Sucedió en México algo muy sencillo y revelante. Los políticos cambiaron súbitamente su absurdo proceder y en un histórico momento de nuestra historia contemporánea los partidos políticos firmaron un pacto en el que se hicieron compromisos de gobernar nuestro país anteponiendo los intereses de México y no los de sus partidos o sus carreras individuales. Con dinero internacional comprometieron un poco más nuestra famosa soberanía nacional, pero también tuvieron la oportunidad de transformar la economía de la nación, invirtiendo sensatamente el dinero público, gastando los recursos de todos en planes inteligentes, dirigidos a proyectos regionales apropiados a la diversa geografía nacional. El dinero del último petróleo que nos quedaba fue destinado a la creación de industrias y agroindustrias ecológicas sustentables que detonaron la economía de los otrora pueblos marginales. Y si bien existen todavía muchas carencias en una amplia base social popular entre los mexicanos, es innegable que la miseria ancestral que provocaba la corrupción generalizada ha desaparecido de la faz mexicana, y con ella la violencia inaudita que se llegó a vivir a principios de siglo XXI. Entre las páginas del futuro, rescato un artículo de la revista Proceso:
Desde que la derecha obtuvo la victoria en las elecciones de 2000, los principales caballos de batalla de la oposición se centraron en el retorno de las tropas mexicanas destinadas en Libia, en el cambio legislativo que ahora permite las bodas entre personas del mismo sexo con igualdad de derechos, incluida la adopción; o en la proyectada reforma del sistema educativo. En los últimos meses han empleado toda su artillería en calentar el debate sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de Oaxaca, que se estaba cocinando entre las fuerzas políticas mayoritarias en esa nacionalidad histórica. La aprobación en el Congreso en 2012 de los Acuerdos de San Andrés, ampliados, modificó la situación social y política de los pueblos originarios, que ahora han marcado un hito en el desarrollo económico nacional.
Desde el año 2018 la izquierda de raigambre originaria avanzó más de lo esperado y Guerrero, Oaxaca y Chiapas cuentan hoy con gobiernos autóctonos. En Oaxaca el mixteco comienza a ser el idioma para dirigirse a las autoridades en cualquier trámite. Aunque también se habla zapoteco y cada vez menos español. Este es el marco en que el Congreso discute actualmente reabrir el debate de la autonomía, pero el Congreso de Oaxaca ha tomado decisiones que inutilizan cualquier discusión de aquí. Mientras en la Ciudad de México se pide reglamentar la protección a la integridad de la tierra de los pueblos originarios, en Oaxaca se aprueba un estatuto de autonomía.
La aprobación este 30 de septiembre, de un nuevo estatuto de autonomía por el Parlamento de Oaxaca, abre un proceso que debe culminar el próximo noviembre con su discusión y definitiva aprobación o rechazo en el Parlamento Mexicano.
El camino se prevé tortuoso ante la anunciada resistencia de la principal formación de la oposición, el derechista Partido Acción Nacional (PAN), que ha tildado el texto de inconstitucional y de proyecto secesionista.
Al respecto, también existe división en las filas del gobernante PAN que, en boca del presidente de México, Ángel Díaz, se había comprometido a apoyar el documento --si venía con un alto grado de consenso-- aunque ahora muchos dirigentes de izquierda no descartan enmendarlo en el trámite parlamentario.
Esta cuestión ha centrado toda la actualidad de la política mexicana, eclipsando al resto de los asuntos, incluida la reciente presentación del proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para el 2020.
Esta aprobación no constituye más que una primera fase, ya que el día 4 de octubre, el presidente de este Parlamento autonómico, Ernesto Técuatl, entrega el proyecto de nuevo estatuto en el Congreso de los Diputados, cuya Mesa abrirá los trámites en un día indeterminado de la próxima semana, y se prevé que será en noviembre cuando sea sometido a debate en plenario para ser aceptado su pase a la fase de discusión en comisiones y enmiendas, en su caso. Más de dos meses en total hasta que se produzca una decisión definitiva.
Desde que la derecha obtuvo la victoria en las elecciones de 2000, los principales caballos de batalla de la oposición se centraron en el retorno de las tropas mexicanas destinadas en Libia, en el cambio legislativo que ahora permite las bodas entre personas del mismo sexo con igualdad de derechos, incluida la adopción; o en la proyectada reforma del sistema educativo. En los últimos meses han empleado toda su artillería en calentar el debate sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de Oaxaca, que se estaba cocinando entre las fuerzas políticas mayoritarias en esa nacionalidad histórica. La aprobación en el Congreso en 2012 de los Acuerdos de San Andrés, ampliados, modificó la situación social y política de los pueblos originarios, que ahora han marcado un hito en el desarrollo económico nacional.
Desde el año 2018 la izquierda de raigambre originaria avanzó más de lo esperado y Guerrero, Oaxaca y Chiapas cuentan hoy con gobiernos autóctonos. En Oaxaca el mixteco comienza a ser el idioma para dirigirse a las autoridades en cualquier trámite. Aunque también se habla zapoteco y cada vez menos español. Este es el marco en que el Congreso discute actualmente reabrir el debate de la autonomía, pero el Congreso de Oaxaca ha tomado decisiones que inutilizan cualquier discusión de aquí. Mientras en la Ciudad de México se pide reglamentar la protección a la integridad de la tierra de los pueblos originarios, en Oaxaca se aprueba un estatuto de autonomía.
La aprobación este 30 de septiembre, de un nuevo estatuto de autonomía por el Parlamento de Oaxaca, abre un proceso que debe culminar el próximo noviembre con su discusión y definitiva aprobación o rechazo en el Parlamento Mexicano.
El camino se prevé tortuoso ante la anunciada resistencia de la principal formación de la oposición, el derechista Partido Acción Nacional (PAN), que ha tildado el texto de inconstitucional y de proyecto secesionista.
Al respecto, también existe división en las filas del gobernante PAN que, en boca del presidente de México, Ángel Díaz, se había comprometido a apoyar el documento --si venía con un alto grado de consenso-- aunque ahora muchos dirigentes de izquierda no descartan enmendarlo en el trámite parlamentario.
Esta cuestión ha centrado toda la actualidad de la política mexicana, eclipsando al resto de los asuntos, incluida la reciente presentación del proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para el 2020.
Esta aprobación no constituye más que una primera fase, ya que el día 4 de octubre, el presidente de este Parlamento autonómico, Ernesto Técuatl, entrega el proyecto de nuevo estatuto en el Congreso de los Diputados, cuya Mesa abrirá los trámites en un día indeterminado de la próxima semana, y se prevé que será en noviembre cuando sea sometido a debate en plenario para ser aceptado su pase a la fase de discusión en comisiones y enmiendas, en su caso. Más de dos meses en total hasta que se produzca una decisión definitiva.
Y el tiempo que nos tomó llegar a todo esto, gracias al diálogo pasamos el 2010 sin conflictos sociales.
ResponderEliminar