente, se
creyó conveniente abrir en 1899 un registro de las reclamaciones que presentase
el público por faltas en el servicio. Ese año, según el ministro Mena, las
reclamaciones ascendieron a 140, de las cuales se encontraron 46 improcedentes
y 94 justificadas. de éstas se produjeron "por causa de fuerza mayor 16, y
por culpa del personal 78".29
La actividad del
tráfico, "cada día mayor en el Distrito Federal", debido no solo a
las facilidades que ofrecían los nuevos medios de locomoción, sino a "la
vertiginosa marcha" en que habían entrado los negocios, indicaron la
conveniencia de establecer diversas sucursales de la Central de Telégrafos de la Capital.
La idea del
Inspector de Sucursales, Roberto Traill, quien en un escrito del 5 de abril de
1900 solicitó a la Dirección "la autorización para unir las oficinas
foráneas de Tlalpan, Coyoacán, Mixcoac, Tacubaya y Tacuba". Para el primer
tramo sugería el aprovechamiento del antiguo hilo del sur, "actualmente
muerto en Huipulco", al que se enlazaría a Churubusco y Coyoacán,
aprovechamiento la postería de la Compañía Telefónica; de Coyoacán a Mixcoac
convenía abrir una oficina intermedia en San Ángel, y por último, unir a
Tacubaya con Tacuba, prolongando esta línea "hasta el pequeño pueblo de
Atzcapotzalco". Todo esto es realizable, dijo Traill, "con un mínimo
de erogación y tiempo", en relación con la enorme ventaja que reportaría,
"ya que el servicio aumenta diariamente, al grado de no dar abasto."
La Dirección
aceptó, designando como constructor al propio Traill, que terminó los trabajos
el 2 de julio de 1902. El único cambio que hizo a su proyecto original fue
aprovechar los postes de la "tracción eléctrica", que ofrecieron
mejores condiciones que los de la Compañía Telefónica.30
El General
Francisco Z. Mena dejó la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas en 1902
con un considerable aumento en todos los rubros de sus operaciones. Siete años
antes, al asumir el cargo, los ingresos de la Dirección de Telégrafos
alcanzaban la suma de 700 mil pesos anuales; al dejarla Mena andaba por el
millón y medio. Sus innovaciones fueron siendo retiradas o caducaron con el
tiempo, la telefonía avanzaba a principios del siglo XX, los servicios
telegráficos, a a veces sumamente ingeniosos, como los buzones telegramas, perdieron
interés y pronto desaparecieron.
Mena dejó cerca
de 50 mil kilómetros de líneas instaladas y se inauguraron numerosas oficinas
en el país, 33 de las cuales ofrecían servicio las 24 horas, 12
"prolongado", 323 ordinario y 6 servicio "limitado", que en
total hacían 379 oficinas telegráficas.
En noviembre de
1897 amplió la concesión a la Mexican Telegraph Co. mediante un nuevo contrato
cuyo plazo de vencimiento extendió hasta el 29 de marzo de 1929.31 Se
inauguró el servicio regular internacional, obteniéndose comunicación diaria
con Nueva York en enero de 1898,32 así como la participación
mexicana en la Unión Telegráfica Internacional, por lo que asistió a la
conferencia en Budapest en junio de 1896. Regularizó el servicio telegráfico
con Centro y Sudamérica, suprimiendo un gravamen del 5% en la tarifa
internacional, que si bien "estuvo justificado al principio por las
dificultades del cambio ... resultaba después demasiado alto", el 24 de
octubre de 1896.
La última
administración de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas porfirista
fue la del ingeniero Leandro Fernández, que corresponde a los últimos diez años
del anciano régimen, sensiblemente trastocados por los sucesos de la
Revolución.
En el telégrafo
esa década corresponde a la multiplicación de los sistemas de telecomunicación.
