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La toma de Juárez y el telégrafo



En 1913 Francisco I. Madero es traicionado por su secretario de Guerra y asesinado por un pelotón ante las complacencia de la embajada yanqui. Villa, Carranza, Obregón, Zapata y otros jefes militares reinician una lucha apenas iniciada (y apenas suspendida), contra el traidor. A la caída de Victoriano Huerta las negociaciones políticas de los jefes revolucionarios crecieron en calidad. Derribado "El Chacal" las posibilidades de diálogo fueron de nueva cuenta necesidad imperiosa entre aquellos mexicanos. Poco duró la posibilidad, pero en lo sucesivo las líneas del telégrafo dejaron de ser el blanco principal de los ataques, pues aún rotas las relaciones entre la División del Norte y el ejército Constitucionalista, siempre existió la posibilidad de comunicarse telegráficamente.

Justamente en la ruptura de estas dos facciones revolucionarias el telégrafo tuvo un papel importante. El excelente relato de Silvestre Terrazas, periodistas chihuahuense que sirvió como secretario particular de Francisco Villa en su gubernatura del estado, titulado en forma de libro como El Verdadero Pancho Villa (publicado por Era bajo el amparo de Frederick ; Terrazas narra el episodio con gran atención a los servicios del telégrafo, como su papel en la ruptura de relaciones entre Venustiano Carranza y Francisco Villa a través de los hilos en 1914; un año antes, todavía en paz, Villa demostró a propio y extraños que era un estratega creativo e ingenioso con la segunda toma de Ciudad Juárez en 1913, cuando, combinando el robo del ferrocarril con el telégrafo, tomó sorpresivamente la frontera con los Estados Unidos.

Viendo la inutilidad de seguir peleando en Cerro de Santa Rosa, cuenta Terrazas, contra un contingente huertista bastante superior bastante al suyo, y previendo próxima escasez de parque, "ordenó reunión y embarque en los trenes de que disponía a no larga distancia, para dirigirse aparentemente al sur  después de varios días de ataque, en la primera quincena de noviembre de 1913." Hizo creer a los huertistas que más se trataba de una desbandada villista que de una reorganización, desembarcó de noche sus fuerzas y las envió por tierra al otro lado de la Capital del estado, invirtiendo su posición y "desapareciendo del mapa", literalmente, a su contingente de unos trece mil hombres.

Luego, "con unos cuántos hombres, sigue Terrazas, Villa trastumbó los cerros, llegando intempestivamente a Estación Terrazas, en donde dos de sus hombres se echaron materialmente sobre el telegrafista que a la vez era jefe de estación, sin darle señal alguna en su aparato, y preparado el telegrafista de confianza que acompañaba a Villa, se posesionó del telégrafo, enterándose de los mensajes que se cambian entre Chihuahua y Cd. Juárez, pues por ningún motivo quiso interrumpir las comunicaciones."

Por esta vía se enteró de un tren que salía de Juárez cargado de carbón Villa y su reducido contingente esperó en la estación la llegada del tren, al que asaltó sorpresivamente, sometiendo a sus conductores. Acto seguido. hizo descargar rápidamente el carbón del tren a su ejército para que, a la brevedad posible, se trasladaran a dicha estación. "... ordenó el embarque de la infantería, indicando que la artillería fuese por tierra, bajo el mando del general Ortega, protegida por la caballería, indicando luego la marcha de estas.

"Villa ordenó la destrucción de algunos puentes al sur de Terrazas, no sin antes dirigir mensajes a Chihuahua y a Juárez, con firma del conductor del tren en carga, diciéndoles que al llegar había descarrilado pero creía que pronto  quedaría listo, y pedía órdenes, pues sabía que cerca de allí, al norte de Chihuahua, merodeaba por la vía una fuerte partida de sublevados que esperaban el tren para asaltarlo, habiendo destruido varios  puentes al sur de Estación Terrazas; que le diera órdenes inmediatas para proseguir a devolverse a Ciudad Juárez para evitar la destrucción del convoy."

La respuesta llegó poco después, ordenándose que se regresara a Juárez, avisando telegráficamente desde cada estación del trayecto su condición.

"En los momentos de partir el tren, Villa ordenó la destrucción de comunicaciones al norte y sur de la estación llevándose consigo los aparatos telegráficos y al telegrafista jefe de estación en unión del suyo. Todavía, después de su tránsito, ordenó la destrucción de varios puentes y telégrafo al sur.”
Los hombres de los que habla Terrazas, me entero ahora revisando el archivo Casasola, eran el Mayor Carlos Moreno Velázquez y los capitanes Loreto Hernández y E. Armendáriz, que posaron orondamente para esta fotografía recuperada en esta magnífica edición de imágenes de la Revolución. 

"En cada estación telegráfica hacían cosa igual –prosigue Terrazas–: se detenían el tren a cierta distancia y llegaba la máquina sola, sorprendía al telegrafista de la estación e instalaba Villa al suyo, pistola en mano, comunicándose con Ciudad Juárez: "Vamos sin novedad. Espero sus órdenes en la estación próxima."

"Confiado plenamente el Cuartel General de Juárez que sería el tren de carbón el que llegaría como a media noche, no se preocupó más"1

Como a la media noche, efectivamente, el tren llegó cargado de tropas, no de carbón, y en menos de dos horas hubo dominado la frontera. Se tomaron las garitas, los cuarteles y un casino de juegos de azar repleto de militares. Solo el cuartel de irregulares orozquistas resistió hasta las primeras horas del día siguiente, cuando finalmente cayó en poder de los villistas.

Fue una operación tan original como provechosa. Su fama alcanzó confines insospechados, como el Japón, desde donde mandaron felicitaciones, unos meses después, por medio de un cónsul especial que Villa recibió en la propia ciudad fronteriza.
Había hecho Villa una jugarreta genial apenas comparable con el engaño homérico del Caballo de Troya, donde los griegos, usando las cualidades de  sus artesanos, sorprendieron a los troyanos con un hermoso caballo de madera en cuyo interior había un ejército escondido.

Dentro del país, Villa recibió felicitaciones del Primer Jefe, don Venustiano Carranza, y del Jefe del Ejército del Noroeste, general Álvaro Obregón, que peleaban junto a él con un mismo objetivo: derrocar al régimen usurpador de Huerta.

Nota:
1 Terrazas, Silvestre, El Verdadero Pancho Villa, Ed. ERA, México, 1985, p.  78
Fotos de la Historia Gráfica de la Revolución Mexicana de Gustavo Casasola, Tomo 2, p. 699, Ed. Trillas, 1992.

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