martes, 10 de mayo de 2011

El kamikaze Azueta



En el panteón de los héroes casi desconocidos destaca el joven José Azueta Abad, quien en 1914 dio muestras de un valor suicida ante los invasores yanquis en Veracruz, ganándose un volátil reconocimiento de su patria.

Azueta Abad nació en Acapulco como hijo de un comodoro de la fuerza naval mexicana, razón por la que desde muy pequeño vivió en Veracruz, rodeado de la parafernalia marítima y amigo de cadetes y uniformes blancos con los que tuvo relación toda su vida. No fue sorpresa que desde muy pequeño abrazara el anhelo de asistir a la Escuela Naval Militar, a la que finalmente accedió a los 15 años, en 1910.

El país, sin embargo, vivía sus propias convulsiones con el retiro de su anciano dictador y el advenimiento de una guerra intestina e invasiones extranjeras que reclamarían todo el valor posible de sus habitantes, por lo que el joven José pide su baja de la Escuela Naval para darse de alta como artillero del ejército.

El 21 de abril de 1914 Veracruz sufre el arribo de las tropas estadounidenses, que avanzan a bayoneta calada. El joven Azueta combate con una ametralladora desde un sensible punto tan estratégico para causar problemas a los invasores como para ser visible y vulnerable a su propia artillería. Desde ahí causa numerosas bajas al ejército invasor, evitando que el enemigo alcance la escuela militar durante muchas horas.

Finalmente es alcanzado en una pierna por proyectiles enemigos, pero eso no arredra su entusiasmo y sigue disparando con suicida valor. El tiempo pasa y no es hasta que Azueta es herido en la otra pierna que ya no les es posible seguir disparando. Al ser rescatado por sus compañeros recibe una tercera herida que incrementa la pérdida de sangre.

Su valor, sin embargo, no pasó desapercibido ni al propio enemigo, que envió un médico especializado en heridas de guerra para que atendiera al joven guerrero mexicano que, para sorpresa de todos, se negó a ser atendido por un médico invasor.

Sólo su juvenil fortaleza impidió que Azueta muriera en unas horas, de tal forma que los días pasaron entre inútiles cuidados y reconocimientos de propios y extraños a su insólito valor. El 24 de abril el propio Presidente de la República ordena que el artillero ascienda un grado en su categoría militar, y el primero de mayo nuevamente se le reconoce con la cruz de Tercera Clase del Mérito Militar al Capitán Segundo de Artillería. Pero Azueta perdía la batalla. La tarde del 10 de mayo de 1914, tras veinte días de luchar contra la muerte, el joven valiente muere a los 19 años de edad, con aureola de héroe.

Faltaban muchos muertos aún en la guerra revolucionaria, muchos héroes, también. El tiempo y la sangre de otros valientes borraron este nombre que, creo, deberíamos tener más presente en el panteón de los héroes.



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