Hoy es día de la
bandera mexicana y no desaprovecho la ocasión para reflexionar en torno a este
símbolo antiguo que siempre sirvió para distinguir un bando de otro, un
ejército frente a su rival, equipos deportivos, clubes y cuanta filiación se nos
ocurra. La bandera es un pedazo de tela diseñado para simbolizar una
pertenencia.
Me llama mucho la
atención cómo, por ejemplo, en la conquista española en México los bandos
ostentaban banderas como si hiciera falta para distinguirse unos y otros. Por
supuesto fueron útiles cuando Cortés logra alianzas con señoríos tlaxcaltecas
para atacar Tenochtitlan, entonces ya no eran tan distinguibles unos guerreros
de otros, pero los símbolos funcionaron desde el primer momento, en la primera
batalla de Tehuatzingo ondeaban
las banderas de unos y otros con el mismo sentido en que se usan actualmente. Y
es llamativo porque eran dos ejércitos tan distintos, provenientes de culturas
aparentemente opuestas en sus orígenes y evolución, como lo eran los españoles
y los pobladores americanos.
Bernal Díaz del
Castillo habla de esas banderas: el capitán Xicotenga “traía cinco capitanes
consigo y cada capitanía traía diez mil guerreros” (…), que en total hacían
unos cincuenta mil hombres, con banderas que ostentaban un ave blanca con las
alas extendidas. Más adelante afirma: “vimos asomar los campos llenos de
guerreros con grandes penachos y sus divisas, y mucho ruido de trompetillas y
bocinas”. (1)
No hay edad ni
tiempos para referirse a ellas. Leía hoy en El País las indignadas cartas de
lectores sobre el escándalo Urdangarin, el incomodísimo yerno del rey, en donde
sale a relucir el tema de las banderas. Dice uno de ellos: “Cada vez se ven más
banderas republicanas y eso quiere decir algo, digo yo.”
Este día me gusta pensar en lo inútil también
que es aferrarse dogmáticamente a un símbolo rectangular que supuestamente
significan no sé qué tantas virtudes de nuestra asociación humana, que llamamos
nación y presuntamente nos enorgullece tanto. El verde de la esperanza, el
blanco de quién sabe qué y el rojo yo creo que de la abundan te sangre
derramada en nuestros doscientos años de vida independiente.
Como lo he dicho en otros 24 de febrero, los
profundos sentimientos que nos suscitan esos tres colores representativos los
compartimos con muchos otros países que decidieron en su momento elegir el
verde, el blanco y el rojo como colores patrios; algunos de ellos son países
cercanos, conocidos, Italia, Bulgaria, Hungría, Irlanda, Argelia e Irán; otros
me cuesta trabajo imaginar su ubicación geográfica o el tipo de régimen
político que tendrán como gobiernos, como es el caso de Omán, Madagascar, Costa
de Marfil y Tayiquistán.
Creo sinceramente que los símbolos deben
respaldarse con acciones de lo que supuestamente representan, y la bandera
nacional, tan llevada y traída, es traicionada cotidianamente por políticos y
líderes que no es posible que crean en las supuestas virtudes de la patria,
cuando actúan como lo hacen. Y el resto de los mexicanos, que cantamos
solemnemente nuestro himno y saludamos marcialmente a la bandera, tampoco, pues
los dejamos actuar como lo hacemos. Este tema me aburre y me abruma.
1 Bernal Díaz del
Castillo, Historia verdadera de la
conquista de la Nueva
España, capítulos XXV y XVIII, dominio público
No hay comentarios:
Publicar un comentario