Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de abril, 2023

... en la calle

  Mientras camina del brazo de su hija, el anciano recuerda su niñez en un pueblo de los de antes, cuando todos vivían apartados del mundo. En 1950 llegó el telégrafo, gracias a que nuestro pueblo se atravesó en una obra importante del gobierno y le tocó. Con el telégrafo tuvimos contacto con el exterior. El telégrafo nos permitió conocer, al día siguiente, la muerte del hermano de mi papá. No una semana después, como ocurrió antes del telégrafo con el abuelo. En los años sesenta llegó el teléfono al pueblo. Toda una novedad. “Operadora” –contestaba una señorita. 232, pedía uno de prisa. “Espere, por favor” –respondía la mujer– y empezaban los timbrazos. Oír la voz humana fue maravilloso, pero la de Conchita, tu abuela, superior a todas las expectativas de la época –el anciano se detiene y mira el cielo–, le hablé al oído, me escuchó, lloramos, nos perdimos; volvimos al pueblo y nos casamos. Todo por teléfono. Es una tradición de un servicio público que el Estado y la empresa priva...

... en otra cabina

  Un anciano campesino mira atónito un video de su hijo con su familia en Los Ángeles. Las lágrimas resbalan por su ajado rostro mientras ve a su nieto jugar futbol en una verde cancha de pasto en los Estados Unidos. Cuando termina de ver el video, que es breve, decide enviar una carta a su hijo, para que lo reciba en Phoenix. Saca un papel con su e-mail y le pide a la empleada que le redacte sus palabras. Le agradece el video y le informa que le agradó mucho, que lo hizo reír. Al final el anciano sale muy satisfecho de este original servicio público, tan necesario para el gran número de adultos mexicanos que nunca va a tocar una computadora en su vida. Se les hubiera ocurrido antes. Un servicio inteligente, un precio justo. Y los campesinos de México, que viven en las zonas más lejanas del país, tendrían su servicio de telecomunicación actualizada.

Los videos de doña Vero

  Imaginen una población marginal de la sierra norte de Puebla, una anciana humilde, doña Vero, con su rebozo oscuro y sus trenzas canas, chatea alegremente con su hijo menor, que está en Los Ángeles, en California. Una diligente joven de la comunidad, empleada del gobierno, escribe las respuestas de la señora porque ella sí sabe leer, puede leer en la pantalla las palabras que le responde su hijo. “Es como hablar con él”; tendrían que ver su cara mientras aparece el siguiente mensaje. Ella suelta una carcajada y responde de inmediato. Centros públicos de Internet, con cabinas y operadores que emplean los teclados y el mouse para comunicar a la gente que lo necesita, para recuperar el histórico servicio telegráfico que tenía una tarifa por un mensaje de diez palabras; cada palabra subsecuente se cobraba por separado. Un servicio para la gente más necesitada, la más pobre y habría sido todo un éxito. La gente adulta, los campesinos, las madres de familia acuden a la agencia Teleco...