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Curador de almas


En 1980 Ricardo Montejano entrevistó a una pareja de ancianitos mixtecos en una escuela de Cuernavaca, encargándome su trascripción. La pareja de nonagenarios habló sobre su experiencia infantil en la Revolución, sobre canciones y la paupérrima educación que apenas recibieron. Inesperadamente, resultó que don Aurelio Nicasio era “curador”, más allá de su consentimiento. El remedio, simplemente, le decía cómo curar a los enfermos.

DON AURELIO NICASIO:

Le había curado yo su hija. Ya se estaba muriendo y la curé. Y se alivió. Su mujer tenía un granote, por aquí de este lado, nunca se podía aliviar, ya había tardado. Y yo nomás dos veces la curé y se secó. Se alivió. Le eché un remedio.

Que le habla ahora su difunto mi hermano. Ya, me habló mi comadre, dice, “te vine a ver”, estábamos en la placita, allá estábamos, con otro amigo ahí estaba yo con él. Le digo, pues pa´qué me quieren. Dice, “vamos a ver un niño, está enfermo”. ¿De quién? “Pues, dice, de fulano, mi compadre. Mira, si no lo crees –porque no quería yo ir, como ya estaba yo medio… tomando tantito- Ya, le digo, pues ai temprano lo voy a ir a ver. Dice “no”, dice, sacó su papelito, dice, mira, me mandan que vaya yo a traer su cajita a Tulcingo”. ¿Sí?, digo, ay, de veras, entonces vamos. Pues me voy con él. Llegué a su casa. La señora, pues ahí lo tiene, lo está abrazando. Ya estaba grandecito. Pues ya ahí le digo, está malo tu hijito. “Sí, se está muriendo”, dice. Le digo, qué tiene pues. “Dejó de mamar”, dice “Ei, ya no mama”. Y que digo entonces ¿quieres que le haga yo la lucha? Siquiera lo voy a sobar, pues. “Yo no tengo remedio, nada”, dice. Le digo, voy a sobar, a ver si se compone. Sacó sus trapitos y que yo nomás me eché saliva a las manos y le empecé a sobar, don usted. “Bien, pues, ya no se mueva mocosito”. Ei, ya no se mueve. Y que le atiento a donde más le duele. Yo lo sentía aquí, del lado del corazoncito. Ya pues, ya se estaba acabando. Ei, que le empecé a sobar. Lo torcía yo y lo destorcía yo, ai mero donde estaba brincando su corazoncito. Y Dios quiso, don usted, se compuso. En la mañana ya, lo fui a ver, dice: “luego se durmió, dice, mira, y ahora ya hace chiquirín”, sí se compuso. Ya, le di otra sobada más con la que se acabó por componer. El mismo Dios, pues, hizo quizás también. Pasó, pues, quedó aliviado ese mocoso.

DOÑA LOBORIA:

Ei, le digo. Una vez no podía yo moler, en la mañanita. Sentía yo molestias, por aquí me duele como estacas, ay, me estoy muriendo. Ora cómo voy a hacer, sóbame mi mano. Dice, “mira, vente para acá, donde están los burritos”; le digo, ora, dónde me llevas, “donde están los burros, por aquí te voy a curar”. Y me empezó a echar caca de burro. No lo ha de creer, don usted, ora mi mano la puedo mover más. Sí. No es pues por otra cosa, sino que Diosito, pues, les enseña. Para que puedan curar a esos que toman el remedio. Y nomás que te soben, aunque no usen remedio, luego se compone uno, ajá.

DON AURELIO NICASIO:

No me enseñaron. Nada. Yo soy buen curador, pero… porque yo no quise, pues, porque muchos cobran caro pero no está bueno. Me dijo: “aunque no cobres, pero quiero que aprendas”. Ei, mismo remedio, pues. Como ahora lo estamos platicando, ansina, así me platicaba el remedio. Ei, me decía: “aunque nomás con la sobada –dice-, tú lo alivias nomás a una persona. Nomás con pura sobada si no quieres dar la toma”. Pero yo de por sí no quise, pues, porque no está bueno. Ei, siempre lo persiguen, pues. Como voy viendo, pues, de veras, hartos médicos ya se murieron. Luego luego se mueren, y yo, mira, Dios quiere, todavía aquí ando… je je. No hago casi maldades ¿vedá? Porque algunos ¿vedá? entran allí al ayuno. No se bañan, asina sucio ta´la ropa. Y yo, me enseñó el remedio que entrara yo limpio. Todos los ayunantes que ayunan limpios, bañaditos y ropita cambiada. No quiere sucios. Y asina, pues, por eso ahora yo no curo, pues. Nomás a mi familia en veces los voy a sobar. El remedio se llama chiquimol. Los mexicanos le llaman xexetchi. Dos remedios, ei, el xexetchi es mujer, el chiquimol es hombre.

O como ora yo ¿vedá? voy a ir junto a esa palmera, si es remedio, yo le voy a hablar, cuando yo le voy a enseñar la cáscara. “Mira, yo te vine a traer por esto. Quiero que me vas a hacer un favor. Vas a aliviar a una persona que vengo a traerte, pa´que lo vayas a alevantar”. Sí, ahí tiene cómo le platica uno más adelante, ya cuando uno está sacando la cascarita –se ocupa nomás la cáscara. Y eso se hierve para darle la toma al enfermo. También medido, nomás, ajá. Se hierve y queda bien espeso. A veces nada más dos tacitas.
Pero de que ande yo ganando como los curadores, no, porque los curadores salen de ajuera del pueblo. Un día los asustaron, los quieren matar por allá. Y eso es lo que no quise, pero con el remedio puedo hablar.
El remedio se aparece como cuando uno está soñando, digamos. Los enfermos lo ven así cuando lo tienen dentro, cuando tienen adentro la toma lo ven así como ´orita estamos nosotros platicando. Entonces lo ven al niño que ahí va, y le dice: “mira, si no estás conforme, dile a don Víctor que te entregue el dinero, y de por sí se va. Porque si no te lo entrega no se burló de ti, se burló de mí”, dijo el remedio. El remedio lo ve en persona, lo ve al enfermo, no de palo, de persona lo ve, ai anda. Ei, así es.



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