miércoles, 25 de marzo de 2009

Ché, el auditorio


El periodismo crítico y muy divertido lo entiendo con el ejemplo de Guillermo Sheridan, en su blog de Letras Libres. El personaje de Sheridan, un maestro regañón, irónico y levemente reaccionario se dedica a sacar los trapitos al sol de todos aquellos que abusan de la confianza de una masa amorfa de lectores diletantes y de consumidores de la chatarra cotidiana, como la prensa y la televisión. Hace dos semanas mostró fragmentos de cartas de las FARC que involucran a funcionarios de Guerrero en un intercambio de dinero, de otros apoyos materiales y hasta de un presunto secuestro, que curiosamente –como lo reflexiona el propio Sheridan-, no tienen eco en la prensa mexicana. Sí que llama la atención.

Esta semana, en su blog de Letras Libres*, Sheridan desempolva un antiguo litigio que tiene que ver con el auditorio Ché Guevara en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, mostrando cómo este recinto ha estado ocupado en más de una década por grupos que lo han convertido en un centro cultural alternativo, no sólo de la facultad, sino de tribus urbanas que no tienen cabida en otros espacios públicos regenteados por la autoridad.

Desde que estudié en esa facultad en 1976-79, el auditorio Ché Guevara estaba dedicado a eventos estrafalarios que no tenían –ni tienen- cabida en otros recintos, sean universitarios o no. A precios súper módicos, era posible acudir a maratones de cine roquero. Ahí asistí a un inolvidable maratón de conciertos de rock, que atesoro como una de mis experiencias lúdicas favoritas de mis andanzas juveniles. Tengo experiencias memorables para mi modestísimo curriculum de vivencias en el auditorio Ché Guevara. Frisaba yo los veinte años y ahí pude ver un cine que me marcó en muchos sentidos, asistí a un concierto gratuito de la nueva trova y conocí a Milanés y Zitarrosa; conocí al Tri cuando todavía se llamara Three soul in my mind o algo así, fue cuando se agarraron a golpes Lora y el baterista. Fui a eventos milenaristas, indigenistas, conocí a guerrilleros, a filósofos, a dudosos mesías que te ofrecían las perlas de la virgen. No importa que no lo comprendas, que te parezca ridículo, son recuerdos míos, entrañables. Y el auditorio Ché Guevara fue el escenario. A eso quiero referirme para dar alguna especie de justificación a lo que ocurre hoy en ese recinto de la UNAM ganado por grupos contestatarios (la clasificación de Sheridan es muy atinada), que tal vez resulten intolerables para muchos, pero que aportan experiencias lúdicas y estrafalarias a los jóvenes de la facultad y de otras partes que se acercan ahí en número considerable. Por su parte, la Facultad cuenta con otros auditorios y recintos de lo más apropiados para sus actividades académicas y culturales, el Ché, en realidad, nunca le ha interesado al grado de luchar por él.

Si leyera esta opinión en maestro Sheridan me haría pedazos sin clemencia, porque es muy fácil oponerse a grupos sociales que podemos considerar como marcianos, que se dedican a hacer puras marcianeses, con espacios de dudosísimo uso y promoción de productos prohibidos como la marihuana y la pornografía. Es justo reflexionar sobre su enorme éxito en una masa mayor de universitarios que tiene la necesidad o la tentación de conocer caminos alternos al sacrosanto estudio y la consecución de títulos y alabanzas.

Tal vez terminen sacando a jalones a los grupos que ocupan actualmente el auditorio Ché Guevara, y quizás retome el recinto su antiguo nombre de Justo Sierra, lo que no van a poder sacar de su realidad es la existencia de estas expresiones de cultura popular que tienen derecho a existir y a ocupar un lugar, como lo demandan sus consumidores, que ahora son nuestros hijos, sobrinos y amigos de las generaciones venideras ¿con qué derecho se les puede decir: eso no? “Tú no puedes ver esto porque es vulgar, porque es enfermizo, porque es peligroso”. Y ustedes, maeses, no existen, váyanse para sus casas con todo y sus tiliches esotéricos. No tienen derecho a contaminar el feliz desarrollo de nuestros hijos.

No lo podrán hacer, porque la cultura popular no opera así. Eso lo hemos comprobado una y otra vez con las prohibiciones, que en mi generación, sándwich de la del 68 y los noventa, llevamos a su especialización, fuimos verdaderos especialistas de la deserción, el sabotaje y la anarquía contrainstitucional.

* Aquí, una de las entregas de Sheridan:

http://www.letraslibres.com/blog/blogs/index.php?title=che_guevara_autogestivo_tres&more=1&c=1&tb=1&pb=1&blog=8

2 comentarios:

  1. Yo sobre todo vi cine en el Che, dado que quedaba lejos de mi facultad. No puedo dejar de pensar que ese cine que yo vi, ya no se puede ver en estos días. No hay ni muestra ni cineclub de filosofía.

    Nadie dice que no se puedan expresar, ni que se cierre un espacio alternativo. Sencillamente se pide que todo mundo lo pueda usar, cosa que no está sucediendo ahora.

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  2. Exáctamente. No se trata de erradicar estas formas de vida o de expresiones ertísticas, culturales o estrafalarias. El problema es que enajenan un espacio que es de la universidad, que millones de mexicanos subsidian.

    Bien podrían, si quisieran, alquilar una bodega u otro espacio (como el circo volador o el foro alicia) Pero yo he visto como se aprovechan de esa ingenuidad juvenil para lucrar y para reclutar gente para sus fines políticos.

    www.cheguevara-justosierra.blogspot

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