El sistema telefónico gana una aceptación propiamente masiva; y con menor
fortuna, aunque con el mismo entusiasmo, son introducidos a nuestro país los
cables subacuáticos y subterráneos, así como la telegrafía sin hilos, conocida
como radiotelegrafía. Los cables telegráficos, a su vez, son cualitativamente
mejorados con adaptaciones duplex, cuadruplex y múltiplex, que aumentaron
considerablemente su capacidad. Y en general todo el sistema telegráfico
nacional es removido por ese impulso de modernidad que despertó el nuevo siglo,
decisivos inventos en la ciencia de la comunicación eléctrica cambiaron la faz
del mundo. Y siempre sorprendentes, como ahora con la red de internet.
Leandro
Fernández comienza su administración en 1902 con 47,934 kilómetros de hilos
conductores del telégrafo federal, incrementados ese mismo año con las cesiones
de los gobiernos de Jalisco y Chihuahua que en total sumaban 1,086.
La creciente metrópoli
exigió la apertura de dos nuevas sucursales en Santa María la Rivera y la
Colonia Guerrero. Se cambia la oficina de Puente de Alvarado a la Glorieta
Colón del Paseo de la Reforma, con el objeto de "facilitar las
comunicaciones de las importantes colonias Juárez y Arquitectos", dice el
ministro en sus Memorias de la Secretaría, que en conjunto con las ya
existentes hacen un total de ocho oficinas en el Distrito Federal.33
Se implementaron
en Puebla y México aparatos impresores de caracteres comunes que, si bien no
eran una novedad en el sistema telegráfico, pues venían funcionando "hace
muchos años en las principales líneas europeas", nunca habían sido
introducidos en el servicio regular de la Red Federal.34
Se puso en
servicio la primera instalación de acumuladores "que ministran corriente a
las líneas que parten de la capital". En total fueron sesenta
acumuladores, que formaban "dos baterías de treinta elementos, que se
alternan en la carga y la descarga, componiéndose cada batería de tres grupos
de a diez elementos para producir veinte, cuarenta y sesenta voltios."35
Como no todas
las oficinas de un mismo hilo tenían igual movimiento diario de mensajes entre
sí, se dividió la línea en varias secciones, colocando en determinadas oficinas
aparatos repetidores con el objeto de
que las de una misma sección pudieran darle entre sí salida a su servicio, y solo
en caso de estar desocupados dos secciones inmediatas pudieran comunicarse una
a otra. Para ello se creó "un sistema de nomenclatura de hilos, con un
reparto de baterías en forma más apropiada. Esta adaptación ofrecía también
comunicación directa con poblaciones fronterizas o costeras, cuyo servicio era
lento por el número creciente de oficinas que se pasaban una a una los mensajes
y que fue remediado con los sistemas múltiplex de hilos directos de mayor
capacidad."36
Al revisarse el
sistema de tarifas vigente en
la Red Federal, el ministro Fernández
encontró un dato que no estaba buscando, pero no por ello resultó menos sorpresivo:
en 1906 había en la República Mexicana 474 oficinas federales, en tanto que las
"no federales", que podían ser de los gobiernos estatales,
concesionadas, particulares o de los ferrocarriles, sumaban 2,096. La
desproporción era mayor dependiendo de qué estado se tratara. Así, por ejemplo,
mientras que el Distrito Federal tenía 18 oficinas federales –son tantas porque
el ministro toma en cuenta las oficinas telefónicas del gobierno sin
distinguirlas de las telegráficas– había solo cuatro "no federales"; mientras
que en Coahuila había 14 federales y 100 no federales. Y así el resto: Chiapas
20 para 54; Chihuahua 24 para 59; Durango 16 para 74; Hidalgo 10 para 96;
México 6 para 155; Michoacán 12 para 198; Puebla 22 para 368; Veracruz 48 para
302, solo para nombrar algunos casos. Los estados de Campeche y Sonora eran los
únicos que contaban con mayor número de oficinas federales: 11 para 6 el
primero y 37 por 19 el segundo, debido probablemente a las campañas de la
Secretaría de Guerra contra los "indios insurrectos".37 Desgraciadamente,
el no distinguir las oficinas telegráficas de las telefónicas nos impide
apreciar con exactitud las dimensiones de esta desventaja federal, aunque es
notorio que eran las líneas de ferrocarriles las que mayormente contribuían al
desequilibrio. Las tarifas aplicadas a este cúmulo un tanto anárquico de
oficinas resultaron igualmente variables. "Los telegramas oficiales de la
Federación estaban sujetos en las líneas de ferrocarriles a distintas bases de
cobro", dice Fernández, quien gestionó con las diversas empresas y obtuvo
la aplicación del 50 % de descuento en las tarifas respectivas."38
Frente a las
empresas ferrocarrileras la Federación estaba un poco contra la pared. Aceptando
la anarquía en las tarifas del servicio telegráfico nacional, el gobierno se
conformó con presionar para imponer que "sus mensajes" (que era el
uso del servicio telegráfico federal sobre líneas de ferrocarriles”) obtuvieran
el descuento de 50 %que les correspondía por contrato. No más.
