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La campana María

Las campanas nacen desde el Siglo VI ante la necesidad de convocar con sus voces a los fieles para las ceremonias religiosas o ceremonias civiles, aunque también se les ha dado la función de llamar a las lluvias, alejar a las granizadas y a las tormentas así como para ahuyentar a los espíritus malignos. Se tiene a San Paulino, obispo de Nola, como el inventor de las campanas entre los años de 353 a 424 y al Papa Sabiniano, quien dispuso que se tocasen en las iglesias desde el año de 1604.

Se dice que las campanas se hacen con el 200% de material ¿qué quiere decir esto? Que las campanas tradicionales de las iglesias llevan un 80 por ciento de cobre, un 10 por ciento de estaño, otro diez por ciento de plomo, más otro 100 por ciento de fe. Y es el caso de la campana María de la Catedral de Puebla, tal como lo expresó el testimonio de Pablo Manrique para este blog.

La leyenda dice que se hicieron cuatro intentos por fundir la campana que estaría en la torre izquierda de la catedral, pero que los primeros tres fueron un rotundo fracaso. Fundir y mover 8 toneladas y media no es algo que se pueda hacer así como así. Fue la familia Márquez la encargada de su elaboración y tras los tres primeros fracasos tuvieron que revisar sus métodos para hacer los cambios pertinentes y evitar un cuarto fracaso. Es donde esta al quiote el artesano indígena Juan Bautista de Santiago quien ideó el sistema que permitió finalmente trepar a la campana María a las alturas en donde hoy se encuentra.

La leyenda era que “algo habría” en la ciudad de Puebla o entre sus habitantes para que dios no les concediera terminar su campana para la catedral. Los curas y la congregación creían seriamente en que se trataba de un castigo divino por la presunción y soberbia que implicaba querer una campana de esas proporciones, pues tan solo el badajo pesa 225 kilogramos. Ahí terminaba la leyenda, pues la solución no vino de instancias divinas sino de la técnica de fundición que los Márquez y Bautista idearon para la quinta oportunidad: decidieron trasladar los elementos de la fundición a la propia torre de la iglesia y hacer ahí el fundido final, lo que les permitió de una vez por todas terminar la mole de metal. Con fecha del 28 de marzo de 1729, la campana, llamada cariñosamente María, comenzó a emitir sus sonoros llamados a toda la población. El maleficio había pasado. (Pablo Manrique Aguilar)

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