Para Tono, hombre adelantado, hasta en la edad.
Mi hermano me regaló un libro que ilustra muy bien lo que quisiera decir sobre la cultura mexicana, lo que sabemos de ella. Y lo que no sabemos. El libro de llama La Cultura, todo lo que hay que saber, de un escritor alemán llamado Dietrich Schwanitz, enfocado a la cultura europea que, en consecuencia, debe interesarnos a los europeos americanos que resultamos ser los mestizos ilustrados de estos países de América, al menos mitad europeos y más, pues nuestra base cultural está sustentada en el pensamiento griego y el desarrollo de la filosofía del centro de Europa; así fuimos siendo –culturalmente, insisto- ilustrados, positivistas, científicos, habitantes modernos de occidente. Interesados en el cine y en la cultura de Europa y Estados Unidos y parte de un proceso global de colonización ideológica. Sí, europea.
Schwanitz explica que la lectura de su libro bastará para que las gentes comunes y corrientes tengan una cultura que les permita desenvolverse en cualquier círculo social de sus respectivos países. Las cosas que debe uno saber para no quedar en vergüenza frente a personas culturas e intelectuales que inevitablemente se aparecen en nuestras vidas. Schwanitz debate el lenguaje, la geografía política, las mujeres y los hombres, la inteligencia, el talento, la creatividad. Esas cosas que uno debe saber. Y el saber mismo, como entidad individual y psicológica.
¿Qué hay que saber del renacimiento?, se pregunta Schwanitz. Para poder hablar del Renacimiento tenemos que saber sobre la Reforma y el nacimiento de los Estados europeos. Conocer historias particulares, biografías de personajes como Botticelli, Da Vinci, Miguel Ángel, Tiziano, Rafael… la cultura cortesana de las regiones, Lutero, Roma, la Biblia alemana; el estado teocrático calvinista de Ginebra. La sublevación de los países bajos y la concepción del universo, de Tolomeo a Copérnico.
Planteando la misma disyuntiva que el escritor alemán, para el caso de la cultura mexicana ¿qué habría que saber sobre la mitad de nuestros orígenes como pobladores mestizos del centro de México? ¿Qué necesitamos saber sobre seres que probabilísticamente pueden ser nuestros parientes? Si nos topamos con un antropólogo especializado ¿qué saber sobre los mexicanos que cruzaron sus destinos con los de los españoles que llegaron hace apenas 500 años, dando como fruto al mestizo que ahora somos.
Mi pregunta es por esa otra mitad de lo que también somos parte, históricamente. Porque a final de cuentas no somos europeos, a pesar de nuestra orientación intelectual, tan interesada en los griegos, los romanos y la filosofía de los alemanes, los habitantes de la ciudad de México somos mitad indígenas, aunque eso pueda llegar a incomodar. Es relativamente sencillo descubrir tus propias raíces tepanecas en gente tan cercana como tus abuelos, primos, parientes de la esposa; basta con mirar tus orígenes en los pueblos del DF ubicados en alguna de cinco delegaciones políticas profundamente indígenas como Xochimilco, Tlalpan, Tláhuac, Milpa Alta y Contreras. Toda una historia familiar qué contar. ¿Por qué no nos interesa? ¿Por qué nunca nos ha interesado? Por ejemplo, la historia de los tepanecas, tan cercanos a la conquista, que con tanto detalle ha trabajado el historiador Enrique Florescano, tan importantes a finales de la era precortesana. Los tepanecas, no don Enrique.
Los tepanecas fueron los últimos habitantes prehispánicos que recibieron a los españoles y se mezclaron con ellos para procrear esa paradójica cultura que hoy formamos, la mexicana. Su legado nos pertenece en una mitad, tanto como la otra mitad pertenece a nuestros ancestros de quienes hoy cultivamos la lengua creativamente hasta llegar el grado de la confusión, pues no podemos negar que sabemos el significado de chongo, cocol, comal, copal, coyote, ejote, elote, enchilada, epazote, esquite, estafiate, guaje, guajillo, guajolote, huacal, huachinango, huapango, huarache, huauzontle, huipil, hule, ixtle, jacal, jícama, jícara, jitomate, malacate, matatena, mayate, mecate, memela, metate, mezcal, mezquite, milpa, mixiote, molcajete, molote, palabras náhoas que explican una buena parte de mi vida, vocablos que aparecen en la biografía de cualquier mexicano. Objetos entremezclados con historias, como los moles de nuestras vidas, la plática familiar. Las he usado todo el tiempo, son parte de mi vida diaria. ¿Quiénes fueron esos tepanecas que hablaban náhuatl y que son los inmediatamente cercanos al momento de la conquista, que con un 50 % de probabilidades podrían ser ancestros nuestros? Es increíble que no nos interesen, al menos con el 50 % de probabilidades de nuestro interés.
Los tepanecas cohabitaron con los chichimecas. El actual territorio de esas delegaciones del sur del Distrito Federal perteneció a la nación tepaneca, formando parte del Señorío de Coyoacán. Los tepanecas eran una de las siete tribus nahuatlacas que se establecieron en la Cuenca de México, su centro rector era Azcapotzalco y sus dominios territoriales comprendían Tenayuca, Tlalnepantla, Tacuba, Tacubaya y Coyoacán, colindando con la cordillera que corre hasta los confines de los Ñahñús, a quienes llamamos otomíes.
