En noviembre de 2009 Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín publicaron un interesante y urgente ensayo en la revista Nexos con el nombre de Un futuro para México (Nexos, 01/11/2009) en el que analizaban siete puntos torales en el estancamiento político, social y económico que vivimos los mexicanos: el peso del pasado, la prosperidad, nuestro lugar en el mundo, proteger a la sociedad, educación, democracia y hacia el 2012.
Su lectura fue estimulante y me pareció fundamental hacer algo por divulgar sus conclusiones que contemplaban cuatro decisiones estratégicas: asumir los cambios que requiere la economía para crecer; decidir el lugar que se quiere ocupar en el mundo; universalizar los derechos y garantías sociales necesarios para construir una sociedad equitativa, donde más de las dos terceras partes vivan más o menos igual, y hacer productiva la democracia mediante reformas institucionales que garanticen la seguridad de los ciudadanos. De inmediato me avoqué a promocionarlo en este blog.
Mi resumen, sin pretensiones críticas, buscaba simplemente ser un rebote social a una iniciativa ciudadana que mi juicio urge discutir en todos los niveles sociales, una forma simple de reconocer a dos importantes intelectuales que se tomaban el trabajo de iniciar una reflexión que tarde o temprano tendrán que asumir los tres poderes públicos mexicanos y que, inexplicablemente, pasan los sexenios y no asumen.
Mi iniciativa –que ciertamente implicó el esfuerzo de resumir unas veinticinco cuartillas en unas cuatro- mereció la inesperada respuesta de Jorge Castañeda que me escribió, no para corregir nada relacionado al resumen del ensayo, sino para contradecir algunas alusiones personales que yo había leído en la prensa y ahora utilizaba en mi introducción. Chismes de poca monta que no aportaban nada a la discusión y que con todo derecho él decidió enmendar. No importa, fue una lección de humildad que me enseñó que la impunidad no sólo ocurre desde los poderosos a los menesterosos, sino que, ahora con estas nuevas y democráticas formas de expresión, la impunidad de decir verdades dolorosas o mentiras arteras también puede concebirse al revés. Corregí lo corregible.
En diciembre de 2010 Castañeda y Aguilar Camín vuelven por sus fueros y publican un primer resultado de las consecuencias surgidas de su primera iniciativa, publicada en la propia revista (Nexos, 01/12/2010), ahora con el título de Regreso al futuro. A diferencia de Un futuro para México, Regreso al futuro me suscitó una serie de dudas y reflexiones críticas que espero abonen a la discusión antes que la estorben, que ayuden a reflexionar mejor sus conclusiones y en modo alguno caigan en un deporte muy socorrido entre los mexicanos: joder por joder.
En este nuevo ensayo refrendo mi admiración por señalar aspectos claves de nuestra recurrente crisis social, como la idea misma de futuro, la contención de los poderes, la integración con América del Norte, el IVA generalizado y, especialmente, el señalamiento del mecanismo que permite una débil o nula transparencia de los recursos públicos en los estados federados en donde los gobernadores hacen, más o menos, lo que les da la gana.
“El efectivo aprendizaje de las reglas democráticas y su utilización desde los gobiernos locales para alcanzar victorias imaginables sólo en el antiguo régimen: resultados del antiguo régimen con reglas del nuevo”, afirman. “Los gobernadores de hoy (priístas y no priístas) son dueños del poder y del dinero en su territorio”, de las urnas, de los órganos electorales, los medios de comunicación, los negocios “y, a veces, hasta de su oposición”.
“A la hora de rendir cuentas del dinero federal, congresos y ejecutivos estatales transitan en notorio acuerdo. (…) Las quejas de corrupción son moneda corriente en el ágora local. (…) Es otro de los temas en los que la burocracia del viejo régimen sigue prevaleciendo”.
El caso Zacatecas que vemos estos días es un triste ejemplo de lo que ocurre cuando el gobierno siguiente en un estado decide investigar a su predecesor. En un brevísimo tiempo, con el análisis de sólo el 2 % de las cuentas del gobierno de Amalia García, se acumularon evidencias para probarle el desvío de recursos federales de programas sociales dirigidos al derroche y al capricho sexenal y la adjudicación directa sin concurso alguno. Los datos son contundentes: de mil 254 millones de pesos destinados a contratos de servicios y obras en el periodo 2009-2010, 62% de los recursos, es decir, 744 millones de pesos, se gastaron bajo adjudicaciones directas. (El Universal) Esto, sin embargo, no es parte de un afán de limpiar nada sino de una suerte de venganza política y por desgracia no es parejo en el conjunto nacional, sabemos que lo mismo ocurriría prácticamente con cualquier gobernador que abandona su puesto, de cualquier otro estado y de cualquier otro partido, de Puebla a Oaxaca, de Chihuahua a Yucatán. En donde aprietes brota pus.
El reclamo de corrupción “local” fue sin duda la principal inconformidad que Castañeda y Aguilar Camín recogieron en una gira nacional para acopiar reacciones a su ensayo Un futuro para México, pero también el miedo al fortalecimiento de los gobiernos estatales que llegan a ser abrumadores para una debilitada ciudadanía, inerme ante la violencia y la impunidad. Vislumbraron, sin embargo, una suerte de optimismo subyacente en el evidente progreso de las grandes ciudades mexicanas, donde “no todo es corrupción”, pues “basta viajar hoy a cualquier ciudad media del país para sentir la pujanza del cambio regional verificado en los años del feuderalismo (ironía acuñada por Genaro Borrego), la calidad del equipamiento urbano, la revolución del consumo, la energía social”.
Y ahí salta ante mis ojos la misma contradicción que saltó para los suyos cuando advierten “la impresión de esquizofrenia que tanto Un futuro para México como Regreso al futuro pueden suscitar en el lector.” Aunque para ellos finalmente lo explica la realidad contradictoria que vivimos los mexicanos, no la esquizofrenia del escrito, a mi me quedó un regusto esquizofrénico de mi lectura, pues Regreso al futuro está plagado de argumentos contradictorios, muchas veces simplistas, como si fuera la visión de dos turistas impresionados por lo grandote de la macropalza de la ciudad de Monterrey. Por supuesto, soy el primero en asegurar que los dos escritores pueden ser muchas cosas antes que inocentes turistas, pero esa fue mi impresión, sobre todo frente a los datos estadísticos de un estado como Puebla, que contradicen tanto optimismo.