No era el único
punto de conflicto con las empresas ferrocarrileras, los problemas empezaron
desde la primera línea ferrocarrilera de 1853, la México-Veracruz. Los
ferrocarriles, al permitir instalar sobre sus postes líneas de la Federación,
maniataban al gobierno contra los abusos en las tarifas y pasajes, en donde
fueron denunciadas demasiadas anormalidades. El hecho de que existieran tres
vías de ferrocarril de una ciudad
a otra, pertenecientes a
tres compañías distintas,
era evidencia
que las empresas ferrocarrileras imponían su ley a la del Estado, que no podía
más que advertir "la inconveniencia" de este tipo de aberraciones en
el trazo de las comunicaciones.
Nunca se
recuperó el gobierno porfirista de esta dependencia, aunque tampoco se puede
negar que le sacó toda la ventaja que pudo. Entre 1902 y 1903, por ejemplo. la
Dirección de Telégrafos instaló líneas sobre postes propios 617 kilómetros, mientras
que sobre postes del ferrocarril colocó 676 kilómetros de cables.39
Al finalizar su gestión al frente de la Secretaría en 1910, el ministro Leandro
Fernández informó el estado de la Red: de los 68,771 kilómetros en que se
desarrollaban los hilos conductores 46,559.5 kilómetros fueron instalados en
postes de la Dirección de Telégrafos, mientras que 22,212 lo fueron en postes
de ferrocarril.40
Con el uso de
estas cifras cabe hacer una aclaración pertinente. Con la implementación de
sistemas dúplex, cuadruplex y múltiplex, de un kilómetro lineal de hilo
telegráfico podía obtenerse dos, cuatro y múltiples hilos conductores. Esto
quiere decir que "el desarrollo de 68 mil kilómetros de hilo, sino la
capacidad de 35,295 kilómetros, que es la longitud de las redes telegráficas al
acabar el Porfiriato. En las historias de México que he consultado se habla de 70
mil kilómetros de líneas telegráficas instaladas en el Porfiriato, mas no se
aclara nada sobre el desarrollo de los hilos, por lo que la cifra, usada así,
resulta inexacta. El Porfiriato termina con 35 mil kilómetros de líneas
telegráficas. Lo demás es especulación: de los hilos y de los historiadores.
Respecto a las
finanzas, el ingeniero Fernández se encargó de demostrar que el telégrafo era
un negocio solvente. Si bien de utilidades económicas simbólicas, lo importante
de sus largos y precisos informes numéricos fue dejar en claro que una empresa
bien organizada, administrada correctamente con todas las modalidades de
control, era capaz de financiarse sola. Este es un resumen de los números de la
Dirección de Telégrafos de 1902 a 1910:
AÑO
|
PRESUPUESTO
|
GASTOS
|
PRODUCTOS
|
VALORIZACION
TELEGRAMAS OFICIALES
|
1902-03
1903-04
1904-05
1905-06
1906-07
1907-08
1909-10
|
1,758,883.00
1,874,666.96
2,079,865.10
2,315,712.90
2,308,697.90
3,023,702.47
2,998,105.26
|
1,740,256.64
1,874,666.96
2,049,047.00
2,281,058.15
2,260,671.97
2,944,702.80
2,876,252.12
|
1,479,930.10
1,613,790.09
1,681,002.15
1,835,723.66
2,066,394.49
2,092,994.16
2,212,018.69
|
640,540.90
636,250.83
690,322.98
(*) 401,492.89
395,197.55
445,798.20
(**) 472,354.21
|
16,359,633.59
|
16,026,655.64
|
12,981,853.34
|
563,681,957
|
(*) A partir
de este año se considera que la Federación tiene un descuento del 50%, mismo
que se toma en cuenta.