El primer rey tepaneca fue el príncipe Acolhuatzin, que se casó con la hija de Xólotl. Al trono le sucedió Tezozómoc, quien tuvo cinco hijos: Moquihuiztli, Ecatliztac, Cuacuacpitzáhuac, Maztlatzin y Acolhuácatl. Durante su reinado, Tezozómoc extendió el dominio tepaneca nombrando a sus hijos señores de distintos lugares. Maztlatzin reinó Coyoacán, donde se incluían los poblados. Al fallecer Tezozómoc, en el año 1426, le sucedió en el reinado Maztlatzin, enemigo acérrimo de los aztecas. Una de sus primeras acciones fue la de someterlos, matando a Chimalpopoca.
Los mexicanos, en medio de la crisis y del yugo chichimeca, eligieron a su cuarto emperador: Itzcoatl, que no tardó en exhortar a su pueblo para liberarse del yugo tepaneca, y da así principio la "Guerra de la Triple Alianza"; es decir, se unen los de Tacuba, Texcoco y México contra los Tepanecas de estos pueblos que hoy ocupan cinco delegaciones políticas.
Después de varios hechos de armas, vencieron por completo a Maztlatzin de Azcapotzalco y Coyoacán. Así es como dio principio la sujeción de los habitantes del territorio de la hoy Delegación La Magdalena Contreras, quienes pagaron tributo a los mexicas, hasta la llegada de los españoles, nuestros parientes en exacta mitad.
En Milpa Alta están los pueblos de San Juan Tepenahuac, San Pedro Atocpan, San Bartolomé Xicomulco, San Antonio Tecómitl, San Pablo Oztotepec, San Salvador Cuauhtenco, San Jerónimo Miacatlán, San Agustín Ohtenco, Santa Ana Tlacotenco, San Lorenzo Tlacoyucan y San Francisco Tecoxpa, de donde puede ser alguno de tus familiares. El vocablo nahua Milpa hace referencia a una serie de tribus que poblaron el valle de México. En este idioma significa "hombre verdadero", y es el nombre con que históricamente se conoce a los pobladores de la región más rural del Distrito Federal, junto a Xochimilco. La lengua náhuatl de Milpa Alta pertenece a la familia lingüística yuto-azteca, que es considerada la más extensa del país.
Los primeros habitantes de la región pertenecieron a familias cazadoras-recolectoras chichimecas que se asentaron al sur de los "lagos centrales" entre los siglos XII y XIII.
Los nahuas de esta zona fueron tributarios de los mexicas, quienes en la consolidación de su imperio los sometieron a través del señorío de Xochimilco; el tributo consistía en bienes y fuerza de trabajo. Posteriormente fueron sometidos por nuestra los ancestros de nuestra propia mitad, los españoles.
En la Delegación Xochimilco los pueblos de San Francisco Tlalnepantla, Santiago Tepalcatlalpan, Huichapan, San Luis Tlaxialtemalco, Santa Cecilia Tepetlapa,
San Mateo Xalpa, Santa Cruz Acalpixca, Santa Cruz Xochitepec, Tepepan, San Lucas Xochimanca, San Andrés, Xochimilco, San Gregorio Atlapulco, San Lorenzo Atemoaya, Santa María Nativitas y Santiago Tulyehualco.
El lugar donde se cultivan las flores, origen del nombre de Xochimilco, es en donde se enmarca la pasarela de la flor-mujer, la feminidad-tradición, la representante de la madre tierra, la fertilidad, la diosa, rodeada de una estela de neblina-misterio, de árboles, hortalizas y animales, el símbolo de la belleza, la tierra que cuenta con la bendición de la abundancia, en una tradición que también nos pertenece en una mitad. En 919, cuando las tribus que venían de Chicomoztoc se asentaron en los verdes lugares de Xochimilco, hasta ahora se desconoce quiénes vivían antes de que llegaran estas tribus mexicas. Xochimilco contaba con una flora y una fauna de las más ricas y variadas. En las montañas existían densos bosques mixtos, con árboles de madera dura, como el encino, y blanda como el pino, y extensas poblaciones de oyamel, la conífera más típica de las montañas del Distrito Federal.
En la Delegación Tláhuac los pueblos de San Andrés Mixquic, San Nicolás Tetelco, San Francisco Tlaltenco, Santiago Zapotitlán, Santa Catarina Yecahuizotl, San Juan Ixtayopan y San Pedro Tláhuac podrían ser la cuna de alguno de tus ancestros.
Los primeros pobladores de lo que hoy son esos pueblos originarios ocuparon hacia 1,500 a.C. las faldas orientales del volcán Guadalupe, dedicados a la pesca y a actividades agrícolas incipientes. La aldea lacustre mantenía relaciones con otras poblaciones ribereñas y así permanecieron por siglos. Hacia el siglo XII d. C. existe en la isla de Tláhuac un centro de población que domina a los poblados y aldeas vecinos, localizados en las orillas del lago de Chalco. Su población chichimeca es vencida por las siete tribus aztecas a mitad del siglo XV, a quienes pagaron tributo en adelante, hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI.
En Tlalpan, los montañosos Santo Tomás Ajusco, San Miguel Ajusco, Magdalena Petlacalco, San Miguel Xicalco, San Miguel Topilejo, San Pedro Mártir, San Andrés Totoltepec y Parres el Guarda, pertenecen a los asentamientos humanos más antiguos en el Valle de México, localizados en el territorio que comprende actualmente la Delegación Tlalpan. Sus centros ceremoniales estaban en Cuicuilco, Ajusco y Topilejo. El más antiguo de estos tres y el que alcanzó una mayor importancia en la región fue el de Cuicuilco.