“México se ha transformado enormemente, y para bien, a lo largo de los últimos 15 años, el país es infinitamente mejor que el que los mexicanos portamos en nuestras cabezas”. El nuevo ensayo está cargado de expresiones sentenciosas y claramente discutibles: el país ha avanzado mucho; es un país grande, expansivo y prometedor; todo impresiona; una reducción sensible de la pobreza, los desamparados constituyen ahora una minoría variante; le ha ido mejor en estos 15 o 20 años que a Brasil y peor que a Chile; es un país mejor en todos los órdenes al que ha sido antes en su historia. “Hay un nuevo país regional cuya pluralidad salta por todos lados. (…) México hasta ahora no se escinde ni se fragmenta: se equilibra. (…) Este México de nueva, pujante y diversa regionalidad, es un país que bulle y se transforma, (…) que tiene poco que ver con las viejas tradiciones.” Todo esto mezclado con cifras probatorias de las honduras de la crisis política, la tragedia de la inseguridad, los rezagos educativos, fiscales, culturales, pues a lo largo de su redacción los escritores insertan equitativamente una de cal y una de arena, de ahí la esquizofrenia (de la realidad, pero también de la redacción): “En la frontera dominan las maquiladoras, el comercio legal e ilegal de cosas y personas, una violencia de Wild West y un dinamismo notable, incluso en los peores momentos, aunado a unas zonas urbanas de precariedad y abandono inhumanos. (…) Esta diversidad de nuevo tipo encierra también un carácter equilibrante que produce sinergias y suma fortalezas. (…) Cada región se dedica con intensidad a lo que sabe y puede hacer, no a lo que se le ocurrió a algún funcionario genial de la capital de la República, como Cosoleacaque, que sigue cerrado, o Huatulco y Puerto Peñasco, que siguen vacíos, o el puerto industrial de Lázaro Cárdenas/Las Truchas, que esperó durante 30 años el ferrocarril prometido.”
En fin, mi aportación crítica a la lectura de Volver al futuro se circunscribe a imaginar sus conclusiones para el estado de Puebla, donde resido hace 20 años, los mismos años que los autores señalan como los de enorme transformación, un país “infinitamente mejor que el que los mexicanos portamos en nuestras cabezas”. Es el México “de la prosperidad regional evidente”.
Invitados por universidades opulentas, convidados opíparamente por congresos locales que pusieron los manteles largos y eligieron hermosos salones del siglo XVII para recibirlos, tengo la impresión de que para este último ensayo los escritores vieron todo muy bonito, satisfactorio y reluciente. En efecto, muchas de nuestras ciudades son hermosas, Puebla en primer lugar, pero como que no pudieron tocar fondo en su vertiginosa gira.
“Los sistemas de transporte colectivo y de tránsito imaginativos y eficientes (incluyendo una insólita inversión simultánea de carriles en León, algo que jamás habíamos visto en nuestros andares por el mundo); (…) las ferias de libros o cónclaves culturales, periódicos y multitudinarios; (…) onerosas oficinas en el extranjero, (…) todo habla de la holgura financiera de nuestros estados.”
Castañeda y Aguilar Camín hablan de que en los últimos quince años se percibe en las principales ciudades del interior “un ensanchamiento de la clase media, medida como se le quiera medir, con una reducción sensible de la pobreza, e incluso, de modo sorprendente, con una pequeña pero sostenida merma de la desigualdad.” Lo que no quiere decir que la miseria urbana haya desaparecido, aclaran. “Sólo decimos que a diferencia de antes, cuando esos mexicanos desamparados conformaban una mayoría clara del país, ahora constituyen una minoría variante: la indígena muy pequeña, la rural cada día menor, la que padece la pobreza urbana, muy por encima de lo aceptable.”
Las ciudades mexicanas se han homogeneizado y “presumen los mismos malls y pasos a desnivel, los mismos libramientos y edificios públicos y privados (tribunales, universidades, palacios de gobierno, o museos, parques de diversión, country clubs y cadenas hoteleras), los mismos parques y zonas residenciales, las mismas extensiones de vivienda unifamiliar sin un solo árbol y millones de fúnebres tinacos Rotoplas: retículas urbanas perpetradas por Geo, Homex, Sare, Urbi, que insultan la buena arquitectura tradicional mexicana pero son también el primer peldaño en la materialización del sueño de casi seis millones de familias que han adquirido su primera vivienda en los últimos tres lustros.”
Es muy interesante esta visión porque es cierta. Es la visión clasemediera mexicana de que si no tienes un Aurrerá cerca de tu casa no vives en el mundo moderno. Pero habría que mencionar a las decenas de miles que han perdido sus casas, sus automóviles y, por supuesto, sus trabajos; el deterioro en la calidad de vida que en los últimos lustros hemos vivido millones de habitantes, los mismos que en los años ochentas ostentábamos sin discusión el etiqueta de clasemedieros y que ahora descendemos a ritmo acelerado.
Tengo muchas satisfacciones y pruebas de las bondades que he recibido de la ciudad y del estado de Puebla, de los poblanos en particular, pero no es mi visión personal o barrial la que quiero ofrecer en este análisis porque en efecto es una perspectiva subjetiva que habla solo de cómo le ha ido a uno en la feria, sino de los números oficiales de los últimos años que dependencias e institutos especializados han arrojado sobre la situación de un estado importante y representativo como Puebla, que tienen que ver muy poco con ese México “de nueva, pujante y diversa regionalidad, en un país que bulle y se transforma”, que los escritores ven.
De acuerdo con el estudio Indicadores Regionales de Actividad Económica de Banamex, el estado de Puebla tiene un Producto Interno Bruto per cápita similar al de países africanos como Gabón y Botswana; de acuerdo a ese análisis económico, Puebla se encuentra por debajo de naciones caribeñas, como Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda o de Europa Oriental como Rumania, Lituania, Croacia o Eslovenia.
El Instituto Nacional de Geografía y estadística, el Inegi, señala que para agosto de 2009 en Puebla hay 100 mil desempleados y 750 mil trabajadores informales. Es el lugar número 28, de 32, en competitividad a decir del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey en 2010 y uno de los cinco estados de México que retrocedió en términos absolutos en competitividad desde 2008, de acuerdo a los datos proporcionados por el Instituto Mexicano de la Competitividad.
En Puebla hemos vivido los últimos seis años una paradójica realidad: un gobierno autoritario pero invisible, inaccesible. Todo empezó en el primer año como producto del escándalo mediático que enfrentó el gobierno de Mario Marín al aprehender ilegalmente a la periodista Lydia Cacho, que lo soterró el resto de su sexenio. A partir de este hecho, Puebla ha venido dando tumbos en las distintas facetas de gobierno, perdiendo lugares nacionales, dejando pasar oportunidades, concibiendo el poder como una franquicia y no la gobernación de una importante entidad.
