sábado, 25 de abril de 2009

Techo


La primera quinceañera que recuerdo es a mi hermana Belina, en 1969. Sin ser nuestra familia demasiado tradicionalista, el festejo no se salvó de una solemne misa en el templo parroquial, una sesión fotográfica en el estudio fotográfico de Liborio Ronquillo y una humilde pero concurrida fiesta en tres o cuatro espacios de nuestra casa, muy pequeños cada uno. A mis once años aquello fue todo un acontecimiento. Con el tiempo asistí a los quince años de compañeras mías en la secundaria e, inevitablemente, sobrevinieron los míos propios, que por ser hombre (además de ser enano y parecer un niño de once años), pasaron sin pena ni gloria.

Sin duda mi hermana Belina era una señorita hecha y derecha, como tú, pero todo entonces era más sencillo, árido, uno llegaba a sus quinceaños sin intereses propios definidos, sin inquietudes intelectuales claros, con gustos musicales y artísticos muy difusos, definidos por una pobrísima comunicación social, revistas muy modestas y en general un entorno poco avezado a la aventura humana. Así son mis recuerdos de aquellos tiempos, seguramente parciales y poco objetivos, pero cuando pienso en ustedes, mis hijas, y las veo crecer, el único parangón que tengo para oponer a esta experiencia son mis recuerdos. Con ellos he tratado de imponer justicia y equidad en el desarrollo de sus vidas, no sea si sea un método adecuado, pero es el único que se me ocurre. Permisos, licencias y uno que otro abuso lo resuelvo junto a mamá imaginando nuestras propias adolescencias. ¿Nosotros qué hubiéramos querido? ¿cómo reaccionaríamos? ¿qué desearíamos de nuestros padres? Y probablemente no sea tan malo el tal método, pues tú haz crecido sana e interesante, haz creado una personalidad propia y definida y te defiendes del mundo como todo padre desea que su hija lo haga, con dignidad y certidumbre, al igual que Luz.

Hoy cumples quince años y no deseas fiesta, ni misa, ni nada, aceptando con humildad lo poco que nuestra actual pobreza puede darte. Lo que veo es una jovencita muy madura y adelantada, que nos ha obligado a adaptarnos a los tiempos porque la simple comparación con aquellos adolescentes de los primeros años de los setenta no alcanza para llegar a un juicio aceptable. A los 15 años nosotros no habíamos leído los libros que tú haz leído ni visto la décima parte de lo que tú haz visto: música, arte, cine, conversaciones familiares de tus interesantes tíos y amigos familiares. Años luz de distancia. Cumples quince años y cuando la revolución hormonal te lo permite somos colegas de la vida y nos reímos, hablamos y disfrutamos de la vida. Mi admirado Fernando Savater explica que no puede ser amigo de su hijo porque no tiene sus mismos gustos musicales, sus mismos gustos de vestuario y sus mismos amigos. Tiene razón, seguramente, pero, salvo con tus amigas, que no tienen por qué serlo mías, veo con sorpresa que nuestros gustos musicales son los mismos y en más de una ocasión nos hemos encontrado vestidos de la misma forma, hasta con los mismos colores. Entonces no sé. En verdad, sólo he querido ser un papá eficiente y amoroso, así que nuestra amistad es un regalo suprageneracional que no esperaba, pero que me encanta.

Techo, disfruta cada minuto de este día. Felicidades por esta nueva etapa de tu vida, espero que seas muy feliz y que sigas creciendo con provecho y con inteligencia, como hasta ahora.



1 comentario:

  1. yo digo que la llevemos a misa....no le vendria mal...a lo mejor y asi se le sale el chamuco jajajaja

    ResponderEliminar