Guy Banester, personaje (¿real?) de la crónica literaria de Don DeLilo, Libra, sobre el mundo que rodeaba a Lee H.Oswald y el asesinato de Kennedy en los años sesenta, ilustra en este párrafo algunas de las exigencias de sus superiores de los servicios de “inteligencia” en el gobierno de los Estados Unidos:
“Querían listas de negros, de amantes de los negros, de negros armados, de negras embarazadas, de negros de piel clara, de negros casados con blancas. Resultaba imposible fotografiar a una negra, jamás había visto la foto de un negro en la que pudieran distinguirse las facciones. El que no despidan luz es sólo un hecho de la naturaleza.”*
Martín Luther King era uno de ellos, el más importante en su momento, cabeza de un movimiento que luchaba contra la discriminación y el derecho al voto para los afroamericanos. King era pastor de la iglesia Bautista y desde esa posición hizo su labor por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam. El 4 de abril de 1968 precisamente se encontraba en Memphis en apoyo a un grupo de basureros que se fueron a la huelga por sus lamentables condiciones de trabajo. Lo había hecho ya en el boicot de autobuses en Montgomery en 1955; en la Marcha a Washington por el Trabajo y la Libertad en 1963, cuando estremeció al mundo con su discurso "I have a dream" (‘yo tengo un sueño’).
La noche previa había pronunciado un discurso inspirado y dramático sobre la lucha, donde, entre otras cosas, expresó: “Y he mirado en torno a mí y he visto la tierra prometida. Puede que yo no vaya allí con vosotros.” No lo fue, doce horas después lo asesinaron. King se hallaba en el balcón del Lorraine Motel en Memphis, Tennessee. Le dispararon desde unos matorrales (podados convenientemente a los dos días) y no del edificio del frente, como se señaló; la bala atravesó la garganta de King que cayó al piso sin ninguna posibilidad. Tenía 39 años de edad y un tercio de ella dedicado a los derechos civiles.
A los dos meses del asesinato de Martin Luther King aprehendieron a un ladrón y lo acusaron del crimen. Había un guión: él lo aceptó, después lo negó. Con los años afloraron otras evidencias para sostener la existencia de un complot para asesinarlo, con participación de federales, mafiosos y bolsas de hasta cien mil dólares por liquidarlo. En 2004, Jesse Jackson, testigo del crimen y de la investigación, afirmó: “nuestro gobierno estuvo muy implicado”, pero en su momento, como suele ocurrir en esta clase de crímenes que cambian naciones enteras, el Departamento de Justicia, “no encontró ninguna prueba que pudiese demostrar una conspiración.”
La muerte del Doctor King desató la violencia en sesenta ciudades de Estados Unidos que costó un centenar de muertes a manos de las fuerzas del orden que detuvieron las protestas a sangre y fuego. Con el paso de los años, la memoria de Martin Luther King fue elevada a los altares de la patria y desde 1986 este día es uno de los feriados más importantes en el calendario cívico de ese país.
* Don DeLilo, Libra, Sexis Barral, 2005, p. 156
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