Un 30 de abril de 1995, aproximadamente, le di un libro de regalo a Luz por el “Día del niño”; lo recibió, desde luego, pero me preguntó con ambición: ¿cuándo es el día de la niña? ¡Es hoy, también!, le respondí, al tiempo que reconocía que algo fallaba en la denominación de esta antigua celebración. A partir de entonces, tanto en familia como en la estación de radio, incorporé el “Día del niño y de la niña”, que al unísono también implementaron otros padres y funcionarios del gobierno que tuvieron, quizás, una experiencia similar, pues por entonces el lenguaje incluyente definitivamente no era algo de nuestro mundo. De modo que son las generaciones las que empujan esos cambios, y a veces, como en este caso, desde muy temprana edad.
Hace tiempo dejaron de ser niñas –bueno, Luz ha dejado de ser oficialmente “joven”, tengo entendido–, pero para nosotros ustedes serán por siempre nuestras niñas. Las niñas de nuestros ojos, de nuestras entrañas y de nuestras vidas. ¡Felicidades, mis niñas!
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