Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2010

Tratado de Bucareli

Tras haber cumplido tres años de gobierno, el 31 de agosto de 1923 el gobierno de Álvaro Obregón consigue reanudar las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, de vital importancia para su gobierno, pero con una condición: la firma de un tratado que el senado mexicano había rechazado en primera instancia, pero que las presiones del gobierno y el asesinato del senador Fidel Jurado obligan a dar un viraje y aceleraron su aceptación. Durante años busqué el texto completo de este tratado que en la universidad nos había sido contado de manera inexacta. Ignoro las razones que suscitaron esa versión, que entre muchas escandalosas cláusulas reasaltaba una en la que se prohibía a México la producción de motores de combustión interna que prácticamente paralizaban el principal avance tecnológico de las primeras décadas del siglo XX. Como era de esperarse, neceé durante varios años y hasta pulí mi argumentación pues era un elemento clave a mi parecer para explicar el enanismo tecnológico de...

Bienvenido

La Habana, 1922. En una guagua de transporte colectivo vemos a un niño mulato cantar para obtener algunas monedas; tiene buena voz. Se trata de un huerfanito del barrio de Jesús María, de nombre Rosendo Bienvenido Granda. A los doce años ya se decía cantante profesional. Cuando Bienvenido Granda tiene un conflicto con la Sonora Matancera, en 1954, ya era figura internacional. No es que el director Rogelio Martínez estuviera prefiriendo a otros cantantes, sino que un empresario de Barranquilla lo convenció de viajar a Colombia por mil quinientos dólares a la semana. De no haber muerto Bienvenido Granda el 9 de julio de 1983 en la ciudad de México, aquejado por una infección gastrointestinal, cumpliría 95 años el día de hoy y seguramente seguiría cantando aquella tonada clásica de: “Luna, ruégale que vuelva, y dile que la quiero, que sólo la espero, a la orilla del mar...”

Donato y Evelina

Mis abuelitos de Zacatecas son, por desgracia, dos grandes desconocidos para mí. Los vi en dos ocasiones, muy pequeño, y no sé si los recuerdo a ellos o a las fotografías que siempre tuvimos a la vista en Cuauhtémoc. En esta foto de aproximadamente 1917 aparecen mis abuelos paternos, Donato Noyola y Evelina Cerda francamente elegantes el día de su boda en Río Grande, Zacatecas. Si acaso existe alguna discusión sobre antecedentes indígenas en la familia con esta evidencia me parece ociosa. La foto es preciosa, como el vestido de mi abuela Evelina. Me encanta que entre tanta solemnidad y elegancia el final del tapete muestre las piedras vivas probablemente del río o del agreste sitio en donde estaba instalada la cámara fotográfica y el telón de fondo con cortinas y brocados. Mi abuelo Donato Noyola Ugarte nació en Río Grande en 1892, en tanto que mi abuela Evelina Cerda Cerrillo en 1896 probablemente en la ciudad de México, donde vivió de niña. Ella era hija de Jesús Cerda y María ...

Mi bisabuela

A pesar de la versión que da el profesor Emilio Miramontes Ordoñes sobre Magdalena Venegas, en una lejana edición (27.abr.1969) del diario mexicalense La Voz de la Frontera , que entonces dirigía el laureado periodista Jesús Blancornelas, sobre que era una “mujer preparada que había leído y asimilado a los ideólogos del pensamiento revolucionario”, la versión que tengo de mi bisabuela es que se trataba de una mujer de pocas luces. Tengo la versión de Aída, mi madre, que nunca tuvo muy buena relación con ella por un asunto fortuito, al margen de Aída, que de acuerdo con su abuela paterna debería haberse llamado Genoveva. Esto lo pidió mucho antes de que Aída naciera, cuando mi abuela Luz quedaba embarazada por quinta ocasión en aquel largo invierno de 1931 que derivó en el nacimiento de Aída a principios de enero. Elena pidió desde agosto o septiembre que sin era niña se llamara Genoveva, pero a mi abuela Luz no le pareció suficiente ¿por qué Genoveva?, no había pariente, ni razón alg...

Nervotitis

Cada rosa gentil ayer nacida, cada aurora que apunta entre sonrojos, dejan mi alma en el éxtasis sumida nunca se cansan de mirar mis ojos ¡el perpetuo milagro de la vida! Años ha que contemplo las estrellas en las diáfanas noches españolas y las encuentro cada vez más bellas. Años ha que en el mar conmigo a solas, ¡y aun me pasma el prodigio de las olas! (del poema Éxtasis) El 27 de agosto de 1870 nace en Tepic, Nayarit, el poeta y diplomático Amado Nervo, autor de La Amada Inmóvil y cultivador de la lírica modernista que inicia el siglo XX mexicano con una poesía diáfana, musical, de métrica innovadora. A él debemos la inoculación de una especie de virus que circula en nuestra vena poética, fantásticamente cursi y atinada a la vez. De la tragedia fatal él me ha salvado Pues bastó sólo que me hallara inmerso En un dramón de los suyos hecho en verso Con la garante de llamarse Amado. Y si la acción común construye un verbo ¿Cómo se escribirá el amor al alma? Será...