De acuerdo con el estudio de Transparencia Internacional en 2007, Puebla es el 4º Estado más corrupto de México. El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey en el 2010 valora a las autoridades poblanas como el peor gobierno en eficiencia gubernamental. Y el Centro de Estudios Espinoza Yglesias considera a Puebla en el penúltimo lugar de la República Mexicana en transparencia gubernamental.
El 16 de abril de 2008, Mario Marín Torres reconoció que Puebla ocupaba el séptimo lugar a nivel nacional en marginación y que la entidad tiene el sitio número 25 en desarrollo humano, tomando un estudio sobre el índice de desarrollo humano de la Organización de Naciones Unidas. De acuerdo con las cifras del INEGI de ese mismo año, Puebla es el tercer estado más pobre del país, con 3 millones 600 mil ciudadanos que viven en pobreza extrema y moderada, de los 5 millones 383 mil 133 poblanos que habitamos su territorio. Las cifras se repiten hasta el día de hoy. Un estudio realizado por la Ibero Puebla, del que da cuenta La Jornada de Oriente del 24 de enero de 2011, habla del 60% de los habitantes con mala calidad de vida; 68% viven con 879 pesos mensuales; 3 millones 600 mil habitantes con privaciones de vivienda y salud.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social considera que en Puebla existen 4 millones 340 mil personas sin acceso a la seguridad social, que representa el 77.4 por ciento. En calidad y espacios de vivienda, Puebla logra un índice de sólo 22.1 por ciento, equivalente a un millón 240 mil personas; en servicios básicos de la vivienda un porcentaje de apenas 32.7, que equivalen a un millón 830 mil poblanos y en acceso a la alimentación tiene un índice de mínimo de 27.2 por ciento, que representan a un millón 520 mil personas. Esto no es sino evidencia palpable de un fracaso en la política de Desarrollo Social, que hace necesario reconstruir el tejido social desde sus cimientos.
Los avances tecnológicos y la moderna transferencia de recursos no han sido capaces de llegar al campo y al campesinado poblano, que sigue padeciendo problemas ancestrales derivados de la mala distribución o ausencia de agua, baja productividad agrícola, pecuaria y acuícola; investigación tecnológica insuficiente y falta de valor agregado que limitan su desarrollo, someten a graves presiones económicas a las familias, que en más de un pueblo, en regiones enteras como la Mixteca, se ven precisadas a emigrar.
La Secretaría de Desarrollo Rural del Estado identifica noventa problemas de desarrollo en el campo poblano y acepta que hablar del campo en nuestra entidad es sinónimo de pobreza, de migración y desesperanza, ya que arrastra un histórico rezago tecnológico y una mal entendida práctica tradicional de las actividades agropecuarias.
Se ha hecho muy poco para remediarlo. Antes que propuestas, lo que se hace es promesas incumplibles, difusas, como las que escuchamos en la última campaña electoral: tractores de regalo, tecnificación fantasma, créditos peregrinos, viveros para vivales. Lo que en realidad vemos en el campo poblano es una nula coordinación de instituciones vitales para el desarrollo del campo, como la educación superior y los tres niveles de gobierno; lo que vemos es una capacitación y una asistencia técnica amarradas a la política.
Contra lo que muchos creen, hay una gran riqueza natural y cultural en el campo y el campesinado poblano. Se han identificado 367 clases de cultivos y 99 especies pecuarias y acuícolas agrupadas en 25 cadenas productivas; existe un catálogo de 306 opciones alimenticias; los biólogos han clasificado 455 plantas y especies animales con propiedades curativas.
Uno de los más caros problemas del campo poblano, como lo es también de la agricultura mundial, es la escasez de agua. Una prioridad ecológica hoy es una campaña permanente de concientización sobre el uso racional del agua en las ciudades y en el campo. Cultura del agua, que nos lleve a fomentar un manejo integral de las cuencas y microcuencas que hagan posible la tecnificación del riego agrícola.
En los últimos veinte años de gobiernos poblanos hemos sido testigos de la depredación de los ríos, depósitos de agua, arboledas y cultivos que circundaban la ciudad. La promesa ecológica del proyecto Angelópolis terminó siendo una falacia y de las miles de hectáreas destinadas para áreas verdes, los ecologistas poblanos de hoy se esmeran por salvar los metros cuadrados que ha dejado la voraz urbanización. En este sexenio hemos visto que ni esos metros quieren respetar. Las constructoras e inmobiliarias relacionadas al poder avanzan diariamente sobre los pocos bosques que su ambición, por múltiples causas, no ha alcanzado a depredar. La política relacionada al medio ambiente en Puebla parece tener una sola premisa: tumbar y encementar.
En el Programa Nacional de Remediación de Sitios Contaminados elaborado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en Junio de 2009,
Puebla se ubica entre los diez estados donde se registran las principales emergencias ambientales relacionadas con la contaminación por hidrocarburos, como fugas de ductos, derrames de carros tanque y pérdidas de materiales peligrosos de tanques de almacenamiento. La reciente tragedia de Texmelucan no es otra cosa que un recordatorio de lo mismo. Pero el deterioro ecológico en Puebla no es tanto un problema industrial, sino cultural, que tiene que ver con la laxitud de las leyes, la ausencia en la aplicación de reglamentos municipales.
La tala clandestina ha motivado el deterioro del 70% de la superficie forestal en el estado, de acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, una proporción difícil de imaginar. Pero hay que añadir descargas de drenajes en ríos y barrancas, emisiones incontroladas de gases tóxicos a la atmósfera, exterminio de la flora y fauna, altos índices de contaminación en las principales cuencas del estado; en un padrón de más de 3 mil empresas, menos de doscientas cumplen con el tratamiento de sus aguas residuales.
La historia nos ha demostrado una y otra vez que no es la simple generación de riqueza o la alta productividad lo que hace grandes a los pueblos; que los habitantes de una nación crecen cuando son capaces de generar ideas que les permita ser mejores seres humanos, individuos pensantes que generen cultura para bien propio y de sus descendientes. Todo se reduce a una sola palabra, sencilla y compleja a la vez: Educación.
En la medida en que un gobierno es capaz de generar mecanismos educativos para su pueblo, será capaz de crear instrumentos de desarrollo y bienestar. Por desgracia eso no ocurre en nuestra entidad, donde la educación está circunscrita a los vaivenes de un sindicalismo educativo con enormes rezagos y profundos vicios, lo que genera inestabilidad educativa, deserción, niveles ínfimos de preparación y lo más grave: una educación selectiva, elitista y por lo tanto parcial.
