El 28 de mayo de 1864, a bordo de la fragata Novara de bandera austriaca, arriban a Veracruz el Archiduque José Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota, acompañados de un numerosos séquito de austriacos, franceses y mexicanos.
En Puebla todo mundo corría nerviosísimo. Ya se habían hecho los arreglos pertinentes un año antes. Fernando Pardo, el Prefecto Político del Departamento de Puebla, había transmitido a los vecinos desde julio de 1863 lo que el Supremo Poder Ejecutivo Provisional de la Nación ordenaba a todos los habitantes de México: “La Nación mexicana adapta por forma de gobierno la monarquía moderada hereditaria, con un príncipe. El soberano tomará el título de Emperador de México.”
En una reciente y sabrosísima publicación del Archivo Municipal de Puebla, titulada Destino México*, se dan los pormenores de las celebraciones que debían hacerse en honor del imperio, en una ciudad que sólo dos meses antes se había batido en un doloroso sitio de sesenta días impuesto por el ejército francés. Ahora se le pedía buena cara. El material no tiene desperdicio.
Juan E. de Uriarte, prefecto municipal de Puebla, anuncia en el Diario Oficial de la Prefectura de Puebla que “a fin de solemnizar de la manera más digna la declaración del imperio que debe regir al país y para ceñir la corona ha hecho por unanimidad y aplauso de toda ella, a favor de Emperador Fernando Maximiliano, Archiduque de Austria”, había que hacerse todo un irigote en honor de “la restauración del imperio y el nombramiento del esclarecido monarca el Archiduque Fernando Maximiliano.”
El festejo: “desde las cinco de la mañana se anunciará la festividad con salvas de viento y un cañonazo, con el repique general a vuelo, con el disparo de millones de cohetes y con la música y vítores que reconocieron las calles, en seguida nuestro hermoso pabellón fue izado en todos los edificios públicos.”
“A las diez abrirá la marcha una escuadra de gastadores de caballería; seguirán los representantes de los barrios con sus pendones respectivos y los dependientes del Ayuntamiento con los instrumentos propios de las comisiones que desempeñan, vistosamente adornado, y precedida cada una de estas de una bandera tricolor con el nombre de la comisión y este tema: ¡Viva Fernando Maximiliano, Emperador de México!”
¡A darle!
* Destino México, Testimonios en el Archivo Histórico Municipal de Puebla 1808-1931, Coordinadoras: Felícitas Ocampo López y María Aurelia Hernández Yahuitl, Buap/Ayuntamiento de Puebla, 2010, p. 191-192
En Puebla todo mundo corría nerviosísimo. Ya se habían hecho los arreglos pertinentes un año antes. Fernando Pardo, el Prefecto Político del Departamento de Puebla, había transmitido a los vecinos desde julio de 1863 lo que el Supremo Poder Ejecutivo Provisional de la Nación ordenaba a todos los habitantes de México: “La Nación mexicana adapta por forma de gobierno la monarquía moderada hereditaria, con un príncipe. El soberano tomará el título de Emperador de México.”
En una reciente y sabrosísima publicación del Archivo Municipal de Puebla, titulada Destino México*, se dan los pormenores de las celebraciones que debían hacerse en honor del imperio, en una ciudad que sólo dos meses antes se había batido en un doloroso sitio de sesenta días impuesto por el ejército francés. Ahora se le pedía buena cara. El material no tiene desperdicio.
Juan E. de Uriarte, prefecto municipal de Puebla, anuncia en el Diario Oficial de la Prefectura de Puebla que “a fin de solemnizar de la manera más digna la declaración del imperio que debe regir al país y para ceñir la corona ha hecho por unanimidad y aplauso de toda ella, a favor de Emperador Fernando Maximiliano, Archiduque de Austria”, había que hacerse todo un irigote en honor de “la restauración del imperio y el nombramiento del esclarecido monarca el Archiduque Fernando Maximiliano.”
El festejo: “desde las cinco de la mañana se anunciará la festividad con salvas de viento y un cañonazo, con el repique general a vuelo, con el disparo de millones de cohetes y con la música y vítores que reconocieron las calles, en seguida nuestro hermoso pabellón fue izado en todos los edificios públicos.”
“A las diez abrirá la marcha una escuadra de gastadores de caballería; seguirán los representantes de los barrios con sus pendones respectivos y los dependientes del Ayuntamiento con los instrumentos propios de las comisiones que desempeñan, vistosamente adornado, y precedida cada una de estas de una bandera tricolor con el nombre de la comisión y este tema: ¡Viva Fernando Maximiliano, Emperador de México!”
¡A darle!
* Destino México, Testimonios en el Archivo Histórico Municipal de Puebla 1808-1931, Coordinadoras: Felícitas Ocampo López y María Aurelia Hernández Yahuitl, Buap/Ayuntamiento de Puebla, 2010, p. 191-192
Interesante es apuntar que antes del sitio de 1863 se invitó a la gente a salir de Puebla. Como en toda sociedad, los más ricos salieron en carruajes con destino a Europa o cuando menos a la ciudad de México.
ResponderEliminarLas mansiones se quedaron cerradas a piel y canto en espera de que pasara la emergencia. Por supuesto que los sirvientes acompañaron a las señoritas y a sus amas porque era inconcebible que vivieran sin gente que las atendiera.
Esas personas se fueron de Puebla no sólo con algunas de sus pertenencias y sirvientes, como es de esperarse se fueron con su fortuna,
Al terminar el sitio, los hombres pudientes regresaron a abrir sus mansiones y negocios y con ellos poco a poco llegaron sus familias. Claro que la bienvenida a Maximiliano y Carlota fue extraordinaria, el dinero fluyó y la ropa para las distinguidas señoritas llegó a Puebla vía Veracruz directamente de París.
Puebla siempre ha sido una ciudad y tal vez un Estado, conservador. Los liberales no pertenecían a la clase pudiente, como toda sociedad, la clase acomodada trataba de conservar su status y claro que se incorporaron a la corte de Maximiliano. Eso no sucedió sólo en Puebla, sino en todo el país que vio en Maximiliano la posibilidad de lograr la nobleza, cosa que hasta la fecha se admira, las revistas que retratan la vida de los europeos son populares en Puebla y todo México.
Gracias, Martha, por tu interesante complemento. Es una pena que ni la literatura, el cine y menos la televisión "educativa" se haya interesado seriamente en estos temas tan importantes a la hora de observar nuestras idiosincracias (van por regiones).
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