(**) No fue posible encontrar datos del año fiscal
1908-09
De los números
anteriores se justifica lo que tanto habían reclamado los funcionarios del
telégrafo desde que empezó a funcionar debidamente. El alto costo de los
mensajes oficiales no permitió a la Dirección de Telégrafos trabajar con números
negros, obteniendo "un déficit aparente", como se hizo común
llamarlo. De estos números, decían sus directores, sumando los productos con la
valorización de los mensajes oficiales
da un total de $16,663,810.90; se resta en seguida la cifra de los
gastos totales de esos años de 16,026,655.64 y se demuestra una utilidad neta
de $637,155.26, cifra si se quiere modesta pero representativa.41
Tuvo otros
éxitos relativos el ingeniero Fernández, como su iniciativa por llevar a la
empresa telegráfica Federal a competir con lo último en materia de comunicación
eléctrica. Y una de las novedades era la telegrafía sin hilos. Y cómo no: una
administración telegráfica con cincuenta años de andar colocando hilos por todo
el territorio nacional, con un costo de mantenimiento bastante mayor al de su instalación,
se encontraba ahora con que el caro y delicado cable ya no era necesario. Para
don Porfirio no era una gran noticia.
Luego de unas
pruebas preliminares efectuadas en el Puerto de Veracruz, la Secretaría se
preparó para generalizar este novedoso ingenio sin hilos por toda la República,
sin contar que un equipo necesita para su trabajo, además de excelentes condiciones de instalación, un poco de buena
suerte. Y la telegrafía sin hilos comenzó con el pie izquierdo.
En 1903 empiezan
a funcionar dos estaciones de radiotelegrafía en Santa Rosalía, Baja California
y Cabo de Haro, Sonora. Su primigenio éxito animó a la Secretaría a instalar
inmediatamente otras.
En la misma
Península de Baja California, se escogió San José del Cabo para comunicarla con
su vecina Mazatlán, al otro lado del Mar Cortés. La estación fue instalada al
norte del importante puerto sinaloense, en un lugar llamado Cerritos, de donde
también se propusieron comunicar a las Islas Marías. Otro ambicioso plan de
comunicación inalámbrica fue pensado para el Golfo de México, intentando crear
una red radiotelegráfica que abarcaba la misma zona que los cables subacuáticos
no habían podido cubrir: de Veracruz a Campeche por la costa. Se instaló una
estación en el nuevo Puerto de Xkalak, Q.R., que lo comunicaba con la estación
de Payo Obispo, del propio territorio; otras en el propio puerto de Veracruz y
una última en Campeche.
La
radiotelegrafía no tuvo mejor suerte que los cables submarinos, tan sabrosos
para la fauna subacúatica. Un desastroso incendio provocado por causas no esclarecidas
destruyó prácticamente toda la estación en Cabo de Haro. Según el jefe de la
estación, limpiando el motor de gasolina, se incendió parte del líquido
"sin que él mismo pudiera darse cuenta exacta del origen del fuego",
que se esparció rápidamente por el fermentado suelo impregnando de líquidos
después de tantos meses de trabajo, hasta llegar a unas latas de gasolina, petróleo
y alcohol que en pocos minutos incendió la expuesta casa de madera destruyendo
los costosos aparatos.
La ausencia total
de agua en las cercanías de Cabo de Haro hizo notar a los inspectores la
inconveniencia de reconstruirla allí, por lo que se cambiaron todas las
instalaciones a las cercanías de Guaymas, por la parte sur, desde donde pudo
volver a comunicarse con Santa Rosalía después de varios meses de silencio.