Castañeda y Aguilar Camín observan que Puebla “se volvió la tercera ciudad universitaria del país en apenas 25 años”, pero no dicen que nueve de cada diez universidades son de las llamadas patito, con una educación profesional paupérrima que arrojan al mercado de trabajo –por llamarle de algún modo- a miles de jóvenes mal equipados para el ejercicio de sus profesiones y perfectamente equipados para engrosar el ejército de desempleados.
Puebla tiene la pavorosa cifra de un millón 420 mil personas en rezago educativo, una cuarta parte de sus habitantes, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el Coneval. De acuerdo con Instituto Nacional de Geografía y Estadística (2005), existen en el Estado de Puebla 441 mil 600 adultos que no saben leer y escribir, de los cuales más de 60 mil tienen edades entre los 15 y 44 años, lo que significa que el Estado padece un “analfabetismo joven”.
El derecho a la salud es una buena frase política y electoral pero, en la práctica, se trata de una falacia. No obstante, si la situación es grave en la república mexicana, lo es aún más grave en el estado de Puebla, donde más de la mitad de los ciudadanos no tienen acceso a ningún servicio de salud. La Secretaría de Salubridad y Asistencia aprecia en 2010 que el índice de personas sin acceso a los servicios de salud en Puebla es del 57.5 por ciento, que en números representa a 3 millones 220 mil poblanos a la deriva en cuestiones de salud. Este mismo dato ha sido corroborado por el Coneval.
De acuerdo con el Inegi, Puebla es uno de los estados de la República Mexicana con la peor infraestructura hospitalaria y con el menor número de recursos humanos en el rubro de la salud. Nuestro estado se ubica en el último lugar del país respecto al número de enfermeras por cama censable, y en el lugar 29, de 32, en el número de enfermeras que están en contacto con el médico y el paciente.
México, como país, ocupa el octavo lugar a nivel mundial en recepción de turistas. Esto significa una ganancia de poco más de 12 mil millones de dólares al año. Sin embargo, Puebla, uno de los estados emblemáticos de la cultura y la historia nacional, no figura ni siquiera dentro de los 15 estados con mayor llegada de turistas, por ello la derrama económica deja mucho que desear. Todos sabemos que Puebla cuenta con la riqueza cultural, arquitectónica y natural necesaria para ser una potencia turística no sólo nacional, sino mundial.
Es decir, el optimismo por lo ocurrido en los últimos quince años en Puebla no está justificado con los números negativos que arrojan los estudios especializados, aunque cabe aclarar que existen por supuesto números positivos, resultado de los últimos cuarenta años de modernización: en el área metropolitana de la ciudad de Puebla se localiza el 80 por ciento de la industria del Estado, con una relevante industria metálica básica, de química ligera y artículos eléctricos, la metalúrgica con Hylsa y la planta Automotriz Volkswagen. La industria manufacturera de productos alimenticios mantiene una tendencia constante a ampliar sus actividades, triplicando su personal en los últimos años. La tradicional industria poblana, la textil, aunque disminuida, sigue ahí. Existen muchas plantas elaboradoras de textiles, hilados y tejidos de algodón y lana. Tiene fama la manufactura de rebozos, chalinas, sarapes y confecciones, así como los artículos de yute e ixtle, que son distribuidos a nivel nacional. Existen otras importantes fábricas de celulosa y papel, de artículos de madera y de productos de cuero, de hule, de muebles, refacciones y maquinaria, así como ensamble de vehículos; extracción y beneficios minerales no metálicos, fabricación de productos metálicos y derivados del petróleo. Existen medio centenar de plazas comerciales, decenas de supersitos y 25 mil establecimientos comerciales. Hay 4549 cuartos de hospedaje y 84 hoteles que van desde las cinco estrellas hasta otros que ya han perdido la estrella, que ofrecen una variedad culinaria de todos los niveles. En fin, un turista puede quedar sumamente satisfecho con lo que ve, pero ahora el esquizofrénico soy yo. O tal vez, como afirman los autores, la realidad lo es.
Ojalá esta réplica abone positivamente en la discusión que Castañeda y Aguilar Camín han iniciado con sus ensayos, que deje alguna inquietud en mi pequeñísimo círculo de lectores, algún rebote aquí o allá; me parece importante que se generen réplicas de otros estados que convaliden su optimismo o lo contradigan como aquí. Es un país muy grande, en efecto, pero parafraseando al maestro Arturo Warman, su gran tamaño no debe ser sustento de nuestra arrogancia, sino motivo de nuestra preocupación.
Yo, por mi parte, no habría derrochado mi esfuerzo en estas reflexiones si no creyera que la inteligencia humana puede prevalecer frente a la estupidez y la inercia de las generaciones en el tiempo. Hay un momento en que los pueblos despiertan de su letargo y toman las riendas de su porvenir, aún cuando sus herramientas democráticas sean paupérrimas y esporádicas: su triste voto. Hace décadas lo vimos en España, lo hemos visto en Chile y más recientemente en Brasil. Creo que hay razones para sostener una suerte de esperanza por la potencialidad que ostenta una sociedad viva y activa, como la poblana, que por lo pronto le dijo no a la prolongación del marinismo y cambió con su voto al partido gobernante, el PRI, por primera vez en su historia estatal. No es poca cosa.
Fuentes consultadas:
INEGI. XII Censo General de Población y Vivienda, 2000
http://www.infoagua.org/2008/09/15/
www.sedesol.gob.mx Diciembre, 2005
www.secodam.gob.mx
http://www.scribd.com/doc/16253798/Turismo-Interno-Puebla
http://www.turismopuebla.com/wiki/index.php/Puebla_Municipio
Enciclopedia de los Municipios de México, Puebla
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales/ Viernes 8 de agosto de 2003
La Jornada, Segundo Conteo de Población y Vivienda, Jueves 25 de mayo de 2006
Periódico Cambio, 2 de Junio de 2010, nota de Iñaki Gutiérrez Fernández,
La Jornada de Oriente 2008-2010
La Jornada de Oriente, 10.1.11, nota de Javier Puga,
El Sol de Puebla, 5 de junio de 2008
El Sol de Puebla, 31 de marzo de 2010, nota de Cirilo Calderón
E consulta, 22 de abril de 2010, nota de Efraín Núñez Calderón
La Jornada de Oriente, 24 de enero de 2011, nota de M. Camacho y A. Alfaro
Su lectura fue estimulante y me pareció fundamental hacer algo por divulgar sus conclusiones que contemplaban cuatro decisiones estratégicas: asumir los cambios que requiere la economía para crecer; decidir el lugar que se quiere ocupar en el mundo; universalizar los derechos y garantías sociales necesarios para construir una sociedad equitativa, donde más de las dos terceras partes vivan más o menos igual, y hacer productiva la democracia mediante reformas institucionales que garanticen la seguridad de los ciudadanos. De inmediato me avoqué a promocionarlo en este blog.
