Glenn Danzig es un típico caso de los nacidos
en la llamada generación Baby Boom, espantoso nombre para designar a aquellos
que han nacido entre 1948 y 1960, demasiado jóvenes para recordar el horror de
la guerra mundial y demasiado viejos para ser amigos de sus padres, al menos en
la adolescencia. Estos seres, sin embargo, ya no tuvieron las restricciones de
la generación anterior, tuvieron cierta libertad para creer, para abrazar, para
soñar.
El caso de Glenn Danzig, decía, estuvo marcado
por el choque entre el pasado y el presente que vivió aquella generación. Su
padre, moderno por ser técnico de televisores, pero antiguo por ser un marine
veterano de las guerras de Europa y Corea, era su enemigo. Glenn nace el 23 de
junio de 1955 en Nueva Jersey como miembro de una familia protestante, de padre
autoritario y madre obediente. El país, sin embargo, marcaba su propio ritmo.
Glenn Danzig es un artista un poco oscuro
dedicado al canto, a la composición y la
música, pero además es empresario disquero, escritor y coleccionista de
libros y cómics para adultos y sobre temas oscuros como el horror, la sangre,
el ocultismo, el erotismo y la religión. Un producto fiel a su generación, con
algunas singularidades.
Danzing comenzó muy pequeño sus andanzas en la
música. No era, y nunca lo fue, un prodigio de nada, sino un joven trabajador,
ingenioso y atrevido. Se le atribuye haber sido uno de los creadores del género
horror punk, fundador de bandas como The Misfits, Samhain y sobre todo Danzig,
la corona de su pastel económico y profesional.
A mediados de los setenta la influencia obvia
era Morrison y Black Sabath, de donde aquellos grupos juveniles extraían el
elixir para crear rolitas en los géneros punk rock, heavy metal, metal
industrial y blues. Danzing resultó tan efectivo, que escribió canciones para
músicos históricos como Johnny Cash y Roy Orbinson.
La música de Glenn Danzig se caracterizó por su
sonido gótico-death-rock que combinaba bien con su voz de barítono comparada
por muchos con la de Elvis y Jim Morrison, un ritmo más bien lento y pesado,
muy pesado, que tenía claras influencias del blues tradicional y, por supuesto,
del heavy metal. En los últimos tiempos, sin embargo, su música se inclinó
hacia el llamado goth metal.
Este día, que cumple 62 años, Glenn es, en sus
propias palabras, una persona hermética a la que no se le conoce esposa o
hijos; le gusta el escenario, pero no le gusta que en las giras no haya nada
qué hacer durante todo el día, por eso opta por evitarlas; prefiere dedicarse a
sus famosas colecciones de comics clásicos o su célebre biblioteca de libros de
ocultismo, historia religiosa, asesinatos y el Nuevo Orden Mundial. Ahí está,
pues, escuchando incansablemente a sus adorados Wagner, Prokofiev, Saint-Saëns
y Carl Orff, con discretos seguidores en todo el mundo, en realidad lejos de su
descripción periodística que lo tacha de satánico y más bien nietszchano,
percibiendo y dando al mundo, en sus propias palabras, tanto "su luz como
su lado oscuro". Sea, pues.
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