La Estación
Cerritos tuvo a su vez un incendio que destruyó el motor eléctrico con el que
transmitía a San José del Cabo y las Islas Marías. Cuando el motor fue reparado
en Mazatlán, un ciclón pasó por el muñón de la Península de Baja California
inundado el terreno de la estación de San José y tumbando las torres, que
también tuvieron que repararse en Mazatlán. La comunicación estuvo interrumpida
cerca de dos meses. Al iniciarse nuevamente hubo que aplicarse las medidas de
longitud de onda acordadas en la convención Radiotelegráfica Internacional,
ocurrida en esos meses, que ordenaba en su artículo primero una longitud de
onda de 300 a 600 m; o bien, mayor a los 1,600 m.
Como con las
ondas de longitud corta no era posible obtener una comunicación satisfactoria,
no quedó más recurso que aumentar la longitud de onda a los 1,600, para lo que
fue necesario aumentar las tierras y modificar las antenas de cada estación.
Después de unos
meses, el ministro Fernández informó que la comunicación telefónica operaba
óptimamente, no así la telegráfica, "cuyo funcionamiento ha
sido poco
satisfactorio". Ya establecida la comunicación, agrega, "sin más
inconvenientes que los naturales, debido al estado eléctrico de la atmósfera
que a veces impide por completo la comunicación durante horas."42
La experiencia
de los cables subacuáticos fue contemporánea a la de la radiotelegrafía y
relativamente efímeras las dos. El 13 de septiembre de 1902 llegó a Veracruz el
vapor "Idún" con el cable submarino contratado por la Sáfety
Insulated Wire and Cable Company, de Nueva York, para comunicar el puerto con
Frontera, Tabasco y con Campeche. Mal acababa de iniciarse el tendido de la
segunda sección (Frontera-Campeche), un Fuerte ciclón interrumpió las obras
originando un retraso de varios días e innumerables daños a las instalaciones
terrestres. Arreglados los desperfectos, el 13 de octubre regresó el
"Idún" a Veracruz y, como las pruebas correspondientes cubrieron las
condiciones del contrato, quedó recibido formalmente por los comisionados del
gobierno el día 14, abierto para el servicio público seis días después.
El sistema Morse
con magneta Alle-Brown era el que mejor se adaptaba a las aptitudes del
personal federal, sin embargo este sistema obligaba mantener una repetición en
Frontera que era dispendiosa y, además, en los primeros cuatro meses de trabajo
se apreció que el rendimiento del cable era poco "en proporción a la capacidad de trabajo",
lo que motivó por que se optara a manera de prueba un sistema de registro de
sifón, que los empleados
desconocían, "y hubieron
de comenzar sus
trabajos por tanteos";
después, gracias a su "prudencia y empeño" pudieron manejarlo con el
mejor resultado, “a la par que un servicio consistente" informó Fernández.43
Al terminar el
año de 1903 había una extensión de 753 kilómetros de cable federal: 14 pequeños
cables sobre ríos de la región veracruzana, que en total hacían 16.5
kilómetros, y el citado Veracruz-Frontera-Campeche de unos 737.
Los cables
subfluviales que cruzaban ríos pronto dieron de qué hablar. Sucede
que el corcho
que cubría el metal les encantó a los peces, en poco tiempo lo dejaron pelón
ocasionando cortos eléctricos y suspensiones del servicio. Uno que cruzaba el
río Pánuco, cerca de Paso de Salvasuchi, tuvieron que retirarlo del servicio;
alguien tuvo la idea de colocarlo aéreo sobre mástiles de madera, lo que
incrementó el ridículo. Otro grave enemigo de los cables era el
"garreo" de las embarcaciones, que lo arrastraban sobre las piedras
del lecho, como ocurrió en el Xicalango-Laguna, que remediaron con la
colocación de boyas que los barcos debían sortear. En 1905 "tres veces se
interrumpió el cable de la Compañía Telegráfica Mexicana que rumbo al norte nos
comunica con el extranjero desde Veracruz, durando cada una de las
interrupciones, por término medio, un mes".44
Todo esto no
desanimó a las autoridades, entregadas de lleno a las sorpresas de la ciencia.