Mi resumen, sin pretensiones críticas, buscaba simplemente ser un rebote social a una iniciativa ciudadana que mi juicio urge discutir en todos los niveles sociales, una forma simple de reconocer a dos importantes intelectuales que se tomaban el trabajo de iniciar una reflexión que tarde o temprano tendrán que asumir los tres poderes públicos mexicanos y que, inexplicablemente, pasan los sexenios y no asumen.
Mi iniciativa –que ciertamente implicó el esfuerzo de resumir unas veinticinco cuartillas en unas cuatro- mereció la inesperada respuesta de Jorge Castañeda que me escribió, no para corregir nada relacionado al resumen del ensayo, sino para contradecir algunas alusiones personales que yo había leído en la prensa y ahora utilizaba en mi introducción. Chismes de poca monta que no aportaban nada a la discusión y que con todo derecho él decidió enmendar. No importa, fue una lección de humildad que me enseñó que la impunidad no sólo ocurre desde los poderosos a los menesterosos, sino que, ahora con estas nuevas y democráticas formas de expresión, la impunidad de decir verdades dolorosas o mentiras arteras también puede concebirse al revés. Corregí lo corregible.
En diciembre de 2010 Castañeda y Aguilar Camín vuelven por sus fueros y publican un primer resultado de las consecuencias surgidas de su primera iniciativa, publicada en la propia revista (Nexos, 01/12/2010), ahora con el título de Regreso al futuro. A diferencia de Un futuro para México, Regreso al futuro me suscitó una serie de dudas y reflexiones críticas que espero abonen a la discusión antes que la estorben, que ayuden a reflexionar mejor sus conclusiones y en modo alguno caigan en un deporte muy socorrido entre los mexicanos: joder por joder.
En este nuevo ensayo refrendo mi admiración por señalar aspectos claves de nuestra recurrente crisis social, como la idea misma de futuro, la contención de los poderes, la integración con América del Norte, el IVA generalizado y, especialmente, el señalamiento del mecanismo que permite una débil o nula transparencia de los recursos públicos en los estados federados en donde los gobernadores hacen, más o menos, lo que les da la gana.
“El efectivo aprendizaje de las reglas democráticas y su utilización desde los gobiernos locales para alcanzar victorias imaginables sólo en el antiguo régimen: resultados del antiguo régimen con reglas del nuevo”, afirman. “Los gobernadores de hoy (priístas y no priístas) son dueños del poder y del dinero en su territorio”, de las urnas, de los órganos electorales, los medios de comunicación, los negocios “y, a veces, hasta de su oposición”.
“A la hora de rendir cuentas del dinero federal, congresos y ejecutivos estatales transitan en notorio acuerdo. (…) Las quejas de corrupción son moneda corriente en el ágora local. (…) Es otro de los temas en los que la burocracia del viejo régimen sigue prevaleciendo”.
El caso Zacatecas que vemos estos días es un triste ejemplo de lo que ocurre cuando el gobierno siguiente en un estado decide investigar a su predecesor. En un brevísimo tiempo, con el análisis de sólo el 2 % de las cuentas del gobierno de Amalia García, se acumularon evidencias para probarle el desvío de recursos federales de programas sociales dirigidos al derroche y al capricho sexenal y la adjudicación directa sin concurso alguno. Los datos son contundentes: de mil 254 millones de pesos destinados a contratos de servicios y obras en el periodo 2009-2010, 62% de los recursos, es decir, 744 millones de pesos, se gastaron bajo adjudicaciones directas. (El Universal) Esto, sin embargo, no es parte de un afán de limpiar nada sino de una suerte de venganza política y por desgracia no es parejo en el conjunto nacional, sabemos que lo mismo ocurriría prácticamente con cualquier gobernador que abandona su puesto, de cualquier otro estado y de cualquier otro partido, de Puebla a Oaxaca, de Chihuahua a Yucatán. En donde aprietes brota pus.
El reclamo de corrupción “local” fue sin duda la principal inconformidad que Castañeda y Aguilar Camín recogieron en una gira nacional para acopiar reacciones a su ensayo Un futuro para México, pero también el miedo al fortalecimiento de los gobiernos estatales que llegan a ser abrumadores para una debilitada ciudadanía, inerme ante la violencia y la impunidad. Vislumbraron, sin embargo, una suerte de optimismo subyacente en el evidente progreso de las grandes ciudades mexicanas, donde “no todo es corrupción”, pues “basta viajar hoy a cualquier ciudad media del país para sentir la pujanza del cambio regional verificado en los años del feuderalismo (ironía acuñada por Genaro Borrego), la calidad del equipamiento urbano, la revolución del consumo, la energía social”.
Y ahí salta ante mis ojos la misma contradicción que saltó para los suyos cuando advierten “la impresión de esquizofrenia que tanto Un futuro para México como Regreso al futuro pueden suscitar en el lector.” Aunque para ellos finalmente lo explica la realidad contradictoria que vivimos los mexicanos, no la esquizofrenia del escrito, a mi me quedó un regusto esquizofrénico de mi lectura, pues Regreso al futuro está plagado de argumentos contradictorios, muchas veces simplistas, como si fuera la visión de dos turistas impresionados por lo grandote de la macropalza de la ciudad de Monterrey. Por supuesto, soy el primero en asegurar que los dos escritores pueden ser muchas cosas antes que inocentes turistas, pero esa fue mi impresión, sobre todo frente a los datos estadísticos de un estado como Puebla, que contradicen tanto optimismo.
