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Belleza gris


A pesar de los colores previsibles de nuestras ferias, de nuestra fruta y de nuestros paisajes, en los años cuarentas se respira en Puebla un ambiente gris. Llega del extranjero a través del cine y la prensa, una moda gris, tal vez influida por el aplastante dominio nazi cuyo ejército –vehículos, armamento y ropa- usó este color neutro en la famosa toma de París de 1940, que dio la vuelta al mundo en fotografías de los periódicos que llegaban desde la ciudad de México y alguna revista Life que circulaban por ahí.

Lo cierto es que la opacidad del mundo se manifestó en los colores grises y oscuros que predominaron en la vestimenta de la gente. En cierta forma, la moda dejó de ser importante en esta década, pues no conforme con la guerra el mundo entero vivió la escasez de productos y la industria textil sufrió transformaciones importantes. Predominaron los trajes grises de dos piezas en las mujeres, al igual que en los hombres. Se usaron peinados y maquillaje relativamente discretos, y la elegancia se circunscribía al uso de un pañuelo blanco en un bolsillo falso del los sacos masculinos y guantes blancos cortos y largos en el caso de las mujeres. Y, claro, sus respectivos sombreros. Era la moda de la guerra, el mundo sufría, no había ningún pretexto para festejar.

El conflicto terminó en 1945 con las bombas atómicas en el Japón y la virtual aniquilación de los alemanes. Los modistos buscaron viejas glorias del antiguo glamour, de la grandiosidad de los años pasados, la nostalgia invadió de elegancia y sofisticación la nueva Era de la paz entre las naciones, pero el daño estaba hecho. Sería difícil recuperar nada a corto plazo, el mundo había cambiado y nosotros con él.

En fotografía, probablemente de los años cuarenta, mi abuelo Leopoldo Rocha Venegas camina probablemente por San Juan de Letrán de la ciudad de México, tomado del brazo de un señor que no identifico.


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