Las cenizas del abedul

En 1867 arriba al Puerto de Veracruz la fragata francesa La Novara. No llevaría a Europa oro ni especias, su carga inusual era un cadáver, el del archiduque Maximiliano de Habsburgo fusilado el 19 de junio en Querétaro. El cadáver fue enviado a la ciudad de México y embalsamado. En ese proceso le fue hecha una mascarilla que sobrevive en el Museo de las Intervenciones en Río Churubusco y Calzada de Tlalpan. La mascarilla es de yeso y muestra un rostro pequeño y calvo; la frente de ese hombre joven, amplia y delgada, con profundas oquedades en las sienes, es claramente la de un cadáver; la fina barba rubia del emperador tenuemente impresa sobre sus mejillas; los pómulos resaltados debido a la extrema delgadez, copiado en el lejano año de 1867 por médicos legistas de aquel desorganizado gobierno que retoma Benito Juárez en medio de mil problemas. Las cosas no iban bien en las relaciones internacionales, fuera de la de Estados Unidos, que fue clave en su victoria; expulsa sin embargo a va...

Dudas y temores

“Porque dejaste un mundo de dolores buscando en otro cielo la alegría que aquí, si nace, sólo dura un día y eso entre sombras, dudas y temores.” El 25 de agosto de 1849 (aunque hay fuentes que afirman que fue el 27), nace el poeta Manuel Acuña, que vio su primera luz en Saltillo, Coahuila, y que fue periodista, estudiante de medicina y de idiomas además de poeta torturado, principalmente por su amada Rosario, a quien dio unos versos inolvidables que aún rondan en nuestras cabezas: “si tú sabes que te quiero, con todo el corazón…”. Pero le ofreció algo más dramático, en 1873 le dio la vida, suicidándose al no ser correspondido por la inefable Rosario, pues ella era, en su vida... “su única ilusión”. Tenía 24 años de edad.

El calendario hostil

Si fuéramos puntillosos con las fechas de los acontecimientos históricos, este día festejaríamos el día de la Independencia mexicana, sólo que habría de retrasar su estridente conmemoración al aún lejano 2021. No habría grito, pues todo el protocolo se hizo en relativo silencio dentro de un edificio de Córdoba, Veracruz con la presencia del jefe político de la Nueva España y el comandante del Ejército Trigarante. Fue entonces que Juan O`Donojú y Agustín de Iturbide firman los Tratados de Córdoba, confirmando el Plan de Iguala que proclamaba la independencia de México. El estandarte virreinal de color pardo, con la cruz morada de San Andrés en su centro, deja de existir este día. Era menester una nueva bandera y, tal vez, algún mito o parafernalia que sirviera a los mexicanos para festejar cada año su independencia e, incluso, llegar a conmemorar su bicentenario. Sin saber si eso era posible, el profesor poblano José Basilio de Unanue escribió en los años cincuenta este chabacano panegí...

Dios nunca muere

El 23 de agosto de 1896 muere el autor de un histórico vals mexicano que reflexiona sobre la muerte de Dios, concluyendo que Dios nunca muer: “Sé que empieza la vida; empieza, en donde se piensa que la realidad termina.” Macedonio Alcalá en este vals piensa que la muerte es dejar las cosas que se aman, “la tierra ideal que me vio nacer, pero sé que después habré de gozar la dicha y la paz que en Dios hallaré.” Alcalá lo comprobó este día cuando muere en su Oaxaca natal de aquel país de don Porfirio que se aprestaba al cambio de siglo, en pleno y desatado romanticismo mexicano.

El sueño liberal

En su tortuoso peregrinar por los vastos territorios del norte de la república, que momentáneamente devino imperio hacia 1865, Benito Juárez tuvo un sueño: soñó que los telégrafos eléctricos que don Juan de la Granja había presentado en México en 1849 y el presidente Mariano Arista había inaugurado en 1853 ya eran una realidad. En su sueño era posible comunicarse con su aliado el gobernador de Veracruz y le indicaba que llegaría a Nueva Orleáns para viajar de ahí al puerto mexicano; soñaba con comunicarse telegráficamente con el general Ortega que andaba por Oaxaca haciendo la guerrilla republicana a los franceses y le daba instrucciones de esperar un mes para dar tiempo para su arribo a Veracruz. Eran dos comunicaciones vitales para su lucha, pero también, reflexionó despierto, era un sueño. La implantación del telégrafo en el norte y sur del país obedeció a un plan global de instalación de líneas en la República, con miras a proteger la integridad territorial de aquella promesa de na...