“México se ha transformado enormemente, y para bien, a lo largo de los últimos 15 años, el país es infinitamente mejor que el que los mexicanos portamos en nuestras cabezas”. El nuevo ensayo está cargado de expresiones sentenciosas y claramente discutibles: el país ha avanzado mucho; es un país grande, expansivo y prometedor; todo impresiona; una reducción sensible de la pobreza, los desamparados constituyen ahora una minoría variante; le ha ido mejor en estos 15 o 20 años que a Brasil y peor que a Chile; es un país mejor en todos los órdenes al que ha sido antes en su historia. “Hay un nuevo país regional cuya pluralidad salta por todos lados. (…) México hasta ahora no se escinde ni se fragmenta: se equilibra. (…) Este México de nueva, pujante y diversa regionalidad, es un país que bulle y se transforma, (…) que tiene poco que ver con las viejas tradiciones.” Todo esto mezclado con cifras probatorias de las honduras de la crisis política, la tragedia de la inseguridad, los rezagos educativos, fiscales, culturales, pues a lo largo de su redacción los escritores insertan equitativamente una de cal y una de arena, de ahí la esquizofrenia (de la realidad, pero también de la redacción): “En la frontera dominan las maquiladoras, el comercio legal e ilegal de cosas y personas, una violencia de Wild West y un dinamismo notable, incluso en los peores momentos, aunado a unas zonas urbanas de precariedad y abandono inhumanos. (…) Esta diversidad de nuevo tipo encierra también un carácter equilibrante que produce sinergias y suma fortalezas. (…) Cada región se dedica con intensidad a lo que sabe y puede hacer, no a lo que se le ocurrió a algún funcionario genial de la capital de la República, como Cosoleacaque, que sigue cerrado, o Huatulco y Puerto Peñasco, que siguen vacíos, o el puerto industrial de Lázaro Cárdenas/Las Truchas, que esperó durante 30 años el ferrocarril prometido.”
En fin, mi aportación crítica a la lectura de Volver al futuro se circunscribe a imaginar sus conclusiones para el estado de Puebla, donde resido hace 20 años, los mismos años que los autores señalan como los de enorme transformación, un país “infinitamente mejor que el que los mexicanos portamos en nuestras cabezas”. Es el México “de la prosperidad regional evidente”.
Invitados por universidades opulentas, convidados opíparamente por congresos locales que pusieron los manteles largos y eligieron hermosos salones del siglo XVII para recibirlos, tengo la impresión de que para este último ensayo los escritores vieron todo muy bonito, satisfactorio y reluciente. En efecto, muchas de nuestras ciudades son hermosas, Puebla en primer lugar, pero como que no pudieron tocar fondo en su vertiginosa gira.
“Los sistemas de transporte colectivo y de tránsito imaginativos y eficientes (incluyendo una insólita inversión simultánea de carriles en León, algo que jamás habíamos visto en nuestros andares por el mundo); (…) las ferias de libros o cónclaves culturales, periódicos y multitudinarios; (…) onerosas oficinas en el extranjero, (…) todo habla de la holgura financiera de nuestros estados.”
Castañeda y Aguilar Camín hablan de que en los últimos quince años se percibe en las principales ciudades del interior “un ensanchamiento de la clase media, medida como se le quiera medir, con una reducción sensible de la pobreza, e incluso, de modo sorprendente, con una pequeña pero sostenida merma de la desigualdad.” Lo que no quiere decir que la miseria urbana haya desaparecido, aclaran. “Sólo decimos que a diferencia de antes, cuando esos mexicanos desamparados conformaban una mayoría clara del país, ahora constituyen una minoría variante: la indígena muy pequeña, la rural cada día menor, la que padece la pobreza urbana, muy por encima de lo aceptable.”
Las ciudades mexicanas se han homogeneizado y “presumen los mismos malls y pasos a desnivel, los mismos libramientos y edificios públicos y privados (tribunales, universidades, palacios de gobierno, o museos, parques de diversión, country clubs y cadenas hoteleras), los mismos parques y zonas residenciales, las mismas extensiones de vivienda unifamiliar sin un solo árbol y millones de fúnebres tinacos Rotoplas: retículas urbanas perpetradas por Geo, Homex, Sare, Urbi, que insultan la buena arquitectura tradicional mexicana pero son también el primer peldaño en la materialización del sueño de casi seis millones de familias que han adquirido su primera vivienda en los últimos tres lustros.”
Es muy interesante esta visión porque es cierta. Es la visión clasemediera mexicana de que si no tienes un Aurrerá cerca de tu casa no vives en el mundo moderno. Pero habría que mencionar a las decenas de miles que han perdido sus casas, sus automóviles y, por supuesto, sus trabajos; el deterioro en la calidad de vida que en los últimos lustros hemos vivido millones de habitantes, los mismos que en los años ochentas ostentábamos sin discusión el etiqueta de clasemedieros y que ahora descendemos a ritmo acelerado.
Tengo muchas satisfacciones y pruebas de las bondades que he recibido de la ciudad y del estado de Puebla, de los poblanos en particular, pero no es mi visión personal o barrial la que quiero ofrecer en este análisis porque en efecto es una perspectiva subjetiva que habla solo de cómo le ha ido a uno en la feria, sino de los números oficiales de los últimos años que dependencias e institutos especializados han arrojado sobre la situación de un estado importante y representativo como Puebla, que tienen que ver muy poco con ese México “de nueva, pujante y diversa regionalidad, en un país que bulle y se transforma”, que los escritores ven.
De acuerdo con el estudio Indicadores Regionales de Actividad Económica de Banamex, el estado de Puebla tiene un Producto Interno Bruto per cápita similar al de países africanos como Gabón y Botswana; de acuerdo a ese análisis económico, Puebla se encuentra por debajo de naciones caribeñas, como Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda o de Europa Oriental como Rumania, Lituania, Croacia o Eslovenia.
El Instituto Nacional de Geografía y estadística, el Inegi, señala que para agosto de 2009 en Puebla hay 100 mil desempleados y 750 mil trabajadores informales. Es el lugar número 28, de 32, en competitividad a decir del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey en 2010 y uno de los cinco estados de México que retrocedió en términos absolutos en competitividad desde 2008, de acuerdo a los datos proporcionados por el Instituto Mexicano de la Competitividad.
En Puebla hemos vivido los últimos seis años una paradójica realidad: un gobierno autoritario pero invisible, inaccesible. Todo empezó en el primer año como producto del escándalo mediático que enfrentó el gobierno de Mario Marín al aprehender ilegalmente a la periodista Lydia Cacho, que lo soterró el resto de su sexenio. A partir de este hecho, Puebla ha venido dando tumbos en las distintas facetas de gobierno, perdiendo lugares nacionales, dejando pasar oportunidades, concibiendo el poder como una franquicia y no la gobernación de una importante entidad.
De acuerdo con el estudio de Transparencia Internacional en 2007, Puebla es el 4º Estado más corrupto de México. El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey en el 2010 valora a las autoridades poblanas como el peor gobierno en eficiencia gubernamental. Y el Centro de Estudios Espinoza Yglesias considera a Puebla en el penúltimo lugar de la República Mexicana en transparencia gubernamental.
