viernes, 21 de enero de 2011

Rebelión en la imagen


Por una caprichosa coincidencia del destino, el 21 de enero de 1950, mientras George Orwell moría en Inglaterra, en la Plaza Roja de Moscú se festejaba con ruidoso estruendo, desfile militar y verbena popular, no la muerte de George Orwell, por supuesto, sino la muerte de la máxima figura de la revolución bolchevique, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, que como todos sabemos ya descansaba momificado en un enorme mausoleo frente al Kremlin, pues había fallecido el 21 de enero de 1924.

George Orwell moría apenas dos años después de escribir su más célebre novela: 1984, en la que trata el tema del autoritarismo extremo de un Estado omnipresente que vigila al instante cada movimiento de sus ciudadanos, a través de una futurista cámara de televisión que ahora vemos instalada en la parte superior de nuestras computadoras, pero que en aquellos tiempos causó furor en el pensamiento liberal que quería apartarse a toda costa del Estado centinela.

Unos años antes de su célebre novela, Orwell había publicado una fastidiosa alegoría sobre la Unión Soviética titulada Rebelión en la granja, donde el líder de la revolución estaba representado por un añoso cerdo, sabio y enfermo, que moría demasiado pronto para dejar en manos de otros cerdos, menos viejos y menos sabios, los destinos de su castigada granja.

En 1984, su obsesión por la omnipresencia del estado soviético en la vida privada de sus ciudadanos, incluidos sus pensamientos, lo lleva a inventar una historia de ciencia ficción, ubicada en ese año que ahora para nosotros ya es antiguo, en el que el máximo poder, personificado por el Big Brother, impedía a los seres humanos la más mínima privacidad, incluido el amor.

Ahora, en el mundo de la globalización on line, Orwell resulta casi cándido. Aunque los inefables medios de comunicación, avorazados e irreverentes como son, hicieron del Big Brother orweliano un jugoso negocio sin el adecuado crédito a su autor.


* La imagen es una vagancia del autor del blog



1 comentario:

  1. En efecto; la narrativa orweliana es un pâlido reflejo de una ralidad tisuda y contundente. Hoy el hombre piensa que es libre acudiendo a una urna o expresando ideas que reproducen el statu quo sin cuestionar la terrible alienaciôn humana. Vivimos una libertad asalariada (para los aue tienen la "fortuna" de serlo!!!), un control ciudadano con cêdula de identidad, el libre trânsito gestionado por una visa y una libertad de consumo acotada por mîseros salarios.
    Bien mi Polo

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