Diversos investigadores coinciden en ubicar la población de Cuicuilco entre los años 650 a. C. y 100 a. C., aunque la mayoría supone que fue antes de mediados del milenio, pues su esplendor ha sido ubicado alrededor del año 500, antes de la era cristiana. Cuicuilco fue un pueblo que se desarrolló de manera notable gracias a que basó su economía en la agricultura, en la que utilizó técnicas para aumentar la productividad, como canales de riego, la construcción de terrazas y el báculo de punta endurecida al fuego. Su población se calcula que llegó a los 20, 000 habitantes en su época de mayor desarrollo.
Por último, de la Delegación Contreras, también boscosos, los pueblos de Ocotepec,
Atlitic, Aculco y Totolapan. La presencia del hombre en el territorio de la hoy Delegación Magdalena Contreras se remonta al periodo que abarca del año 500 al 200 antes de nuestra era. A esta época se le conoce como Preclásico Superior, caracterizado por una sobrepoblación extendida territorialmente en el área de Contreras y Anzaldo. Los asentamientos allí localizados también dependían del Centro Ceremonial Cuicuilco, de origen tolteca. El desarrollo de esta cultura se interrumpió debido a la erupción del Xitle. Los habitantes huyeron a las partes más altas de la Sierra de las Cruces, buscando salir de la zona afectada, que se cubrió de lava hace aproximadamente 2,400 años. Aún en nuestros días siguen descubriéndose muestras de esta cultura debajo de la lava, en los pedregales del sur de la ciudad.
Un mexicano que quiera estar informado o tener cultura de su pasado es necesario saber de lenguas ¿cuántas hay? De qué se trata el asunto de los idiomas de los pueblos originarios. Haber leído a León Portilla y haberse interesado en discusiones y conferencias sobre las lenguas mexicanas de escritores como Carlos Montemayor o el escritor náhuatl Natalio Hernández, lo que dice la Conapo o el CDI.
La problemática de las lenguas hoy es mucho más compleja y exacta que cuando Miguel Othón de Mendizábal escribió sus hipótesis e ideas al respecto. De acuerdo a la UNESCO, la extinción de idiomas es dramática en el mundo: de las más de 6 mil lenguas que se hablan en el mundo en la actualidad, la mitad está en riesgo de desaparecer en el siglo XXI, a un ritmo de hasta dos por semana.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ejemplifica: aunque la muerte de idiomas es considerada de cierta forma un acontecimiento ''natural" que suele llevarse siglos enteros, el proceso ha adquirido un ritmo acelerado y dramático por la presión de las lenguas dominantes (inglés, mandarín, español o ruso), según el Atlas de las lenguas en peligro en el mundo, elaborado por el organismo internacional el año 2002.
El autor de Los pueblos indios de México, Carlos Montemayor, publicó en La Jornada del 12 de marzo de 2006, en un artículo de Ángel Vargas, la perspectiva actual de la discusión de los idiomas: los idiomas no desaparecen por razones inherentes a ellos, porque haya lenguas ''superiores o inferiores", sino por motivos políticos y económicos.
''Hacia el siglo XVI –escribe Montemayor-, se hablaban en México alrededor de 170 lenguas, a principios del siglo XX sólo 110 y en lo que va del XXI aproximadamente 62, de manera que en 500 años se han perdido más de 100 lenguas. En los próximos 20 o 40 años van a desaparecer al menos 19 y así, en poco tiempo, tendremos cuando mucho 40 lenguas".
''El inglés no es superior al zapoteco, ni el alemán al maya, ni el francés al mixteco. Esos son falsos conceptos. Los mexicanos, por ejemplo, decimos, por desinformación, que los indígenas hablan dialectos, pero todos los idiomas son sistemas complejos, culturas vivas, memorias de pueblos", concluye Montemayor. Tiene razón. (LaJornada:18.2.85)
Patrimonio intangible
El doctor Miguel León-Portilla, una autoridad en idiomas indígenas de América Latina, señala en ese encuentro de marzo del 2006, reseñado para La Jornada, que las lenguas son ''atalayas distintas para ver el mundo, cauces para acercarse a la realidad. En cierta forma, la lengua condiciona la manera de pensar y, cuando una muere, parte del mundo nombrable desaparece, y eso es terrible''.
''Las lenguas son parte del patrimonio intangible, como la literatura, los recetarios de cocina, las canciones, la música –indica el autor de Los antiguos mexicanos-. Todo eso es tan valioso o más que el patrimonio tangible", sostiene este maestro emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México, para quien los pueblos indígenas dan una lección admirable de resistencia frente a la globalización cultural, entendida como homogeneización.
Hay muchas lenguas indígenas mexicanas en peligro de extinción, como las del norte de Baja California, el kiliwa, el pai-pai, el tipai, el cucapá o el seri, muchas de ellas habladas por menos de 100 individuos. En lo que respecta a otras lenguas más habladas, como el náhuatl, el zapoteco o el maya, "tampoco la situación es muy boyante, porque apenas en los últimos años empezaron a ser cultivadas y enseñadas en las escuelas", sostiene León-Portilla.
En contraposición a estas opiniones, el escritor náhuatl Natalio Hernández tiene una perspectiva optimista sobre las lenguas originarias, y aunque reconoce que éstas se vieron sometidas y atacadas durante siglos, afirma que presenciaremos su renacer. ''No estoy asustado, sino entusiasmado con el siglo XXI, porque será el de la consolidación de los idiomas indígenas y la diversidad lingüística".