La última carcajada

Cuando yo era chico el PRI era una forma de vida, más que un simple partido político. Las elecciones estaban ganadas de antemano y las candidaturas se peleaban entre las confederaciones de trabajadores, campesinos y maestros y las cuotas de poder de la gran familia revolucionaria, que gobernaba a base de feudos regionales este inmenso territorio en donde lo único sagrado era la decisión del señor presidente y la imagen de la virgencita de Guadalupe; todo lo demás se negociaba con dinero, prebendas, chayotes, palancas, guayabazos, amenazas, manotazos y corrupción. Crímenes, pero no en los números de ahora. Con todo, el sistema funcionaba. Los famosos planes de desarrollo inyectaban grandes cantidades de recursos cada sexenio en amplias zonas del país. “Haz obra, que algo sobra”, filosofaban. Como construir será siempre un gran negocio se hicieron en esa dinámica presas, multifamiliares, escuelas, edificios públicos. Había una especie de proyecto político institucional que les permitió p...

La caza del león

Tras haberse ganado su confianza durante meses, el agente Jaques Monard, conocido en 1940 como Ramón Mercader, llega la tarde del 20 de agosto a la casa del exjefe revolucionario ruso, León Trotski, en la calle de Viena número 19, en Coyoacán, Distrito Federal, decidido a completar su misión. La vigilancia, que había tenido varios incidentes en defensa de la vida del comunista ruso, le permite el paso, pues ya Mercader era hombre de confianza, novio incluso de una de las mujeres de la casa. Trotski lo recibe en su estudio y la conversación gira en torno a las novedades del día: la guerra en Europa, Diego Rivera que siempre era noticia y cosas por el estilo. Al cabo de un rato, con Trotski de espaldas, Mercader extrae un piolet, herramienta de alpinismo, y asesta varios golpes sobre la cabeza del anciano. Trotski voltea y lo mira descontrolado, sangra abundantemente pero, para sorpresa de Mercader, no cae inconsciente, sino que hace aún por defenderse. Seguro de haber dado golpes mortal...

¡A marchar!

El 19 de agosto de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, el gobierno del general Manuel Ávila Camacho decreta la Ley del Servicio Militar Nacional, con carácter obligatoria, a todos los jóvenes varones que hubieran cumplido los veintiún años de edad. En 1970 la mayoría de edad para los mexicanos bajó de los 21 a los 18 años, incrementando no sólo el número de votantes en aquellas inútiles elecciones donde el PRI no dejaba ni migajas a la oposición, sino también el de consumidores legales de alcohol y comensales de los bares. El servicio militar que presuntamente recibimos los jóvenes en los años setentas –y antes y después- fue poco menos que una vacilada. Consistía en levantarse muy temprano los domingos y asistir a la zona militar de la localidad con pantalón de mezclilla, tenis, camiseta blanca y un corte de pelo militar. Un cabo de aspecto temible le gritaba a uno durante dos horas, marchábamos en un campo la mitad del tiempo, hacíamos filas, nos gritaban algunas instrucciones hig...

La danza de Roman

La única vez que entré al cine sin que nadie recogiera mi boleto fue en 1979, cuando ingresé por un alto ventanal a través del vidrio. No traspasé el vidrio, claro, traspasé la ventana y el enorme vidrio quedó hecho añicos bajo las pisadas de la turba, milagrosamente indemne. El cineclub estaba a un lado de la UNAM, se llamaba el CUC y pertenecía a una orden religiosa que no recuerdo, pero que programó algunas de las mejores películas de mi vida. La tarde en cuestión exhibían La danza de los vampiros , de Roman Polanski, un director polaco con cara de niño que había visto como actor recientemente en una antiquísima película de Andrej Wayda llamada Paisaje después de la batalla , o algo así, sobre la resistencia en Varsovia contra los nazis. Ahí estaba Polanski muy jovencito. La danza de los vampiros fue suficientemente satisfactoria como para anotar a Polanski entre mis directores favoritos y asegurar mi presencia en sus filmes subsecuentes (y los anteriores, pues La Danza fue su...

¿Tienes una pistola?

"¿Es una pistola lo que tienes en el bolsillo o es que te alegras de verme?" sería una frase pesada y de mal gusto hoy en día, pero Mae West la pronunció en la década de los veinte y esa era una de sus muchas especialidades: el albur. El 17 de agosto de 1892 nació Mae West, nombre que a las últimas tres generaciones tal vez no les diga nada, pero que removió los corazones de nuestros abuelos y bisabuelos por más de medio siglo. Mae West fue la Marylin Monroe del origen del cine; símbolo sexual y la primera actriz holliwoodense que causó revuelo por su provocativa e irreverente actitud. Su famosa actuación en la cinta Sex de 1926 le valió no un Oscar, que todavía no existían, pero sí seis días de prisión. La incansable rubia platinada filmó películas durante 67 años, desde A la Broadway en 1911 hasta Sextette en 1978, apenas dos años antes de su muerte en noviembre de 1980.