El 16 de abril de 2008, Mario Marín Torres reconoció que Puebla ocupaba el séptimo lugar a nivel nacional en marginación y que la entidad tiene el sitio número 25 en desarrollo humano, tomando un estudio sobre el índice de desarrollo humano de la Organización de Naciones Unidas. De acuerdo con las cifras del INEGI de ese mismo año, Puebla es el tercer estado más pobre del país, con 3 millones 600 mil ciudadanos que viven en pobreza extrema y moderada, de los 5 millones 383 mil 133 poblanos que habitamos su territorio. Las cifras se repiten hasta el día de hoy. Un estudio realizado por la Ibero Puebla, del que da cuenta La Jornada de Oriente del 24 de enero de 2011, habla del 60% de los habitantes con mala calidad de vida; 68% viven con 879 pesos mensuales; 3 millones 600 mil habitantes con privaciones de vivienda y salud.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social considera que en Puebla existen 4 millones 340 mil personas sin acceso a la seguridad social, que representa el 77.4 por ciento. En calidad y espacios de vivienda, Puebla logra un índice de sólo 22.1 por ciento, equivalente a un millón 240 mil personas; en servicios básicos de la vivienda un porcentaje de apenas 32.7, que equivalen a un millón 830 mil poblanos y en acceso a la alimentación tiene un índice de mínimo de 27.2 por ciento, que representan a un millón 520 mil personas. Esto no es sino evidencia palpable de un fracaso en la política de Desarrollo Social, que hace necesario reconstruir el tejido social desde sus cimientos.
Los avances tecnológicos y la moderna transferencia de recursos no han sido capaces de llegar al campo y al campesinado poblano, que sigue padeciendo problemas ancestrales derivados de la mala distribución o ausencia de agua, baja productividad agrícola, pecuaria y acuícola; investigación tecnológica insuficiente y falta de valor agregado que limitan su desarrollo, someten a graves presiones económicas a las familias, que en más de un pueblo, en regiones enteras como la Mixteca, se ven precisadas a emigrar.
La Secretaría de Desarrollo Rural del Estado identifica noventa problemas de desarrollo en el campo poblano y acepta que hablar del campo en nuestra entidad es sinónimo de pobreza, de migración y desesperanza, ya que arrastra un histórico rezago tecnológico y una mal entendida práctica tradicional de las actividades agropecuarias.
Se ha hecho muy poco para remediarlo. Antes que propuestas, lo que se hace es promesas incumplibles, difusas, como las que escuchamos en la última campaña electoral: tractores de regalo, tecnificación fantasma, créditos peregrinos, viveros para vivales. Lo que en realidad vemos en el campo poblano es una nula coordinación de instituciones vitales para el desarrollo del campo, como la educación superior y los tres niveles de gobierno; lo que vemos es una capacitación y una asistencia técnica amarradas a la política.
Contra lo que muchos creen, hay una gran riqueza natural y cultural en el campo y el campesinado poblano. Se han identificado 367 clases de cultivos y 99 especies pecuarias y acuícolas agrupadas en 25 cadenas productivas; existe un catálogo de 306 opciones alimenticias; los biólogos han clasificado 455 plantas y especies animales con propiedades curativas.
Uno de los más caros problemas del campo poblano, como lo es también de la agricultura mundial, es la escasez de agua. Una prioridad ecológica hoy es una campaña permanente de concientización sobre el uso racional del agua en las ciudades y en el campo. Cultura del agua, que nos lleve a fomentar un manejo integral de las cuencas y microcuencas que hagan posible la tecnificación del riego agrícola.
En los últimos veinte años de gobiernos poblanos hemos sido testigos de la depredación de los ríos, depósitos de agua, arboledas y cultivos que circundaban la ciudad. La promesa ecológica del proyecto Angelópolis terminó siendo una falacia y de las miles de hectáreas destinadas para áreas verdes, los ecologistas poblanos de hoy se esmeran por salvar los metros cuadrados que ha dejado la voraz urbanización. En este sexenio hemos visto que ni esos metros quieren respetar. Las constructoras e inmobiliarias relacionadas al poder avanzan diariamente sobre los pocos bosques que su ambición, por múltiples causas, no ha alcanzado a depredar. La política relacionada al medio ambiente en Puebla parece tener una sola premisa: tumbar y encementar.
En el Programa Nacional de Remediación de Sitios Contaminados elaborado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en Junio de 2009,
Puebla se ubica entre los diez estados donde se registran las principales emergencias ambientales relacionadas con la contaminación por hidrocarburos, como fugas de ductos, derrames de carros tanque y pérdidas de materiales peligrosos de tanques de almacenamiento. La reciente tragedia de Texmelucan no es otra cosa que un recordatorio de lo mismo. Pero el deterioro ecológico en Puebla no es tanto un problema industrial, sino cultural, que tiene que ver con la laxitud de las leyes, la ausencia en la aplicación de reglamentos municipales.
La tala clandestina ha motivado el deterioro del 70% de la superficie forestal en el estado, de acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, una proporción difícil de imaginar. Pero hay que añadir descargas de drenajes en ríos y barrancas, emisiones incontroladas de gases tóxicos a la atmósfera, exterminio de la flora y fauna, altos índices de contaminación en las principales cuencas del estado; en un padrón de más de 3 mil empresas, menos de doscientas cumplen con el tratamiento de sus aguas residuales.
La historia nos ha demostrado una y otra vez que no es la simple generación de riqueza o la alta productividad lo que hace grandes a los pueblos; que los habitantes de una nación crecen cuando son capaces de generar ideas que les permita ser mejores seres humanos, individuos pensantes que generen cultura para bien propio y de sus descendientes. Todo se reduce a una sola palabra, sencilla y compleja a la vez: Educación.
En la medida en que un gobierno es capaz de generar mecanismos educativos para su pueblo, será capaz de crear instrumentos de desarrollo y bienestar. Por desgracia eso no ocurre en nuestra entidad, donde la educación está circunscrita a los vaivenes de un sindicalismo educativo con enormes rezagos y profundos vicios, lo que genera inestabilidad educativa, deserción, niveles ínfimos de preparación y lo más grave: una educación selectiva, elitista y por lo tanto parcial.
Castañeda y Aguilar Camín observan que Puebla “se volvió la tercera ciudad universitaria del país en apenas 25 años”, pero no dicen que nueve de cada diez universidades son de las llamadas patito, con una educación profesional paupérrima que arrojan al mercado de trabajo –por llamarle de algún modo- a miles de jóvenes mal equipados para el ejercicio de sus profesiones y perfectamente equipados para engrosar el ejército de desempleados.