Matices aparte, los tres estudiosos coinciden en que la protección del patrimonio lingüístico de México pasa en gran medida por la adopción de políticas de Estado, además de reconocer constitucionalmente la diversidad de idiomas como una riqueza.
Montemayor no duda en advertir: ''lo que los indígenas no consigan por su propia fuerza, nadie se los dará por misericordia o solidaridad". Como en un laboratorio descomunal, el territorio mexicano ofrece al turismo académico casos señalados donde los investigadores pueden ser testigos del deceso. Es el caso del aguacateco, un idioma en realidad ya extinto desde hace tiempo, pues ni la Comisión gubernamental para los pueblos indígenas lo registra entre los idiomas mexicanos. El aguacateco, de acuerdo a notas del periódico, se halla en el mayor peligro de extinción. De las 62 lenguas originarias que existen en México, 20 cuentan con menos de mil hablantes, lo que significa que en dos generaciones más podrían dejarse de utilizar y extinguirse, con lo cual los idiomas indígenas que han muerto desde la conquista de México aumentarían a unos 130 de un total de 170 que había en el siglo XVI. (LaJornada:25.6.85)
Según información de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), recabada en 2002 como indicadores socieconómicos y basada en datos del Censo General de Población y Vivienda de 2000 del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), la lengua en mayor riesgo es el aguacateco, pues sólo cuenta con 23 hablantes. Esta es una lengua originaria de Los Altos Cuchumatanes, Guatemala, en el municipio de Aguacatán, se habla en México a causa de la migración transfronteriza. Los 23 hablantes de la lengua, que residen en su mayor parte en Baja California y Baja California Sur, pertenecen lingüísticamente a la familia maya.
No es la única lengua amenazada. El kiliwa también se encuentra en una situación alarmante, ya que en la actualidad sólo lo hablan 52 personas. El kiliwa, que desde tiempos ancestrales cohabitan en las serranías de Baja California junto con los paipai, sobre todo en la Sierra de los Tecolotes, pertenecen lingüísticamente a la familia yumana, del tronco hokano. El cochimí, en la meseta costera del norte de Baja California, lo hablan 82 hablantes, que también pertenecen a la familia yumana.
El ixil, proveniente de la región guatemalteca, actualmente lo hablan 90 personas que viven en Campeche y Quintana Roo. Ninguno de ellos considerados por la propia Comisión en su catálogo de lenguas. También peligran el kumiai, con 161; el motozintleco o mochó, con 174; el cucapá, con 178; el paipai, con 201; el cakchiquel, con 210; el quiché, con 246; el ixcateco, con 351; el ocuilteco o tlahuica, con 466; el jacalteco, con 529 y el kekchí, con 677. Ninguno en el catálogo de la comisión, pero resaltan seis que son muy conocidos y que sí están catalogados como el chocho, con sólo 992 hablantes, el pima, con 741; el lacandón, con 635; el seri, con 458; el pápago, con 141y el kikapú, con 138
La proporción de población hablante de lengua indígena respecto a la población del país se ha mantenido en los años señalados en el cuadro de población total e indígena, incluido en este apartado en un seis por ciento, en tanto que la proporción de la población indígena estimada para 1990 y 1995 por INI - CONAPO y para 2000 por CDI - PNUD se mantiene en 10 indígenas por cada cien habitantes del país. Las entidades cuya proporción de población indígena es mayor a la nacional son: Yucatán (59%), Oaxaca (48%), Quintana Roo (39%), Chiapas (28%), Campeche (27%), Hidalgo (24%), Puebla (19%), Guerrero (17%) y San Luis Potosí y Veracruz (15%). (cdi.gob.mx)
Los valores indígenas
Existe una leyenda inducida en los pueblos por los frailes católicos para justificar la nominación de un santo para la comunidad. En todos los casos el santo se apareció en un paraje cercano y pidió la edificación de una iglesia, que invariablemente le fue concedida en un sitio estelar de la población. Es una presencia perenne de los pueblos originales, sobre todo en el centro de México, una digna iglesita que engalana los centros históricos de comunidades muy lejanas de la geografía nacional. Los frailes se salieron con la suya, pero es ahí donde entran las relatividades, pues los pueblos adoptaron con naturalidad la religión católica y la amoldaron a sus propios festejos, que convenientemente coincidían. Daba lo mismo llamar Guadalupe a Tonzntzin para un cuicateco de Santa Cruz Zenzontepec, Oaxaca, cuando sus creencias le permiten adorar, hasta la fecha, y ofrendar a sus otras deidades como la santa Abuela, el santo padre Dios, la santa madre Tierra, la santa madre Luna, los dioses del Agua, del Viento, de la Lluvia, de la Montaña, las santas Ciénegas y la santa Lumbre o santo Fuego. Religión superior, la suya, que busca un equilibrio espiritual discreto y fervoroso, “la naturaleza y lo divino-sagrado, intrínsecamente vinculados, donde los puntos de tensión han de garantizar el mantenimiento de la armonía de su universo”.
¿Cómo no considerar por parte de los mestizos la posibilidad de reconocer su otra mitad entre los pueblos originarios? Los chatinos de Santa Cruz Zenzontepec y la gente mestiza que proviene de la región tienen mucho que aportar para el conocimiento de los mexicanos. Me gustan esos valores de su religión.
