Mi mamá odiaba a Pancho Villa. Decía que había matado a su abuelo Candelario Rocha y que por eso lo odiaba. También porque era un asesino, un forajido, un asaltante, un mujeriego y un chillón. Toda esa carga de sentimientos me hizo percibir a Villa, desde pequeño, como un ser extrañamente asociado a mi vida. Y aún hoy no estoy seguro de entender mis sentimientos hacia él: jefe de la División del Norte y asesino de mi bisabuelo.
En la muerte de Candelario Rocha parece que no existe confusión. Lo mataron en un ataque villista, aunque nunca se pudo comprobar nada, pues su cuerpo no apareció. Nadie vio su cadáver. Sucedió un día del crudo invierno chihuahuense cuando la familia completa de tres miembros viajaría a la capital del Estado para alguna diligencia o de compras o de paseo. Ese día, mi abuelo Leopoldo y sus papás llegaron a la estación de trenes en San Juanito con el propósito de abordar el CH-P que los conduciría a la ciudad de Chihuahua. Pero hubo un imprevisto: habían olvidado la cobija para cubrirse en la larga y fría noche del trayecto. “Corre a la casa y trae la cobija”, le dijo don Candelario al muchacho que entonces andaría en sus diez u once años. Leopoldo corrió a cumplir su cometido e igualmente regresó corriendo a la estación. No debe haber sido una distancia corta, pues cuando regresó encontró a su mamá sola en el andén. El tren había partido. “Nos iremos en el siguiente tren”, le dijo su mamá, mi bisabuela Magdalena. Pero no hubo tren en los siguientes días. Las noticias llegaron temprano en la mañana del siguiente día y no eran nada buenas. Los villistas habían atacado el tren del día anterior en un paraje denominado Malpaso, cercano a la ciudad de Guerrero. Bajaron a más de doscientos pasajeros y no se sabe qué pasó con ellos. “Tal vez regresen por su pie o quizás los mataron a todos”. Nadie regresó. O al menos nadie que tenga alguna importancia en esta historia, pues no hubo noticias claras, no hubo quién contara los sucesos precisos de ese día. Leopoldo estuvo meses esperando todas las tardes el regreso de su padre en las vías del tren. Se le rodaban las lágrimas cuarenta años después al recordarlo. Por supuesto nunca regresó, por eso mi mamá decía que odiaba a Villa por haber hecho sufrir así a su querido padre, que aunque no era hijo biológico de don Candelario lo amaba como si lo fuera, pues en los pocos años que vivió con él había sido muy bueno y muy considerado. Buen esposo y buen padre. Se le rodaban las lágrimas a mi mamá al platicarlo. Una herida profunda, un odio ciego, sin matices ni datos que pudieran aminorarlo.
Muchos años después pude leer todo lo que cayó en mis manos sobre el jefe revolucionario: Fuentes Mares, Krauze, el hallazgo de Friedrich Katz de las memorias de Silvestre Terrazas sobre Francisco Villa, a quien sirvió, y los propios libros del acucioso historiador alemán. Era un asesino, pero dime qué jefe de la Revolución no lo era, cuál de ellos cruzó ese puente de nuestra historia sin mancharse las manos de sangre.
A tantos años de su vida y su muerte no tengo sentimientos claros respecto a Pancho Villa, personaje poliédrico y contradictorio. Lo único que podría reprocharle es haber puesto en riesgo mi propia existencia, pues si Leopoldo hubiera regresado a tiempo para abordar el tren tal vez no existiría, la familia se hubiera truncado en 1912 y no habría nada en el entorno: ni abuelos, ni primos, ni hermanos, ni hijas, ni blog, ni nada. Y tú no estarías leyendo esto. Eso sí no se lo puedo perdonar.
* Fotografía de Magdalena y Leopoldo.
El taller de la FEEP de Tzicatlacoyan, con financiamiento de la ONG española Ayuda en Acción, concluyó su escultura de papel maché con la representación del Tentzo, figura mítica de origen prehispánica situada en la parte alta del kiosco de la plaza principal de la comunidad de San Juan Tzicatlacoyan, Puebla. De acuerdo a la investigadora Antonella Fogetti ( Tenzonhuehue: El simbolismo del cuerpo y la naturaleza ), El Tentzo es una entidad “mitad dios y mitad no”, deidad antigua intrínsecamente buena, dadora de dones, que de acuerdo a la tradición tiene la facultad de asumir diferentes apariencias: catrín, charro, viejo barbón, anciana, mujer hermosa o animales diversos, que también podría ser interpretado como el famoso nahual o entidad similar. Hoy todos niegan venerar al Tentzo, pero las ofrendas periódicamente depositadas en su honor refieren todo lo contrario. Es una suerte de deidad negada pero viva, vigente. El Tentzo, cuyo nombre ostenta una montaña y la propia cordill...
Hola,
ResponderEliminarHe leído lo que escribiste sobre Hilario Rocha. Tengo unas preguntas: ¿saben quiénes fueron los padres de Hilario Rocha? ¿De dónde era? Pregunto porque mi tatarabuelo se llamaba Hilario Rocha y nunca supimos mucho sobre él. Lo único que sabemos es que era militar en la época de la Revolución. Quiero saber si es el mismo o es un homónimo.
Gracias
Sandra, gracias por escribir. La historia que cuento es verdadera, este señor le dio el apellido Rocha a la familia, que fue numerosa y próspera, aunque no sus genes; siempre tuvimos un sentimiento de agradecimiento con él y fue muy bien tratado en las anécdotas familiares. Quiso mucho a mi abuelito, fue el único padre que conoció Leopoldo. Murió en ese ataque villista. Si tu abuelo murió de la misma manera, es él. En un momento dado todos fueron militares en aquel México violento, su esposa mi bisabuela Magdalena intervino en la batalla de Cerro Prieto, como lo cuento en otra entrada. Saludos.
ResponderEliminarEstimada doctora Sandra, te debo un doble agradecimiento por tu carta, pues debido a ella me puse a investigar los detalles de mi bisabuelo Rocha y de entrada descubrí un lamentable error en el recuerdo de su nombre. No era Hilario, como tu abuelo, sino Candelario, como las luces sempiternas de las iglesias. Te ofrezco disculpas por haberte inquietado respecto a tu abuelito, y yo paso a corregir el texto para poner ahí el verdadero nombre del mío. Saludos.
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