Los antropólogos sabemos de Samoa desde los inicios mismos de la carrera debido a un famoso estudio que la antropóloga estadounidense, Margared Mead, hizo en esa isla polinesia en los años veinte sobre Adolescencia, sexo y cultura. Allí descubrió razones fundamentales del periodo vital de la adolescencia que, como puede preverse, en los años veintes, aún en los Estados Unidos carecían ubicuidad cultural, es decir, los niños pasaban a ser adultos sin transición precisa, sin adolescencia. De ahí que su estudio en Samoa ofrecía dar respuestas a cuestiones antropológicas globales: ¿Los disturbios que angustian a nuestros adolescentes son debidos a la naturaleza misma de la adolescencia o a la civilización?, se peguntó. ¿Bajo diferentes condiciones la adolescencia presenta diferentes circunstancias?" Mead concluyó de que así era.
Margared Mead viene a cuento no por el tema de la adolescencia, ni del sexo, sino de Samoa, para cuya disyuntiva ella ya no podrá aportar nada, pues murió en 1978, y está verdaderamente canijo que yo pueda embarcarme esta tarde a la isla polinesia, por lo que no tengo otra opción que simplemente especular sobre ese brutal cambio cultural que el gobierno de Samoa busca implementar a partir del 7 de septiembre: cambiar de derecha a izquierda el sentido de circulación vehicular. Parece sencillo, pero no lo es. Ya vimos la muerte de Woody Allen en su película Match Point, justamente debido a ese detalle, pues un neoyorquino debe primero habituarse para manejar en Inglaterra, pero el hecho de que 18 mil conductores, que son los que existen en Samoa, cambien de sentido de la noche a la mañana, se antoja peliagudo. No es un asunto que competa sólo a los conductores, sino también a los peatones, que deberán invertir sus cuidados al atravesar; al mobiliario urbano, que deberá cambiar a la acera de enfrente las paradas, los anuncios y las rutas de pasajeros, para no hablar de los 18 mil vehículos que tendrán que cambiar el volante de izquierda a derecha, o peor, manejar con sus vehículos actuales de manera invertida. El gobierno dice que el cambio servirá para que los numerosos emigrantes samoanos en Australia y Nueva Zelanda puedan enviar vehículos usados a sus familiares de la isla, pero como los mexicanos con los argumentos de nuestras autoridades, los habitantes de Samoa también desconfían de que esa sea la verdadera razón. Por lo pronto, los 180 mil habitantes de la isla están muy zizcados, temerosos y ya han creado una singular asociación cuyo nombre parece sacado de una película de esas que se preguntan dónde está el piloto: Asociación Contra el Cambio de Lado.
Lo único que se espera, de todo corazón, es que las estadísticas de muerte por accidente automovilístico no se disparen, también, de un día para el otro.
Margared Mead viene a cuento no por el tema de la adolescencia, ni del sexo, sino de Samoa, para cuya disyuntiva ella ya no podrá aportar nada, pues murió en 1978, y está verdaderamente canijo que yo pueda embarcarme esta tarde a la isla polinesia, por lo que no tengo otra opción que simplemente especular sobre ese brutal cambio cultural que el gobierno de Samoa busca implementar a partir del 7 de septiembre: cambiar de derecha a izquierda el sentido de circulación vehicular. Parece sencillo, pero no lo es. Ya vimos la muerte de Woody Allen en su película Match Point, justamente debido a ese detalle, pues un neoyorquino debe primero habituarse para manejar en Inglaterra, pero el hecho de que 18 mil conductores, que son los que existen en Samoa, cambien de sentido de la noche a la mañana, se antoja peliagudo. No es un asunto que competa sólo a los conductores, sino también a los peatones, que deberán invertir sus cuidados al atravesar; al mobiliario urbano, que deberá cambiar a la acera de enfrente las paradas, los anuncios y las rutas de pasajeros, para no hablar de los 18 mil vehículos que tendrán que cambiar el volante de izquierda a derecha, o peor, manejar con sus vehículos actuales de manera invertida. El gobierno dice que el cambio servirá para que los numerosos emigrantes samoanos en Australia y Nueva Zelanda puedan enviar vehículos usados a sus familiares de la isla, pero como los mexicanos con los argumentos de nuestras autoridades, los habitantes de Samoa también desconfían de que esa sea la verdadera razón. Por lo pronto, los 180 mil habitantes de la isla están muy zizcados, temerosos y ya han creado una singular asociación cuyo nombre parece sacado de una película de esas que se preguntan dónde está el piloto: Asociación Contra el Cambio de Lado.
Lo único que se espera, de todo corazón, es que las estadísticas de muerte por accidente automovilístico no se disparen, también, de un día para el otro.
¡Que necedad!, pasar del lado correcto al incorrecto. Ya es hora de que los ingleses y los vicios que regaron por sus colonias se den cuenta de que perdieron la batalla, y empiecen a manejar del lado correcto.
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