Bibliografía
www.pueblosoriginarios.df.gob.mx
http://sic.conaculta.gob.mx/
Mi hermano me regaló un libro que ilustra muy bien lo que quisiera decir sobre la cultura mexicana, lo que sabemos de ella. Y lo que no sabemos. El libro de llama La Cultura, todo lo que hay que saber, de un escritor alemán llamado Dietrich Schwanitz, enfocado a la cultura europea que, en consecuencia, debe interesarnos a los europeos americanos que resultamos ser los mestizos ilustrados de estos países de América, al menos mitad europeos y más, pues nuestra base cultural está sustentada en el pensamiento griego y el desarrollo de la filosofía del centro de Europa; así fuimos siendo –culturalmente, insisto- ilustrados, positivistas, científicos, habitantes modernos de occidente. Interesados en el cine y en la cultura de Europa y Estados Unidos y parte de un proceso global de colonización ideológica. Sí, europea.
Schwanitz explica que la lectura de su libro bastará para que las gentes comunes y corrientes tengan una cultura que les permita desenvolverse en cualquier círculo social de sus respectivos países. Las cosas que debe uno saber para no quedar en vergüenza frente a personas culturas e intelectuales que inevitablemente se aparecen en nuestras vidas. Schwanitz debate el lenguaje, la geografía política, las mujeres y los hombres, la inteligencia, el talento, la creatividad. Esas cosas que uno debe saber. Y el saber mismo, como entidad individual y psicológica.
¿Qué hay que saber del renacimiento?, se pregunta Schwanitz. Para poder hablar del Renacimiento tenemos que saber sobre la Reforma y el nacimiento de los Estados europeos. Conocer historias particulares, biografías de personajes como Botticelli, Da Vinci, Miguel Ángel, Tiziano, Rafael… la cultura cortesana de las regiones, Lutero, Roma, la Biblia alemana; el estado teocrático calvinista de Ginebra. La sublevación de los países bajos y la concepción del universo, de Tolomeo a Copérnico.
Planteando la misma disyuntiva que el escritor alemán, para el caso de la cultura mexicana ¿qué habría que saber sobre la mitad de nuestros orígenes como pobladores mestizos del centro de México? ¿Qué necesitamos saber sobre seres que probabilísticamente pueden ser nuestros parientes? Si nos topamos con un antropólogo especializado ¿qué saber sobre los mexicanos que cruzaron sus destinos con los de los españoles que llegaron hace apenas 500 años, dando como fruto al mestizo que ahora somos.
Mi pregunta es por esa otra mitad de lo que también somos parte, históricamente. Porque a final de cuentas no somos europeos, a pesar de nuestra orientación intelectual, tan interesada en los griegos, los romanos y la filosofía de los alemanes, los habitantes de la ciudad de México somos mitad indígenas, aunque eso pueda llegar a incomodar. Es relativamente sencillo descubrir tus propias raíces tepanecas en gente tan cercana como tus abuelos, primos, parientes de la esposa; basta con mirar tus orígenes en los pueblos del DF ubicados en alguna de cinco delegaciones políticas profundamente indígenas como Xochimilco, Tlalpan, Tláhuac, Milpa Alta y Contreras. Toda una historia familiar qué contar. ¿Por qué no nos interesa? ¿Por qué nunca nos ha interesado? Por ejemplo, la historia de los tepanecas, tan cercanos a la conquista, que con tanto detalle ha trabajado el historiador Enrique Florescano, tan importantes a finales de la era precortesana. Los tepanecas, no don Enrique.
Los tepanecas fueron los últimos habitantes prehispánicos que recibieron a los españoles y se mezclaron con ellos para procrear esa paradójica cultura que hoy formamos, la mexicana. Su legado nos pertenece en una mitad, tanto como la otra mitad pertenece a nuestros ancestros de quienes hoy cultivamos la lengua creativamente hasta llegar el grado de la confusión, pues no podemos negar que sabemos el significado de chongo, cocol, comal, copal, coyote, ejote, elote, enchilada, epazote, esquite, estafiate, guaje, guajillo, guajolote, huacal, huachinango, huapango, huarache, huauzontle, huipil, hule, ixtle, jacal, jícama, jícara, jitomate, malacate, matatena, mayate, mecate, memela, metate, mezcal, mezquite, milpa, mixiote, molcajete, molote, palabras náhoas que explican una buena parte de mi vida, vocablos que aparecen en la biografía de cualquier mexicano. Objetos entremezclados con historias, como los moles de nuestras vidas, la plática familiar. Las he usado todo el tiempo, son parte de mi vida diaria. ¿Quiénes fueron esos tepanecas que hablaban náhuatl y que son los inmediatamente cercanos al momento de la conquista, que con un 50 % de probabilidades podrían ser ancestros nuestros? Es increíble que no nos interesen, al menos con el 50 % de probabilidades de nuestro interés.
Los tepanecas cohabitaron con los chichimecas. El actual territorio de esas delegaciones del sur del Distrito Federal perteneció a la nación tepaneca, formando parte del Señorío de Coyoacán. Los tepanecas eran una de las siete tribus nahuatlacas que se establecieron en la Cuenca de México, su centro rector era Azcapotzalco y sus dominios territoriales comprendían Tenayuca, Tlalnepantla, Tacuba, Tacubaya y Coyoacán, colindando con la cordillera que corre hasta los confines de los Ñahñús, a quienes llamamos otomíes.
