Aterrizamos en Santiago de Chile el 1 de febrero de 2017 en
el sopor de un candente verano agudizado por la sequía y una serie de incendios
forestales que tienen al país en estado de shock. Cris y Frank nos esperan en
la abarrotada sala del aeropuerto y rápidamente nos conducen por las modernas
carreteras interiores de la capital hasta el frescor de su domicilio en la
comuna de Peñolén, en el suroriente de Santiago. Nuestros anfitriones responden
a cada una de nuestras numerosas preguntas porque ese día todo lo queremos ver
y también todo nos lo quieren mostrar. Por la tarde subimos al cerro de San
Cristóbal, el parque metropolitano y paseo recurrente de la capital con su
funicular y teleférico, desde donde no es posible disfrutar del habitual
paisaje espectacular pues la ciudad está cubierta con una blanca capa de humo;
con todo y eso no deja de ser espectacular esta ciudad que ha crecido
exponencialmente en las últimas décadas y a la que, nos dicen, custodia una
imponente cordillera de los Andes que por ahora es imposible ver, aunque nos
aseguran que está ahí, detrás de todo ese humo. Lo que sí es visible justo desde
la moderna cabina del teleférico es Sanatthan, nombre sardónico del barrio que
encabeza la desproporcionada Torre de Josh Paulman, construida por el dueño de
una cadena de supermercados Jumbo y de la poderosa constructora ISI, que
sobresale en proporción de 10 a uno de sus edificios vecinos.
Descendimos del cerro por el barrio Bellavista, una agradable
zona de cafés y restaurantes donde una multitud de jóvenes con poca ropa beben
cerveza en bares al aire libre ostentando en sus disímbolas extremidades
tatuajes de toda índole que es claramente la moda del momento. Bonitas las
chilenas.
Nuestros amigos nos han invitado a asistir a una
tradicional peregrinación que por generaciones sus familias han realizado en
periodos vacacionales. Es al sur del país y toda nuestra información se
circunscribe a ello, lo inesperado es darnos cuenta de que ellos también parten
de esa previsión, pues no se sabe de bien a bien los sitios específicos que
visitaremos, ni los días ni las actividades. De a poco comenzamos a comprender
el sentido de aventura que tiene para ellos esta peregrinación tradicional.
Dos días más tarde partimos hacia nuestro ignoto destino,
lo que no quiere decir que lo hiciéramos en la inopia, pues tuve tiempo de preparar
alguna clase de información sobre este querido, añorado país, que me sirviera
de soporte en nuestro “viaje al sur”. La que más me llamó la atención fue la
relativa al asunto de los bosques. En julio de 2015 la presidenta Bachelet
prorroga por tres años Decreto Ley (DL) 701 de 1974, dictado ese año por
Augusto Pinochet con el argumento de que impulsaría la industria forestal con
el subsidio de un monocultivo forestal.
A precios irrisoriamente bajos, la dictadura vendió a
grupos económicos grandes extensiones de tierras, algunas de ellas arrebatadas
a comunidades mapuche, así como viveros y plantas industriales. El subsidio para
las plantaciones era de casi el 100% con la eliminación de impuestos de los
terrenos y de la producción forestal; créditos estatales en extraordinarias
condiciones, excusión del pago de aranceles de exportación. A la fecha se han
plantado casi 3 millones de hectáreas de pino radiata y eucaliptus, la mayor
parte sobre milenarios bosques nativos, pues estas variedades crecen a edad
comercial en una década, lo que representa un jugoso negocio. Cuánto –me preguntaba
yo-, como para que la nueva democracia de izquierda hubiera dado su brazo a torcer
al no revertir la dañina ley forestal. Bueno, si hablamos de que el sector
forestal en 1980 representaba exportaciones por 254 mil dólares, en el 2014 la
madera chilena representó 6 mil 904 millones de dólares, la segunda entrada de
divisas chilena tras la minería. Claro, en 1974 se hablaba de 300 mil hectáreas
de pino maderable y ahora hablamos de 3 millones de hectáreas ganadas al bosque
nativo.1
Ya que iba a andar por ahí, me interesaba hasta qué punto
era visible la producción del monocultivo maderable en el sur chileno que siempre
imaginé boscoso. Las sorpresas iban a ser muchas y, en ocasiones, devastadoras.
1 Fuentes: Víctor Toledo Llancaqueo, historiador mapuche, “El
enclave forestal chileno en territorio mapuche” (artículo)/proceso.com.mx/ Ministerio
de Planificación en su Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional
(CASEN) de 2009/ Estudio de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), Gonzalo
Durán de la Fundación Sol/ http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2016/12/26/joven-mapuche-baleado-simbolo-de-la-represion-del-estado/
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