Puebla tiene la pavorosa cifra de un millón 420 mil personas en rezago educativo, una cuarta parte de sus habitantes, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el Coneval. De acuerdo con Instituto Nacional de Geografía y Estadística (2005), existen en el Estado de Puebla 441 mil 600 adultos que no saben leer y escribir, de los cuales más de 60 mil tienen edades entre los 15 y 44 años, lo que significa que el Estado padece un “analfabetismo joven”.
El derecho a la salud es una buena frase política y electoral pero, en la práctica, se trata de una falacia. No obstante, si la situación es grave en la república mexicana, lo es aún más grave en el estado de Puebla, donde más de la mitad de los ciudadanos no tienen acceso a ningún servicio de salud. La Secretaría de Salubridad y Asistencia aprecia en 2010 que el índice de personas sin acceso a los servicios de salud en Puebla es del 57.5 por ciento, que en números representa a 3 millones 220 mil poblanos a la deriva en cuestiones de salud. Este mismo dato ha sido corroborado por el Coneval.
De acuerdo con el Inegi, Puebla es uno de los estados de la República Mexicana con la peor infraestructura hospitalaria y con el menor número de recursos humanos en el rubro de la salud. Nuestro estado se ubica en el último lugar del país respecto al número de enfermeras por cama censable, y en el lugar 29, de 32, en el número de enfermeras que están en contacto con el médico y el paciente.
México, como país, ocupa el octavo lugar a nivel mundial en recepción de turistas. Esto significa una ganancia de poco más de 12 mil millones de dólares al año. Sin embargo, Puebla, uno de los estados emblemáticos de la cultura y la historia nacional, no figura ni siquiera dentro de los 15 estados con mayor llegada de turistas, por ello la derrama económica deja mucho que desear. Todos sabemos que Puebla cuenta con la riqueza cultural, arquitectónica y natural necesaria para ser una potencia turística no sólo nacional, sino mundial.
Es decir, el optimismo por lo ocurrido en los últimos quince años en Puebla no está justificado con los números negativos que arrojan los estudios especializados, aunque cabe aclarar que existen por supuesto números positivos, resultado de los últimos cuarenta años de modernización: en el área metropolitana de la ciudad de Puebla se localiza el 80 por ciento de la industria del Estado, con una relevante industria metálica básica, de química ligera y artículos eléctricos, la metalúrgica con Hylsa y la planta Automotriz Volkswagen. La industria manufacturera de productos alimenticios mantiene una tendencia constante a ampliar sus actividades, triplicando su personal en los últimos años. La tradicional industria poblana, la textil, aunque disminuida, sigue ahí. Existen muchas plantas elaboradoras de textiles, hilados y tejidos de algodón y lana. Tiene fama la manufactura de rebozos, chalinas, sarapes y confecciones, así como los artículos de yute e ixtle, que son distribuidos a nivel nacional. Existen otras importantes fábricas de celulosa y papel, de artículos de madera y de productos de cuero, de hule, de muebles, refacciones y maquinaria, así como ensamble de vehículos; extracción y beneficios minerales no metálicos, fabricación de productos metálicos y derivados del petróleo. Existen medio centenar de plazas comerciales, decenas de supersitos y 25 mil establecimientos comerciales. Hay 4549 cuartos de hospedaje y 84 hoteles que van desde las cinco estrellas hasta otros que ya han perdido la estrella, que ofrecen una variedad culinaria de todos los niveles. En fin, un turista puede quedar sumamente satisfecho con lo que ve, pero ahora el esquizofrénico soy yo. O tal vez, como afirman los autores, la realidad lo es.
Ojalá esta réplica abone positivamente en la discusión que Castañeda y Aguilar Camín han iniciado con sus ensayos, que deje alguna inquietud en mi pequeñísimo círculo de lectores, algún rebote aquí o allá; me parece importante que se generen réplicas de otros estados que convaliden su optimismo o lo contradigan como aquí. Es un país muy grande, en efecto, pero parafraseando al maestro Arturo Warman, su gran tamaño no debe ser sustento de nuestra arrogancia, sino motivo de nuestra preocupación.
Yo, por mi parte, no habría derrochado mi esfuerzo en estas reflexiones si no creyera que la inteligencia humana puede prevalecer frente a la estupidez y la inercia de las generaciones en el tiempo. Hay un momento en que los pueblos despiertan de su letargo y toman las riendas de su porvenir, aún cuando sus herramientas democráticas sean paupérrimas y esporádicas: su triste voto. Hace décadas lo vimos en España, lo hemos visto en Chile y más recientemente en Brasil. Creo que hay razones para sostener una suerte de esperanza por la potencialidad que ostenta una sociedad viva y activa, como la poblana, que por lo pronto le dijo no a la prolongación del marinismo y cambió con su voto al partido gobernante, el PRI, por primera vez en su historia estatal. No es poca cosa.
Fuentes consultadas:
INEGI. XII Censo General de Población y Vivienda, 2000
http://www.infoagua.org/2008/09/15/
www.sedesol.gob.mx Diciembre, 2005
www.secodam.gob.mx
http://www.scribd.com/doc/16253798/Turismo-Interno-Puebla
http://www.turismopuebla.com/wiki/index.php/Puebla_Municipio
Enciclopedia de los Municipios de México, Puebla
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales/ Viernes 8 de agosto de 2003
La Jornada, Segundo Conteo de Población y Vivienda, Jueves 25 de mayo de 2006
Periódico Cambio, 2 de Junio de 2010, nota de Iñaki Gutiérrez Fernández,
La Jornada de Oriente 2008-2010
La Jornada de Oriente, 10.1.11, nota de Javier Puga,
El Sol de Puebla, 5 de junio de 2008
El Sol de Puebla, 31 de marzo de 2010, nota de Cirilo Calderón
E consulta, 22 de abril de 2010, nota de Efraín Núñez Calderón
La Jornada de Oriente, 24 de enero de 2011, nota de M. Camacho y A. Alfaro
´Mexico es hermoso
ResponderEliminarestá muy caro todo ahora?? aún no me he tomado vacaciones, pero como estoy en plena mudanza a un apartamento en palermo, no tengo mucho para gastar en vacaciones
Pero realmente se que si hay un lugar en el mundo en donde vale la pena invertir en vacaciones es en Mexico... paradísiaco, y además un lugar con tanta historia