Primera parte de dos
Los
años veintes en Puebla marcan una nueva imagen del mundo. Tras la primera
guerra mundial todo fue más práctico. Los seres humanos crecimos en esa
transición, hubo una nueva forma de ver el mundo, más fría y pragmática. La nueva imagen que se imponía a las
jóvenes modernas en Puebla era la de una mujer trabajadora y eficiente, que se
inmiscuía en los asuntos que hasta entonces habían sido privilegio de los
hombres.
Se respiraba un cambio profundo en la
sociedad, en el discurso, la acción y la vida de los 95,535 habitantes de la
ciudad de Puebla de los años veinte, la gente hablaba de política, de cultura,
de educación, que fue uno de los grandes temas de la década. La lucha armada
amainó y Álvaro Obregón hizo su gobierno en un ambiente más o menos pacífico. Aquí
en Puebla gobernó el estado un profesor del partido liberal callista de
Zacapoaxtla, Claudio N. Tirado, en dos ocasiones.
Esta es la década de los aeroplanos,
la generalización de los vehículos de combustión interna, del orden urbano. En Puebla se
construye una incipiente periferia y se consolida el centro de la ciudad, a
donde la gente acude para ir de compras al mercado La Victoria, a los grandes
almacenes y a divertirse en los cines, cuyas películas mudas eran amenizadas
por alegres pianos que sustituían las voces de los actores, con acordes agudos
y graves, de acuerdo a la ocasión.
En esta década se abren más
fraccionamientos y se fundan colonias como Miguel Negrete, 1920; Hidalgo, 1924;
Tierra y Libertad, 1925; Porvenir, Los Doctores, 1928; la del Tamborcito, Héroe
de Nacozari, Mártires del Trabajo, Buenos Aires y Rivera de Santiago, 1929.
La ciudad crecía en comunicación y
planeación. Ese mismo año se colocaron los monumentos a la Independencia y a
Benito Juárez; en 1926 se inaugura la carretera federal Puebla-México y se abre
el Museo Regional de la Casa
del Alfeñique.
En 1928 se expropian el Palacio
Episcopal para instalar el Palacio Federal; la Universidad Católica para
establecer la Zona
Militar; el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús para ubicar
ahí la Normal
del Estado; el Convento de Santa Mónica es convertido en Museo de Arte
Religioso, además las escuelas clericales son restringidas para impartir de
educación. En 1929 ocurre la última destrucción en masa de lo que quedaba, en
ruinas, de la ciudad colonial. Con el alineamiento
y la prolongación de las calles de la
ciudad antigua, se destruyeron decenas de edificios deteriorados, abandonados y
otros habitados con precariedad, como las vecindades arruinadas.
Una preocupación destacaba entre
todas en los años veinte: había que terminar con la violencia. Era urgente
convertir a la educación en la palanca del nuevo Estado surgido de una revolución
social, llevar la luz de la educación ahí donde aún imperaban las tinieblas
medievales de la opresión, la ignorancia y la improvisación. A lo largo de esta
década se restringe la educación a los colegios de carácter religioso, al grado
de llegar a suprimirse. Pero antes de eso la tarea era llevar las letras a las
sierras y pueblos de México. Vasconcelos lanza desde la Secretaría de Educación
Pública su famosa cruzada nacional por la educación, edita centenares de miles
de libros, empuja por la creación de un sistema educativo que, si bien tardaría
mucho en consolidarse, establece las bases del trabajo magisterial y, al menos,
por primera vez se ofrece una dimensión objetiva del reto de la educación en
México.
Y fue la cruzada de José Vasconcelos
la que determinó el carácter de esa nueva Era, promisoria, para la sociedad
mexicana. Se creó conciencia en la necesidad de extender la educación básica a
toda la república y de crear, casi de la nada, el ideal de un nuevo profesor,
capaz de transformar a la nación.
La poetiza chilena Gabriela Mistral fue
invitada por Vasconcelos en 1922
a intervenir en la cruzada por la educación, que ella
enfocó, desde su llegada, en las mujeres. Frente a lo retórico y diletante,
Mistral propuso lo vivo y lo activo, pedagogía de acción a la manera de John
Dewey. “El niño llega con gozo a nuestras manos, pero las lecciones sin
espíritu y sin frescura que casi siempre recibe van empeñándole ese gozo y
volviéndole al joven o la muchacha fatigados, llenos de un desamor hacia el
estudio que viene a ser lógico. Hombres sin imaginación han sido nuestros
maestros” –escribió en el prólogo de
Lecturas para mujeres.