El presupuesto para cables en ese año ascendió a cerca de un millón de pesos,
instalándose un total de 11,325 metros de cable.
Luego de 10 años
de fallidas instalaciones subacuáticas y subterráneas, habiendo gastado en
ellos más de una tercera parte del presupuesto general de la década, Leandro
Fernández entregó la Secretaría con 770 kilómetros de cables, apenas 18 más que
los que había informado tener en 1903, por lo que se deduce que la bien intencionada
iniciativa porfirista de integrar los modernos sistemas de comunicación
eléctrica, que tanto ruido hacían en el extranjero, fue un fracaso.
Ya instalados en
la crónica de los fracasos, toca narrar el referido a la telefonía federal, con
un poco de historia. El 30 de diciembre de 1878 el gobierno otorgó el primer
permiso a Alfredo Westrup y Co. para instalar una pequeña red telefónica en la
Ciudad de México, apenas dos años después de que Alejandro Graham Bell
patentara su invento en el Centenario de la estadounidense celebrado en
Filadelfia. En nuestro país ni causó expectación ni se esperaron grandes cosas
de él. Entre las pocas opiniones públicas que se vertieron resaltó el pesimismo
sobre el nuevo sistema al que se consideró oneroso e inútil. La pequeña red
comunicó seis comisarías con la
Inspección general y a ésta con la oficina del gobernador de
la ciudad.
Puede parecer
sorprendente esta actitud del público metropolitano. Un sistema maravilloso
como el teléfono sería despreciado solo por un pueblo de sordomudos. El hablar
con propia voz de un sitio a otro –en lugar de los lacónicos y fríos signos
telegráficos– de forma que puedan reconocernos por nuestro timbre de voz; la
inmediatez telefónica, su eficacia, alcance, versatilidad, con un largo y
brillante futuro que hoy apreciamos en los BlackBerry, son solo algunas de sus numerosas
cualidades. Solo que todas son modernas.
Cuando empezó la
telefonía era un conjunto de objetos reunidos con cierto arte, sin su criterio
utilitario posterior. Al llamar tenía uno que gritar y repetir varias veces el
nombre propio para ser reconocido, lo que raras veces ocurría. En general, los
usuarios quedaban con la sensación de que no era su novia con quien se habían
comunicado, sino con la tía de ella, la temible Doña Cholita.
Nueve años
después, la estadounidense Bell Telephone Co. de Boston compra un contrato
celebrado con M.L. Grenwood para la explotación del servicio público en la
Ciudad de México. En tanto, ni el Estado ni los particulares nacionales mostraron
el más mínimo interés por el servicio telefónico. Fue hasta finales de siglo
cuando el teléfono comenzó a dar muestras de cierta eficacia. Las importantes
inversiones de la poderosa Bell, así como la sucesiva modernización de sus
equipos convencieron tardíamente al gobierno mexicano de las ventajas del
teléfono. La Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, advertida de ello,
comenzó tímidamente una posible red federal de telefonía que compitiera con la
red de la empresa norteamericana, aunque, tanto en equipo como en líneas
construidas guardaba para 1900, frente a aquella, una inflexible desventaja.
La presencia de
la telefonía federal en las Memorias de la Secretaría de finales y principios
de siglo es confusa. Se incluye dentro del sistema telegráfico; a veces no se
le diferencia claramente, en otras ocasiones sí. Por ejemplo, en 1903 dice el
ministro que la Dirección de Telégrafos cuenta con 416 oficinas en el país: 34
de servicio completo; 13 de prolongado; 364 de ordinario y 5 de servicio
limitado. De éstas, dice renglones abajo, 403 son telegráficas y 13
telefónicas. Para 1916 contaba con 16 oficinas telefónicas y al estallar apenas
con 23. En tanto que la Bell Telephone contaba al iniciarse el siglo con 3,065
teléfonos particulares que daban servicio en 18 ciudades del país. Al estallar
la Revolución, introducida la compañía sueca Ericsson en 1903 como competencia
de la “Mexicana” estadounidense, contaban entre las dos transnacionales con
12,491 teléfonos abonados a sus redes en una veintena de ciudades mexicanas.