El primer rey tepaneca fue el príncipe Acolhuatzin, que se casó con la hija de Xólotl. Al trono le sucedió Tezozómoc, quien tuvo cinco hijos: Moquihuiztli, Ecatliztac, Cuacuacpitzáhuac, Maztlatzin y Acolhuácatl. Durante su reinado, Tezozómoc extendió el dominio tepaneca nombrando a sus hijos señores de distintos lugares. Maztlatzin reinó Coyoacán, donde se incluían los poblados. Al fallecer Tezozómoc, en el año 1426, le sucedió en el reinado Maztlatzin, enemigo acérrimo de los aztecas. Una de sus primeras acciones fue la de someterlos, matando a Chimalpopoca.
Los mexicanos, en medio de la crisis y del yugo chichimeca, eligieron a su cuarto emperador: Itzcoatl, que no tardó en exhortar a su pueblo para liberarse del yugo tepaneca, y da así principio la "Guerra de la Triple Alianza"; es decir, se unen los de Tacuba, Texcoco y México contra los Tepanecas de estos pueblos que hoy ocupan cinco delegaciones políticas.
Después de varios hechos de armas, vencieron por completo a Maztlatzin de Azcapotzalco y Coyoacán. Así es como dio principio la sujeción de los habitantes del territorio de la hoy Delegación La Magdalena Contreras, quienes pagaron tributo a los mexicas, hasta la llegada de los españoles, nuestros parientes en exacta mitad.
En Milpa Alta están los pueblos de San Juan Tepenahuac, San Pedro Atocpan, San Bartolomé Xicomulco, San Antonio Tecómitl, San Pablo Oztotepec, San Salvador Cuauhtenco, San Jerónimo Miacatlán, San Agustín Ohtenco, Santa Ana Tlacotenco, San Lorenzo Tlacoyucan y San Francisco Tecoxpa, de donde puede ser alguno de tus familiares. El vocablo nahua Milpa hace referencia a una serie de tribus que poblaron el valle de México. En este idioma significa "hombre verdadero", y es el nombre con que históricamente se conoce a los pobladores de la región más rural del Distrito Federal, junto a Xochimilco. La lengua náhuatl de Milpa Alta pertenece a la familia lingüística yuto-azteca, que es considerada la más extensa del país.
Los primeros habitantes de la región pertenecieron a familias cazadoras-recolectoras chichimecas que se asentaron al sur de los "lagos centrales" entre los siglos XII y XIII.
Los nahuas de esta zona fueron tributarios de los mexicas, quienes en la consolidación de su imperio los sometieron a través del señorío de Xochimilco; el tributo consistía en bienes y fuerza de trabajo. Posteriormente fueron sometidos por nuestra los ancestros de nuestra propia mitad, los españoles.
En la Delegación Xochimilco los pueblos de San Francisco Tlalnepantla, Santiago Tepalcatlalpan, Huichapan, San Luis Tlaxialtemalco, Santa Cecilia Tepetlapa,
San Mateo Xalpa, Santa Cruz Acalpixca, Santa Cruz Xochitepec, Tepepan, San Lucas Xochimanca, San Andrés, Xochimilco, San Gregorio Atlapulco, San Lorenzo Atemoaya, Santa María Nativitas y Santiago Tulyehualco.
El lugar donde se cultivan las flores, origen del nombre de Xochimilco, es en donde se enmarca la pasarela de la flor-mujer, la feminidad-tradición, la representante de la madre tierra, la fertilidad, la diosa, rodeada de una estela de neblina-misterio, de árboles, hortalizas y animales, el símbolo de la belleza, la tierra que cuenta con la bendición de la abundancia, en una tradición que también nos pertenece en una mitad. En 919, cuando las tribus que venían de Chicomoztoc se asentaron en los verdes lugares de Xochimilco, hasta ahora se desconoce quiénes vivían antes de que llegaran estas tribus mexicas. Xochimilco contaba con una flora y una fauna de las más ricas y variadas. En las montañas existían densos bosques mixtos, con árboles de madera dura, como el encino, y blanda como el pino, y extensas poblaciones de oyamel, la conífera más típica de las montañas del Distrito Federal.
En la Delegación Tláhuac los pueblos de San Andrés Mixquic, San Nicolás Tetelco, San Francisco Tlaltenco, Santiago Zapotitlán, Santa Catarina Yecahuizotl, San Juan Ixtayopan y San Pedro Tláhuac podrían ser la cuna de alguno de tus ancestros.
Los primeros pobladores de lo que hoy son esos pueblos originarios ocuparon hacia 1,500 a.C. las faldas orientales del volcán Guadalupe, dedicados a la pesca y a actividades agrícolas incipientes. La aldea lacustre mantenía relaciones con otras poblaciones ribereñas y así permanecieron por siglos. Hacia el siglo XII d. C. existe en la isla de Tláhuac un centro de población que domina a los poblados y aldeas vecinos, localizados en las orillas del lago de Chalco. Su población chichimeca es vencida por las siete tribus aztecas a mitad del siglo XV, a quienes pagaron tributo en adelante, hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI.
En Tlalpan, los montañosos Santo Tomás Ajusco, San Miguel Ajusco, Magdalena Petlacalco, San Miguel Xicalco, San Miguel Topilejo, San Pedro Mártir, San Andrés Totoltepec y Parres el Guarda, pertenecen a los asentamientos humanos más antiguos en el Valle de México, localizados en el territorio que comprende actualmente la Delegación Tlalpan. Sus centros ceremoniales estaban en Cuicuilco, Ajusco y Topilejo. El más antiguo de estos tres y el que alcanzó una mayor importancia en la región fue el de Cuicuilco.