Mistral entregó Lecturas para mujeres, donde se puede apreciar el ideal de aquellas
jóvenes mexicanas, para quienes fueron creados unos establecimientos llamados
escuela-hogar donde se les enseñaba a ser más eficaces y productivas, de esa
forma se buscaba un cambio profundo en la sociedad, el discurso, la acción y la
vida de mujeres de esa época, para pulsar con su visión feminista un legado
cultural esencial que nos ayudara a comprender cabalmente quiénes eran las
mexicanas. “Así el espíritu del feminismo de las primera décadas –afirma la
maestra Rubí de María Gómez Campos en un reciente libro llamado El sentido de sí-, estuvo permeado por
el énfasis en la educación como medio de incorporación de las mujeres a la
modernidad y por el espíritu de la Revolución Mexicana,
que es interpretado como la osadía de los mexicanos por encontrarnos a nosotros
mismos y a nuestra madre”. (1)
Sin embargo, a pesar de tantos buenos
propósitos, las lecciones de Mistral y Vasconcelos concluían en un tono
tradicional sobre el destino de aquellas mujeres mexicanas, a quienes
finalmente había que proteger de todo peligro y tentación, estableciendo su
casa como refugio y al varón –llámesele padre, hermano o marido- como su única
salvaguardia, como escudo y fortaleza.
Pero claro, no
todo era educación en los años veinte poblanos. Estaba el almacén de maderas de Francisco Hernández Amor en
la 8 oriente 203. Ahí, los vecinos conseguían a buenos precios productos como
aceite de linaza inglés, clavos de todos tamaños. Acudían ahí los carpinteros y
carroceros, que ya antes se habían surtido de vigas, tablas, jirones, duela del
país y americana; encono, cedro, tejamanil y leña de rubio en el Almacén de
maderas de José Carreto, en la 8 Poniente 1105.
Era una época en que muchos
proletarios de bolsillos rotos añoraban un automóvil Buick para estrenarlo en
1928. “Elegancia, lujo, color, velocidad y fuerza, en grado tal que establecen
una nueva norma de comparación.”, rezaba
la propaganda que ya desde entonces Montoto y Nájera ofrecían en su agencia de
Reforma número 334
“20% de contado y el lote es suyo”,
ofrecía la propaganda en La
Opinión, el único periódico local que leían todos los adultos
que sabían leer, donde se establecía nuestra relación con el mundo. Y ofrecía
detalles: después, una corta mensualidad de $ 29.00 en la inteligencia de que
dentro del precio del lote están incluidos todos los servicios, tales como
agua, luz, drenaje y pavimentación. “¡Compre usted su lote antes de que sea
tarde!” Había que acudir a las oficinas del
Fraccionamiento Molino San Francisco, S. A., que estaban en 2 norte num.
4, teléfonos: Ericsson 38-94, Mexicana 16-76. (2)
El ofrecimiento de la ciudad y la
fundación de una decena de colonias en la periferia obligó a reglamentar el
precario sistema de transporte que se creó espontáneo, atendiendo la necesidad.
Juan Manuel Guerrero Bazán y Luis Manuel Pérez Sánchez consignan que fue en
1920 cuando se crea la primera cooperativa de transporte llamada Unión
Camionera de Puebla que incluía dos rutas: Santiago y Circuito Estaciones. A
ésta organización le siguieron otras sociedades cooperativas como la Central y Central San
Matías, la de Autotransportes Mayorazgo, que con la participación de algunos
colonos de la Libertad
se adquirió un solo camión que proporcionó el servicio entre el pueblo
mencionado y el centro de la ciudad. (3)
En su investigación llamada Vida cotidiana e historia de una colonia
obrera: Mayorazgo 1931-1946, Ángel Amador Martínez afirma que con la
llegada de los camiones urbanos a la ciudad de Puebla, se fue normalizando el
servicio hasta 1923, cuando ya contaba con seis líneas y pudieron sustituir por
completo el servicio de tranvías de mulas, que inició su desmantelamiento. (4)
Las colonias nacieron muchas veces
alrededor de las fábricas en Puebla, pues las que ya venían de antes, más las
nuevas inversiones en industria textil, proyectaron a Puebla como una de las
ciudades más industrializadas del país.
Citas:
1) Lecturas para mujeres en el México de los años veinte,
Elvia Montes de Oca Navas, El Colegio Mexiquense, A. C., Historia de la
educación latinoamericana num. 29
2) Comercio y publicidad, 31 de octubre de 1927) Carteles de
los años 20: http://www.archivomunicipaldepuebla.gob.mx/
3) Proceso evolutivo del sistema de transporte público en la
ciudad de Puebla Juan Manuel Guerrero Bazán y Luis Manuel Pérez Sánchez, presentada
al Coloquio Internacional del GIM, Montreal (Canadá), 26 al 30 de Junio de
2000, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Facultad de Arquitectura. http://gim.inrs-ucs.uquebec.ca/
4) Vida cotidiana e historia de una colonia obrera:
Mayorazgo 1931-1946, de Ángel Amador Martínez, http://www.peu.buap.mx/
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