Así pues, el
Estado se percató rápidamente de la imposibilidad de competir con esas
compañías extranjeras de tan amplios recursos, y sus oficinas telefónicas
fueron destinadas paulatinamente a servicios locales y de gobiernos de los
estados, quedando detenidas en un subdesarrollo notorio frente a las privadas,
desplazadas en el transcurso de las décadas por el propio peso de su anacronía.
Todavía hace cincuenta años funcionaban estas pequeñas redes al servicio de los
estados mexicanos, comunicando rancherías y pueblos serranos con poblaciones
importantes.
El deseo del
gobierno de poseer una red federal de líneas telefónicas no fue realidad sino
hasta muchos años después. El 23 de diciembre de 1947 nace la empresa Teléfonos
de México, S.A. de capital mexicano, que fusionaba las instalaciones de
aquellas extranjeras, y no fue sino hasta el 16 de agosto de 1976 cuando el
gobierno federal estuvo en condiciones de convertirse en socio mayoritario de
la empresa. Dicen que más vale tarde que nunca, aunque para las administraciones
de gobierno 98 años quizá no signifique "tarde" sino
"después". Hoy lo sabemos, volvió a privatizarse con Carlos Salinas y
su tocayo Slim.
.
CITAS
1 Memoria
SCOP, 1892-1896, p. V
2 Memoria SCOP, 1891-1896, p. 49-50
3 Ibid. p. 49
4 Memoria SCOP, 1896-1899, p. 168
5 Memoria SCOP 1901-1902, p. 214
6 Memoria SCOP, 1896-1899, p. 161
7 Ibid, p. 174-175
8 Ibid, p. 175
9 Ibid, p. 175
10 Memoria SCOP, 1899-1900, p. 129
11 Memoria SCOP, 1901-1902, p.206
12 Memoria SCOP, 1896-1899, p. 169
13 Memoria SCOP 1896-1899, p. 176
14 El Universal, Tomo
VII, No. 9, del 9 de enero de 1892, p. 2
15 El Universal, 26 de enero de
1892
16 Memoria SCOP,
1896-1899, p. 176
17 Memoria SCOP, 1901-1902, p. 207
18 Memoria SCOP, 1896-1899, p. 169
19 Ibid, p. 170
20 Ibid, p. 170
21 Ibid, p. 170
22 Ibid, p. 171
23 Ibid, p. 176
24 Memoria SCOP, 1899-1900, p. 129
25 Memoria SCOP, 1896-1899, p. 175
26 Memoria SCOP, 1899-1900, p. 129
27 Memoria SCOP, 1896-1899, p. 177
28 Memoria SCOP, 1899-1900, p. 128
29 Archivo de la
Dirección de Telégrafos sobre Instalación de Líneas, Expediente 326 de 1900
30 Rafael Maciel Mercado, El
Servicio Telegráfico Internacional Teledato No. 206 de Junio de 1976,
Publicaciones
Telecoms, p. 30
31 La Patria, No. 6361, 14 de
enero de 1898, p. 3
32 Memoria SCOP,
1891-1896, p. 52
33 MEMORIA SCOP, 1905-1906, p. 88
34 MEMORIA SCOP, 1903-04, p. 196
35 MEMORIA SCOP, 1904-05, p. 202
36 MEMORIA SCOP, 1902-03, p. 243-244
37 MEMORIA SCOP, 1905-06, p. s/p.
38 MEMORIA SCOP, 1902-03, p. 243
39 MEMORIA SCOP, 1902-03, p. 234
40 MEMORIA SCOP,
1909-10, p. 90
41 MEMORIAS DE LA SCOP DE 1902 a
1910
42 MEMORIA SCOP,
1907-08, p. 125-126
43 MEMORIA SCOP, 1902-03, p. 237
44 MEMORIA SCOP, 1904-05, p. 203
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