Diversos investigadores coinciden en ubicar la población de Cuicuilco entre los años 650 a. C. y 100 a. C., aunque la mayoría supone que fue antes de mediados del milenio, pues su esplendor ha sido ubicado alrededor del año 500, antes de la era cristiana. Cuicuilco fue un pueblo que se desarrolló de manera notable gracias a que basó su economía en la agricultura, en la que utilizó técnicas para aumentar la productividad, como canales de riego, la construcción de terrazas y el báculo de punta endurecida al fuego. Su población se calcula que llegó a los 20, 000 habitantes en su época de mayor desarrollo.
Por último, de la Delegación Contreras, también boscosos, los pueblos de Ocotepec,
Atlitic, Aculco y Totolapan. La presencia del hombre en el territorio de la hoy Delegación Magdalena Contreras se remonta al periodo que abarca del año 500 al 200 antes de nuestra era. A esta época se le conoce como Preclásico Superior, caracterizado por una sobrepoblación extendida territorialmente en el área de Contreras y Anzaldo. Los asentamientos allí localizados también dependían del Centro Ceremonial Cuicuilco, de origen tolteca. El desarrollo de esta cultura se interrumpió debido a la erupción del Xitle. Los habitantes huyeron a las partes más altas de la Sierra de las Cruces, buscando salir de la zona afectada, que se cubrió de lava hace aproximadamente 2,400 años. Aún en nuestros días siguen descubriéndose muestras de esta cultura debajo de la lava, en los pedregales del sur de la ciudad.
Un mexicano que quiera estar informado o tener cultura de su pasado es necesario saber de lenguas ¿cuántas hay? De qué se trata el asunto de los idiomas de los pueblos originarios. Haber leído a León Portilla y haberse interesado en discusiones y conferencias sobre las lenguas mexicanas de escritores como Carlos Montemayor o el escritor náhuatl Natalio Hernández, lo que dice la Conapo o el CDI.
La problemática de las lenguas hoy es mucho más compleja y exacta que cuando Miguel Othón de Mendizábal escribió sus hipótesis e ideas al respecto. De acuerdo a la UNESCO, la extinción de idiomas es dramática en el mundo: de las más de 6 mil lenguas que se hablan en el mundo en la actualidad, la mitad está en riesgo de desaparecer en el siglo XXI, a un ritmo de hasta dos por semana.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ejemplifica: aunque la muerte de idiomas es considerada de cierta forma un acontecimiento ''natural" que suele llevarse siglos enteros, el proceso ha adquirido un ritmo acelerado y dramático por la presión de las lenguas dominantes (inglés, mandarín, español o ruso), según el Atlas de las lenguas en peligro en el mundo, elaborado por el organismo internacional el año 2002.
El autor de Los pueblos indios de México, Carlos Montemayor, publicó en La Jornada del 12 de marzo de 2006, en un artículo de Ángel Vargas, la perspectiva actual de la discusión de los idiomas: los idiomas no desaparecen por razones inherentes a ellos, porque haya lenguas ''superiores o inferiores", sino por motivos políticos y económicos.
''Hacia el siglo XVI –escribe Montemayor-, se hablaban en México alrededor de 170 lenguas, a principios del siglo XX sólo 110 y en lo que va del XXI aproximadamente 62, de manera que en 500 años se han perdido más de 100 lenguas. En los próximos 20 o 40 años van a desaparecer al menos 19 y así, en poco tiempo, tendremos cuando mucho 40 lenguas".
''El inglés no es superior al zapoteco, ni el alemán al maya, ni el francés al mixteco. Esos son falsos conceptos. Los mexicanos, por ejemplo, decimos, por desinformación, que los indígenas hablan dialectos, pero todos los idiomas son sistemas complejos, culturas vivas, memorias de pueblos", concluye Montemayor. Tiene razón. (LaJornada:18.2.85)
Patrimonio intangible
El doctor Miguel León-Portilla, una autoridad en idiomas indígenas de América Latina, señala en ese encuentro de marzo del 2006, reseñado para La Jornada, que las lenguas son ''atalayas distintas para ver el mundo, cauces para acercarse a la realidad. En cierta forma, la lengua condiciona la manera de pensar y, cuando una muere, parte del mundo nombrable desaparece, y eso es terrible''.
''Las lenguas son parte del patrimonio intangible, como la literatura, los recetarios de cocina, las canciones, la música –indica el autor de Los antiguos mexicanos-. Todo eso es tan valioso o más que el patrimonio tangible", sostiene este maestro emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México, para quien los pueblos indígenas dan una lección admirable de resistencia frente a la globalización cultural, entendida como homogeneización.
Hay muchas lenguas indígenas mexicanas en peligro de extinción, como las del norte de Baja California, el kiliwa, el pai-pai, el tipai, el cucapá o el seri, muchas de ellas habladas por menos de 100 individuos. En lo que respecta a otras lenguas más habladas, como el náhuatl, el zapoteco o el maya, "tampoco la situación es muy boyante, porque apenas en los últimos años empezaron a ser cultivadas y enseñadas en las escuelas", sostiene León-Portilla.
En contraposición a estas opiniones, el escritor náhuatl Natalio Hernández tiene una perspectiva optimista sobre las lenguas originarias, y aunque reconoce que éstas se vieron sometidas y atacadas durante siglos, afirma que presenciaremos su renacer. ''No estoy asustado, sino entusiasmado con el siglo XXI, porque será el de la consolidación de los idiomas indígenas y la diversidad lingüística".
Matices aparte, los tres estudiosos coinciden en que la protección del patrimonio lingüístico de México pasa en gran medida por la adopción de políticas de Estado, además de reconocer constitucionalmente la diversidad de idiomas como una riqueza.
Montemayor no duda en advertir: ''lo que los indígenas no consigan por su propia fuerza, nadie se los dará por misericordia o solidaridad". Como en un laboratorio descomunal, el territorio mexicano ofrece al turismo académico casos señalados donde los investigadores pueden ser testigos del deceso. Es el caso del aguacateco, un idioma en realidad ya extinto desde hace tiempo, pues ni la Comisión gubernamental para los pueblos indígenas lo registra entre los idiomas mexicanos. El aguacateco, de acuerdo a notas del periódico, se halla en el mayor peligro de extinción. De las 62 lenguas originarias que existen en México, 20 cuentan con menos de mil hablantes, lo que significa que en dos generaciones más podrían dejarse de utilizar y extinguirse, con lo cual los idiomas indígenas que han muerto desde la conquista de México aumentarían a unos 130 de un total de 170 que había en el siglo XVI. (LaJornada:25.6.85)
Según información de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), recabada en 2002 como indicadores socieconómicos y basada en datos del Censo General de Población y Vivienda de 2000 del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), la lengua en mayor riesgo es el aguacateco, pues sólo cuenta con 23 hablantes. Esta es una lengua originaria de Los Altos Cuchumatanes, Guatemala, en el municipio de Aguacatán, se habla en México a causa de la migración transfronteriza. Los 23 hablantes de la lengua, que residen en su mayor parte en Baja California y Baja California Sur, pertenecen lingüísticamente a la familia maya.
No es la única lengua amenazada. El kiliwa también se encuentra en una situación alarmante, ya que en la actualidad sólo lo hablan 52 personas. El kiliwa, que desde tiempos ancestrales cohabitan en las serranías de Baja California junto con los paipai, sobre todo en la Sierra de los Tecolotes, pertenecen lingüísticamente a la familia yumana, del tronco hokano. El cochimí, en la meseta costera del norte de Baja California, lo hablan 82 hablantes, que también pertenecen a la familia yumana.
El ixil, proveniente de la región guatemalteca, actualmente lo hablan 90 personas que viven en Campeche y Quintana Roo. Ninguno de ellos considerados por la propia Comisión en su catálogo de lenguas. También peligran el kumiai, con 161; el motozintleco o mochó, con 174; el cucapá, con 178; el paipai, con 201; el cakchiquel, con 210; el quiché, con 246; el ixcateco, con 351; el ocuilteco o tlahuica, con 466; el jacalteco, con 529 y el kekchí, con 677. Ninguno en el catálogo de la comisión, pero resaltan seis que son muy conocidos y que sí están catalogados como el chocho, con sólo 992 hablantes, el pima, con 741; el lacandón, con 635; el seri, con 458; el pápago, con 141y el kikapú, con 138
La proporción de población hablante de lengua indígena respecto a la población del país se ha mantenido en los años señalados en el cuadro de población total e indígena, incluido en este apartado en un seis por ciento, en tanto que la proporción de la población indígena estimada para 1990 y 1995 por INI - CONAPO y para 2000 por CDI - PNUD se mantiene en 10 indígenas por cada cien habitantes del país. Las entidades cuya proporción de población indígena es mayor a la nacional son: Yucatán (59%), Oaxaca (48%), Quintana Roo (39%), Chiapas (28%), Campeche (27%), Hidalgo (24%), Puebla (19%), Guerrero (17%) y San Luis Potosí y Veracruz (15%). (cdi.gob.mx)
Los valores indígenas
Existe una leyenda inducida en los pueblos por los frailes católicos para justificar la nominación de un santo para la comunidad. En todos los casos el santo se apareció en un paraje cercano y pidió la edificación de una iglesia, que invariablemente le fue concedida en un sitio estelar de la población. Es una presencia perenne de los pueblos originales, sobre todo en el centro de México, una digna iglesita que engalana los centros históricos de comunidades muy lejanas de la geografía nacional. Los frailes se salieron con la suya, pero es ahí donde entran las relatividades, pues los pueblos adoptaron con naturalidad la religión católica y la amoldaron a sus propios festejos, que convenientemente coincidían. Daba lo mismo llamar Guadalupe a Tonzntzin para un cuicateco de Santa Cruz Zenzontepec, Oaxaca, cuando sus creencias le permiten adorar, hasta la fecha, y ofrendar a sus otras deidades como la santa Abuela, el santo padre Dios, la santa madre Tierra, la santa madre Luna, los dioses del Agua, del Viento, de la Lluvia, de la Montaña, las santas Ciénegas y la santa Lumbre o santo Fuego. Religión superior, la suya, que busca un equilibrio espiritual discreto y fervoroso, “la naturaleza y lo divino-sagrado, intrínsecamente vinculados, donde los puntos de tensión han de garantizar el mantenimiento de la armonía de su universo”.
¿Cómo no considerar por parte de los mestizos la posibilidad de reconocer su otra mitad entre los pueblos originarios? Los chatinos de Santa Cruz Zenzontepec y la gente mestiza que proviene de la región tienen mucho que aportar para el conocimiento de los mexicanos. Me gustan esos valores de su religión.
Bibliografía
www.pueblosoriginarios.df.gob.mx
http://sic.conaculta.gob.mx/
No hay comentarios:
Publicar un comentario